POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILO (CÁCERES)
En la falda meridional del cerro Altamira (640 metros de altitud) se sitúa Guadalupe con un casco viejo de casas de arquitectura popular, típicos soportales de madera y balcones decorados con pomos de flores. En la parte baja de la villa subsisten algunas casas de los siglos XIV y XV que forman un conjunto medieval de primer orden que permite hacerse una idea de la población en los días de mayor auge del monasterio.
Antes de visitar el monasterio debe darse un paseo por la ciudad para descubrir su magnífica plaza de Santa María, con viejos soportales, casas de estilo medieval, balcones que han visto el paso del tiempo y de la Historia, y la fuente de los Tres Caños, con pilón.
Además, Guadalupe conserva de su pasado el colegio de Infantes, el hospital de San Juan Bautista u hospital de Nobles, convertido en Parador Nacional de Turismo; el hospital Nuevo o de las Mujeres y el molino de San Jerónimo, ambos de propiedad particular; la casa del Trigo, en la huerta conventual; la casa de Gregorio López, en la calle Sevilla, con fachada renacentista del siglo XVI; y la iglesia Nueva, con una portada churrigueresca, actualmente convertida en auditorio.
De las numerosas ermitas de los alrededores merece citarse la ermita Nuestra Señora de la Cruz del Humilladero (siglo XV), en el camino de Puente del Arzobispo, donde los cautivos y peregrinos rezaban ante la Virgen. Uno de los cautivos más célebres que vino a orar en esta ermita fue Miguel de Cervantes camino del monasterio de Guadalupe para ofrecer las cadenas que le habían tenido preso en Argel. Cervantes habla de Guadalupe en Viaje al Parnaso y en Los trabajos de Persiles y Segismunda. En esta última obra se expresa de la siguiente manera: «Libertad de los cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus prisiones, salud de las enfermedades, consuelo de los afligidos, madre de los huérfanos y reparo de las desgracias…»
En los alrededores hay también dos capillas que en otro tiempo pertenecieron al monasterio y ahora están en manos privadas: el oratorio de Santa María Magdalena, con una imagen del Cristo de Mirabel; y la capilla de Santa Cecilia.
El principal atractivo de Guadalupe, su monasterio, atrae cada año a miles de visitantes, en especial desde que en 1993 fuese declarado Patrimonio de la Humanidad. La Virgen de Guadalupe, desde 1907, se considera patrona de Extremadura y desde 1928 reina de las Españas.
La historia del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe arranca a finales del siglo XIII cuando algunos eremitas se instalaron en el lugar. En 1330 el rey Alfonso XI el Justiciero, hijo de Fernando IV y nieto de doña María de Molina, que rechazó la invasión de los benimerines con la gran victoria de la batalla del Salado, visitó la iglesia de Guadalupe y la encontró tan pequeña y en tan mal estado que mandó edificar una nueva. En 1336 se terminaron las obras de la misma y un año después el rey otorgó territorios al santuario y algunos privilegios que fueron el germen del actual pueblo.
En 1340, después de la batalla del Salado, Alfonso XI regresó a Guadalupe y mandó remodelar el templo con una decoración más suntuosa, construir nuevas dependencias y crear un priorato secular bajo su protección, porque consideraba que debía su éxito en la batalla a la intervención de la Virgen. El priorato de Guadalupe gobernó a los habitantes de la Puebla de Guadalupe y se benefició de la libre circulación de sus rebaños por todos los pastos del reino que se extendía por Castilla, Galicia, parte de Andalucía y Portugal. El priorato desapareció en 1389 al entregar el santuario a los jerónimos. Su primer prior, don Fernando Yáñez de Figueroa, ha pasado a la historia.
Durante cuatro siglos los frailes jerónimos se mantuvieron al frente del monasterio que convirtieron en centro cultural de renombre internacional. Bajo su tutela se construyeron claustros, hospitales, talleres, etcétera. Gran fama tuvo en aquellos tumultuosos días la escuela de medicina de Guadalupe y una imprenta que editó el primer libro impreso de Extremadura. Por el monasterio pasó, en el siglo XV, Cristóbal Colón para entrevistarse con los Reyes Católicos antes de emprender su periplo a las Indias. En su segundo viaje dio el nombre de Guadalupe a una isla de las pequeñas Antillas. En la fuente gótica del monasterio recibieron las aguas bautismales, en 1496, los dos primeros indígenas llegados de América en las naves de Colón.
Sin embargo, la desamortización de Mendizábal, en 1835, terminó con el esplendor cultural del monasterio y la presencia de los jerónimos. A partir de ese momento el santuario quedó en manos de la archidiócesis de Toledo cuyos sacerdotes se hicieron cargo del mismo hasta 1908. En este período el monasterio fue declarado Monumento Nacional (1879).
En 1908 los franciscanos recibieron el encargo de restaurar la vida monástica y las edificaciones y a su mano se debe que hoy podamos disfrutar de este cenobio que figura entre los más hermosos del mundo.
