POR PABLO IGLESIAS AUNIÓN, CRONISTA OFICIAL DE PUEBLA DE LA CALZADA (BADAJOZ)
Uno de los elementos que expresa la potencial capacidad de actuación de los hospitales es indudablemente, como todo lo que ocurre dentro de la misma Historia de la Iglesia, su diálogo con el mundo del arte. El hospital ermita Jesús Nazareno puede incluso ser seguido en su evolución por el tiempo a través también de un dinamismo histórico de la mano del arte.
De esta manera pasamos de la sencillez y la formas más humildes en su retablo mayor durante los años iniciales el cual fue pintado como si de un fresco se tratase, sobre la propia pared con colores disueltos en agua de cal y extendido sobre una capa de estuco fresco, el cual se realizó con representaciones sencillas y formas geométricas naturales, a ornamentos más complejo y de una mayor riqueza como es el caso del actual Retablo Mayor, obra atribuida al maestro pacense Francisco Ruíz Amador.
Junto a este tipo de decoración que no tendrá únicamente esta función como no la tiene en exclusividad el arte utilizado didácticamente por la Iglesia, a lo largo de los siglos fueron apareciendo artistas de pincel, maestros doradores, plateros, escultores y otros muchos que se vincularon a la fábrica del hospital y de la cofradía con gran maestría y genialidad.
Algunos pertenecían a escuelas propias de carácter regional como los hermanos Estrada o Alonso García Mures. Otros sin embargo, provenían de escuelas tan importantes como Sevilla y eran discípulos de artistas que han pasado a la misma Historia del Arte, caso de Francisco Meneses Osorio, discípulo de Murillo. Creo que quedaría incompleto este estudio sobre los hospitales, si hablásemos del aporte histórico-artístico que esta institución generó y, como he expresado al inicio, caeríamos en un dualismo contradictorio que se presenta en esta realidad de atención a la pobreza-manifestación artística.
En mayo del año 2002, la parroquia de San Pedro Apóstol, dentro de su proceso de recuperación y mantenimiento del patrimonio histórico-artístico, procedió a la restauración del Retablo Mayor de la ermita de Jesús Nazareno. La gran sorpresa al ser sometido dicho retablo al proceso de desmontarlo para el traslado hasta el taller, fue la aparición del primitivo retablo del que hemos mención anteriormente.
De grandes dimensiones, estaba coronado por una imagen realizada al fresco un «Ecce Homo». Coronó esta representación al antiguo retablo para los años iniciales de la ermita lo que nos obliga igualmente a situar el momento de erección hacia finales de los años del siglo XVII pues tamos ante unos restos pictóricos que debieron ser realizando sobre estas mismas fechas.
Llama la atención que el Cristo no aparezca coronado y sin embargo esté bajo el dorado del resplandor. Sus manos, quebradas para resaltar el volumen de éstas, la clámide (capa corta y ligera que usaron tanto griegos como romanos para montar a caballo) y la caña de hisopo, formando así un conjunto digno de su conservación y por tal, desde la parroquia se estudia la posibilidad de restauración y conservación (como lo está tras el retablo actual).
Junto a esta imagen, han aparecido los restos decorativos del retablo así como, un conjunto de siete cabezas de angelitos que remataban las tres hornacinas de las que constaba el primitivo retablo y que fueron estilísticamente reproducidas para el posterior. La humildad y sencillez del estilo empleado nos ha abierto la puerta, a que en los momentos iniciales de la vida del hospital éste gozó de escasos medios económicos con los que poder encargar obras a artistas o en talleres de renombre como si hará a principios del siglo XVIII. Ha vuelto a ser tapado una vez restaurado el actual Retablo Mayor.
LA OBRA DEL MAESTRO FRANCISCO RUÍZ AMADOR (1720-1730).
LA PRESENCIA DE ALONSO GARCÍA MURES (1788-1815)
La bonanza económica que hemos mencionado en la obra hospitalaria de Jesús Nazareno de la que antes hablamos por su ausencia, llegó y se vio indudablemente reflejada en el aspecto artístico. Entre los años 1720 y 1730 se labró el actual Retablo Mayor que contiene una bella imagen de Jesús Nazareno en su hornacina central.
Se trata de una obra atribuida (F. Tejada Vizuete+); al maestro retablista de la catedral de Badajoz Francisco Ruíz Amador. Con una factura estructural que lo divide en un solo cuerpo con ático, ´este consta de tres calles representadas con tres imágenes de bulto en sus respectivas hornacinas. De abajo hacia arriba el retablo se apoya sobre un banco o predela con dos casetones laterales y grandes ménsulas (de la expresión «mesa pequeña») que soportan el peso de cuatro columnas salomónicas. Las hornacinas son de medio punto enmarcadas sobre moldura de ángulo recto y coronadas con clave cada una. La hornacina central supera en anchura y no en altura a las laterales. Al albergar el motivo central del retablo, presenta una decoración más rica. Y en su clave puede leerse las siglas J.H.S.
