POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Aquella salmantina que hace 130 años salió de su ciudad para encontrar en la nuestra su tierra de promisión, vuelve hasta nosotros, de los que no se ha separado nunca, bajo el indiscutible reconocimiento de su labor hecha santa. Aquella Bonifacia Rodríguez de Castro, hoy santa Bonifacia, cuyo espíritu ha permanecido inalterable en nuestra ciudad, desde la calle de en Medio a la de Orejones y la Reina, dejando escondidos rincones cargados de emotivos recuerdos como la plaza de los Ciento o la calle del Arcipreste en cuyo arranque con la anterior plaza nació y dejó claras huellas de su espíritu la Casita de Nazaret. Un eslabón del oro fino del espíritu de trabajo, de solidaridad y de ejemplo de aquellas seguidoras del espíritu de la santa.
Bastaría entender con toda frialdad y realismo el medio social, cultural y económico de nuestra ciudad a la llegada de Bonifacia en 1883. A pesar de la escasez de medios de comunicación, basta hacer un discreto recorrido por ellos para adquirir un cierto ambiente de una ciudad comercial, con un potente artesanado y los servicios en marcha de una administración que en ese último tercio del siglo comienza a adquirir fuerza y categoría.
Abrir un frente en ese bloque social, bajo el signo de esa fórmula mágica del trabajo, fe y amor, nos dice todo y explica todo lo que Bonifacia piensa, hace y consolida día tras día ganándose la confianza y el respeto de aquella masa social que terminará no solo admitiéndola, sino siguiéndola con firmeza. Como hija de artesanos y conociendo el ambiente de la ciudad, serán las jóvenes las que llegarán hasta ella. Y la siembra generosa de su actividad y su entrega dará frutos. Aquellos inicios constituyen las páginas más sugestivas y bellas que en la ciudad se han escrito en años heroicos.
Hoy vuelve a la tierra que le permitió hacer realidad su sueño bajo la forma de una reliquia que recibe una de las cofradías con más carga histórica de esas tierras desde finales del siglo XII, la de la Virgen de la Concha. La reliquia pasará a formar parte del tesoro de valores que guarda tan noble como celosa hermandad.
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