Abierta a la plaza de Santa María una escalera permite entrar en la basílica (siglo XIV) construida por Alfonso XI el Justiciero para conmemorar su victoria en la batalla del Salado. En la entrada dos puertas de bronce (siglo XV), obra de Paolo de Colonia, bellamente labradas con escenas de la vida de Cristo y de la Virgen, presagian la riqueza del interior compuesto por arcadas, ventanas y un rosetón.
Consta de tres amplias naves, de estilo gótico, con elementos mudéjares, reformadas en los siglos XV y XVIII. La capilla mayor muestra mármoles, pinturas (siglo XVII) y un retablo (siglo XVII) labrado en madera, obra de Juan Gómez de la Mora, presidido por la imagen de la Virgen de Guadalupe que se describe más adelante, durante la visita a su camarín. Las estatuas, obra de Giraldo de Merlo, ofrecen al conjunto la delicadeza de su talla. Las pinturas, de excelente factura, se deben a la mano de Carducci y Eugenio Cagés. A ambos lados se contemplan los sepulcros de Enrique IV y su madre doña María de Aragón, con sendas estatuas orantes.
Una verja de hierro (siglo XVI), obra de los padres Francisco de Salamanca y Juan de Ávila, cierra las tres naves. En el centro del altar, a modo de sagrario, está el escritorio de Felipe II (siglo XVI) tallado por Juan Guimin. El coro (siglo XIV), reformado en el siglo XVIII, presenta sillería barroca, trabajada en madera de nogal por el maestro Alejandro Carnicero. Las bóvedas, bellamente decoradas, muestran pinturas (siglo XV) de Juan de Flandes, pintor de cámara de la reina Isabel la Católica. Además, se contempla una talla gótica de la Concepción (siglo XV) atribuida a Guillermín Digante, escultor flamenco. Remata el coro un facistol de bronce (siglo XVI).
A ambos lados del antecoro, dos retablos con lienzos de Zurbarán, muestran las imágenes de san Ildefonso de Toledo y san Nicolás de Bari. Tres órganos contribuyen al servicio litúrgico. El primero se trabajó en 1924, en la Casa Walcher de Alemania, la misma que lo restauró en 1995. Otro órgano (siglo XVIII), barroco, fue restaurado en 1986 y el tercero en 1987.
En el antiguo pórtico del templo se halla la capilla de Santa Ana (siglo XV), gótica, obra de Pedro Alonso. En ella está el sarcófago de don Alonso de Velasco y doña Isabel de Cuadros (siglo XV), obra en alabastro del maestro Egas Cueman. A su lado se alza una pila bautismal (siglo XV), de bronce, obra de Juan Francés. El retablo conserva un lienzo de la familia de santa Ana (siglo XVI), de Pablo de Céspedes.
Esta parte del templo comunica con la capilla de Santa Paula (siglo XV), con bóvedas de cañón, construida sobre la antigua ermita de Guadalupe que Alfonso XI mandó remodelar. Le sigue la capilla de Santa Catalina (siglo XV), de planta cuadra y bóveda de crucería. En el siglo XVIII Manuel de Lara construyó la cúpula. Las estatuas corresponden a Giraldo de Merlo.
La capilla de San Gregorio (siglo XV), con bóveda de crucería, alberga el sepulcro de don Juan Serrano, obispo de Sigüenza y prior de Guadalupe. El retablo (siglo XVII) contiene un lienzo de Pedro de Villafranca. No obstante, la pieza principal, por su belleza y dimensiones, es la sacristía, de planta rectangular y cinco bóvedas de medio punto que descansan sobre pilastras de orden toscano. Las paredes están decoradas por pinturas barrocas al temple de Manuel Ruíz y Juan de la Peña.
La sacristía da paso a la capilla de San Jerónimo con ocho grandes lienzos de Zurbarán pintados entre 1638 y 1645, en Sevilla, con pasajes de la vida de algunos frailes jerónimos que vivieron en el monasterio en el siglo XV. En la pared de la izquierda están La tentación de fray Diego de Orgaz, La visión celeste de fray Andrés Salmerón y fray Yáñez que rehusa humildemente el capelo toledano. En la pared de la derecha La muerte en oración de fray Juan de Carrión, La caridad de fray Martín de Vizcaya y La visión profética de fray Pedro de Salamanca.
El testero lo ocupa un retablo con columnas estriadas y dos cuerpos. El altar lo preside una estatua de san Jerónimo, de terracota, obra de Pedro Torrigiano. La capilla la decoran tres lienzos: en el ático del retablo La apoteosis de san Jerónimo; en el lado derecho Las tentaciones de san Jerónimo; y en la parte izquierda, Los azotes de san Jerónimo, todos de Francisco de Zurbarán, pintor extremeño natural de Fuente de Cantos.