Este primer cuerpo y único central está cerrado por un ático. En el que encontramos un hermoso cuadro con la imagen de la Magdalena Penitente, posiblemente realizado por el pintor Alonso Mures, uno de los exponentes de la pintura extremeña del siglo XVIII y que Montijo, en la parroquia de San Pedro Apóstol, hay otras obras atribuídas al binomio «Ruíz Amador-Mures». Todo rematado y coronado con molduras, volutas y pilastras. Para unir el cuerpo central con el ático encontramos un friso corrido con ménsulas y grandes capiteles que le dan a la estructura una mayor riqueza y esbeltez.
A ambos lados del retablo y a modo de decoración efectuadas encontramos un motivo iconográfico poco común. Se trata de dos formas antropomórficas a modo de sirenas en una mano portan una guirnalda con flores y en la otra sujetan la cola de un dragón que encontramos en un retablo de la catedral de Badajoz, el de Santa Catalina, obra de Francisco Ruíz Amador, lo que lo aproxima a la escuela sevillana-andaluza
Nos encontramos ante uno de los enigmas en cuanto a la autoría de esta impresionante talla barroca. Vicente Navarro del Castillo afirmó en 1974 que se trataba de una obra de José de Mora o Roldán, relacionando con la existente en Mérida y venerada en la parroquia de Santa Eulalia atribuida igualmente a uno de estos escultores. Sin embargo, la restauración realizada a la imagen en el taller de Llerena de Luis Peña Maldonado, descarta este camino y queda abierto el proceso de investigación sobre el autor de dicha imagen, la cual aún procesiona la noche del Miércoles Santo por las calles montijanas.
Para poder atribuir con certeza una obra artística, nos movamos en el campo que nos movamos (pintura, escultura, arquitectura, etc.), debemos seguir los parámetros adecuados en toda investigación histórica: contrato con el autor, en este caso bien recogido por la fábrica del hospital o de la cofradía correspondiente o referencias documentales en cualquier otro documento (libro de mayodormía, inventario por poner algunos ejemplos). Lo fácil es, ante la ausencia de todo lo anterior, decir que se atribuye al círculo artístico de éste o aquél artista. ¿Dónde están las pruebas? La última restauración, como hemos indicado anteriormente, expresa que se aleja de esas supuestas atribuciones. Si efectivamente así fuese, nos congratularíamos de tener una obra salida de la gubia de tan alto imaginero.
Lo cierto es que estamos ante una talla de subido tono barroco que muestra a Jesús camino del Calvario cargando con la cruz. Debió ser realizada en los mismos años que el Retablo Mayor de Ruiz Amador pues existen elementos como son los ojos de cascarón que posee, que hasta el siglo XVIII no fueron empleados. A esta imagen le acompaña otra que representa a Simón de Cirene conocido popularmente como “el Cirineo”, que igualmente debió ser realizado por las mismas fechas y que ha sufrido diferentes restauraciones como se puede comprobar por los pagos que aparecen en los libros de fábrica entre los que destacamos el realizado en el año 1769 por Juan de Estrada, pintor y dorados de la ciudad de Badajoz por la cantidad de 284 reales.
LA ESCUELA DE MURILLO EN EL HOSPITAL: FRANCISCO MENESES OSORIO
Tuvo que ser restaurado un cuadro conocido con el nombre de Aparición de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago y que no se consideraba más allá del siglo XVIII. Algunas de las fechas de restauración así lo demostraban para los años 1822 y 1856. Sien embargo, tras la limpieza de las diferentes capas de pintura, aparece la verdadera y auténtica firma tanto del autor, como la fecha y el lugar de composición. Se trata de Francisco Meneses Osorio que lo pintó en el año 1698 en la ciudad de Sevilla.
Meneses Osorio fue discípulo de Bartolomé Esteban Murillo. Nació en el año 1640 y fue miembro entre los años 1666 y 1673 de la Academia de Sevilla, mayordomo de ésta en los años 1688 y 1689. Francisco Meneses presentó un concepto inmaculado posiblemente aprendido de su maestro al que imitó en muchas de sus obras.
En el año 1681 asistió a Murillo en el retablo para la iglesia de los Capuchinos de Cádiz y tras la muerte del maestro, Meneses en el año 1682 terminó la obra del retablo de Santa Catalina al que le agregó un querubín, ejecutando cuatro paneles laterales que habían sido diseñados con anterioridad por Murillo.
Otros trabajos de este pintor los encontramos en Sevilla, en el Hospital de la Caridad y en Museo de Bellas Artes. En Osuna una Mater Dolorosa para la iglesia de la Encarnación. Pocos trabajos de él pueden ser ahora identificados por lo que el valor del cuadro restaurado para la ermita de Jesús Nazareno de Montijo adquiere una importancia singular.
Francisco Meneses Osorio murió en 20 de enero del año 1721 y fue enterrado en la iglesia de San Miguel de Sevilla. Respecto al cuadro que nos ha llevado hasta la breve biografía de Meneses Osorio, aparece que fue renovado por segunda vez en el año 1856. En el cuadro se observa a la derecha un apóstol de rodillas, se trata de Santiago con sus discípulos detrás. Adoran a la Virgen del Pilar que se les ha aparecido encima de una columna. En el cielo, las nubes y unos angelotes están colocados alrededor de la Virgen formando una aureola y a la derecha, otros angelotes sujetan una cartela. Abajo en el fono izquierdo, hay una ciudad en el primer término y una inscripción con los nombres de los que aparecen en el cuadro: “Retrato de a medio tamaño de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza como se le apareció a Santiago apóstol y a sus ocho discípulos: Teodoro, Atanasio, Torcuato, Indalecio, Tesifón, Cecilio, Eufrasio e Isisio
En la base de la columna sobre la que aparece la Virgen, se aprecia la leyenda “se renovó por segunda vez en el año 1856”. Es justamente aquí donde al proceder a la restauración aparece la firma de Meneses Osorio, el año y el nombre de la ciudad de Sevilla.
La existencia de una cofradía bajo la advocación de Santiago ha hecho pensar que la obra bien pudiera haber sido originariamente adquirida por la fábrica de la cofradía o de la parroquia de San Pedro donde estaba adscrita. Sin embargo, la falta de documentación a este respecto y la existencia de una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar en la ermita del hospital nazareno, lo que hacen pensar que fuese desde aquí realizada su adquisción. En los libros de fábrica hay varias datas o pagos en el mantenimiento de esta capilla de la que consta no existía imagen y si la restauración de este cuadro que llegó incluso a hacerse con parte del dinero dado por los devotos de la Virgen del Pilar (ver anexos, Tabla IV):
“Iten más en data, los doscientos y dos reales pagados a Francisco Pérez por la limpieza, pintura y renovación del cuadro, altar y retablo de Nuestra Señora del Pilar. Igualmente a un San Jerónimo nuevo. Parte del dinero es obtenido con los devotos de la Virgen del Pilar.”
OTROS MAESTROS QUE HAN TRABAJADO EN LA FÁBRICA DEL HOSPITAL, ERMITA Y COFRADÍA: DESDE LOS HERMANOS ESTRADA A BLAS MOLNER
Podríamos decir que la presencia de estos dos pintores, maestros doradores y escultores, tiene una singular vinculación con la ermita y fábrica del hospital. De Ignacio de Estrada sabemos que pintó en el año 1741 (ver anexos imágenes número 3-4-5) la ermita y su hermano Juan Eusebio Estrada, fue el autor de un magnífico lienzo que actualmente se conserva en la Sacristía Mayor del templo parroquial de San Pedro Apóstol titulado La huida a Egipto que representa este pasaje bíblico. En una composición diagonal José conduce el borrico que lleva a María con el Niño en brazos a través de un paisaje sencillo. En el cielo unas cabezas de angelitos contemplan la escena.
Sobre el lienzo encontramos la siguiente inscripción: Joanes de Estrada regei divi Fernandini Academi Sotius Civitate Pacensis edabat in Iucen Anno, 1755, cuya traducción vendría a ser: “Juan de Estrada durante el reinado de divino Fernando en la academia de Soto en la ciudad de Badajoz [lo] produjo en el año de ley.” Bajo este escrito aparece en la limpieza otro similar que modifica la fecha a 1736. Estamos ante una pintura típica del barroco español, pintada al óleo.
Siguiendo con la línea de maestros que han trabajado para la fábrica, contó con otra importante contribución entre los años 1780-1785. Se trata de un Crucificado (ver imagen número 5) atribuida a Blas Molner, del que tenemos en la parroquia otra obra Santa Ana con la Virgen niña en brazos. Molner fue uno de los escultores de más fama en la capital sevillana aunque de origen valenciano. Es reconocido su prestigio dentro de la imaginería cofradiera de la ciudad hispalense.
El elenco de artistas, maestros doradores, tallistas y maestros plateros (pueden todos ellos verse en el último de los artículos (III) que dedicaremos al hospital ermita Jesús Nazareno dejando desde aquí la puerta abierta con algunos exponentes en la platería.
Manuel Ventura Corchero (1751-1803): hijo del platero Esteban Corchero, nació en julio de 1751. Precisamente de su primera época como maestro platero, labra un cáliz para el hospital ermita de Jesús Nazareno de Mérida. En el año 1799, doró un cáliz y patena para el hospital montijano.
Juan de la Flecha (1750-1837): artista discreto que trabajó en Montijo no sólo para el hospital Jesús Nazareno sino también para la parroquial de San Pedro. En 1826 realizó la compostura de dos cálices por la cantidad de 40 reales. Natural de Llombrea, obispado de León, se desplazó a la Baja Extremadura con sus hermanos, Francisco y Antonio de la Flecha, discípulo de Álvarez Laja. Montijo cuenta con piezas de él consistentes en atriles, guarniciones en plata de misales y leccionarios así como otras obras menores entre las que destaca la citada para el hospital.
No termina aquí ni mucho menos las ricas expresiones artísticas que hoy podemos observar en la ermita Jesús Nazareno que como ya indicamos en el anterior artículo, sigue necesitando de procesos de restauración y reforma, expresiones artísticas que dejamos para una tercer entrega.