El camarín, situado detrás del presbiterio, aparece decorado con yeserías, jaspes, tallas y pinturas, con una capilla barroca (siglo XVII), en forma de rotonda, obra del arquitecto madrileño Matías Román. Las pinturas al temple (siglo XVIII) corresponden a Pedro José de Uceda. Las hornacinas de los cuatro pilares están ocupadas por sendas estatuas barrocas de ocho mujeres fuertes de la Biblia: María la profetisa, Débora, Jael, Sara, Ruth, Abigall, Esther y Judith, del escultor Pedro Duque Cornejo.
La imagen de la Virgen de Guadalupe, sedente, talla románica en madera de cedro, muestra al Niño sentado en su regazo, formando las dos figuras una serena armonía. El rostro de la Virgen, de color negro, ha suscitado todo tipo de conjeturas y leyendas que se ofrecen para curiosidad del lector a continuación. La Virgen descansa sobre un trono de bronce con decoración de mármoles, columnas y esmaltes que evocan escenas marianas y franciscanas.
Los orígenes de la talla se desconocen con certeza. Algunos códices remontan su presencia al siglo I y atribuyen la misma a la mano de san Lucas. Una de las leyendas asegura que, tras la muerte del evangelista, en Asia Menor, fue enterrado con la imagen. Al trasladar el cuerpo del santo a Constantinopla la imagen siguió el mismo camino y después llegó a Roma gracias al cardenal don Gregorio que vivió en la antigua Bizancio como legado papal de Pelagio II (579-590).
En 590 el papa Gregorio Magno, devoto de la imagen, la sacó en procesión por las calles de Roma para atajar una epidemia de peste. Cuenta la leyenda que al paso de la Virgen la peste remitía al tiempo que aparecía un ángel sobre el castillo que desde ese momento se llamó de Sant Angelo.
Gregorio Magno envió a san Leandro, arzobispo de Sevilla, la imagen por medio de su hermano, Isidoro. En 714 la talla salió de Sevilla escondida en las alforjas de unos clérigos que huían de los invasores árabes. Éstos escondieron la imagen a orillas del río Guadalupe donde permaneció perdida por espacio de cinco siglos hasta que un pastor, vecino de Cáceres, la descubrió en el siglo XIII o XIV. En el lugar del hallazgo se construyó una ermita que, con el paso de los siglos, se convirtió en el monasterio actual.
La visita sigue hacia el claustro mudéjar (siglo XIV) construido durante el priorato del padre Yáñez. De planta semicuadrada recuerda vagamente a los patios de las mezquitas, quizá porque se construyó sobre la antigua plaza de armas. Un templete (siglo XV), obra de Juan de Sevilla, muestra bellos arcos, yeserías y un ataurique.
El jardín, ordenado recientemente, de estilo mudéjar, se debe a las paisajistas Carmen Añón y Laura Martínez que se inspiraron en las lacerías del templo para conseguir un espacio en armonía con el resto del conjunto. Las plantas que componen este espacio de verdor fueron elegidas entre las que simbolizan a la Virgen, según consta en los libros del coro y en los tratados botánicos del siglo XIV.
El monasterio alberga también algunos museos de interés, tales como, el Museo de Bordados, en el antiguo refectorio (siglo XV), con una extraordinaria colección de ornamentos sagrados de los siglos XV al XIX. El Museo de Libros Miniados, en la sala capitular, presenta libros de gran valor tanto por su antigüedad como por sus miniaturas, la mayoría del siglo XVI. El Museo de Pintura y Escultura, en la antigua ropería del monasterio (siglo XVI), conserva importantes obras de El Greco (La coronación de Nuestra Señora, San Pedro y San Andrés), Francisco de Zurbarán, Juan de Flandes (Bautismo de Cristo), Diego de Correa, Francisco de Goya (Confesión en la cárcel), etcétera.
El claustro de la Botica, integrado en la hospedería del monasterio, y la biblioteca, con más de cien mil volúmenes (la más importante de Extremadura), culminan la visita del santuario.
En los alrededores de Guadalupe se encuentra El Carrascalejo (455 habitantes) con la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación (siglo XVI), gótica, con elegante torre.
Cerca de Guadalupe puede visitarse Alía (1.383 habitantes), bella población del valle de Guadarranque que alberga una de las obras mudéjar-religiosas más importante de Extremadura, la iglesia de Santa Catalina (siglo XV), de tres naves, crucero y cabecera poligonal.
La fiesta más importante para los extremeños y extremeñas es el Día de Extremadura, que se celebra el día 8 de septiembre.
Coincide esta fecha con la fiesta de la virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura.
GASTRONOMÍA
Guadalupe es un buen escaparate de la cocina de la tierra. Platos caracterizados por su sencillez y la excelente calidad de sus ingredientes: embutidos ibéricos, ajoblanco, migas (con chorizo, tocino y pan), caldereta de cordero o pollo “a lo padre Pedro”. Los vinos con Denominación de Origen Ribera del Guadiana son el mejor acompañamiento para estas recetas. Una de las fiestas más importantes de La Puebla es la que se celebra en honor de la Virgen de Guadalupe, que tiene lugar cada 8 de septiembre.