LA INFORMACIÓN APARECIDA SOBRE QUE EL SANTO GRIAL ESTABA EN LEÓN HIZO SALTAR LAS ALARMAS DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA A LA ESPERA DE QUE OTROS INVESTIGADORES, COMO LOS QUE LO HAN DADO A CONOCER, MARGARITA TORRES, CRONISTA OFICIAL DE LEÁON, Y JOSÉ MIGUEL ORTEGA, ARROJEN NUEVA LUZ SOBRE TAN SIGNIFICATIVO HALLAZGO
Como sucede en todo hallazgo o descubrimiento consultar las fuentes originales es preceptivo si lo que queremos es que el rigor histórico prevalezca sobre el cúmulo de noticias, la mayoría de las veces sin contrastar, que hora tras hora inundan las redes sociales.
La impactante información aparecida hace unos días en todos los medios de difusión tanto locales como nacionales sobre que el Santo Grial estaba en León y en concreto en la Basílica de San Isidoro, hizo saltar las alarmas de la comunidad científica y en especial de las asociaciones culturales, esotéricas, religiosas y de expertos medievalistas que han propagado la noticia a través de todos los medios a su alcance a la espera de que otros investigadores de prestigio, como los que lo han dado a conocer, Margarita Torres, cronista oficial de León, y José Miguel Ortega, doctores en historia medieval y arte respectivamente, arrojen nueva luz sobre tan significativo hallazgo.
Tanto en el libro, que se presentó el pasado miércoles, titulado ‘Los Reyes del Grial’ (Reino de Cordelia 2014) como y en los folios orientativos que se entregaron la prensa ambos autores dan el nombre de una tercera persona que les tradujo los textos y, según sus palabras “se consideró oportuno enviar a un documentalista a Egipto, a la Biblioteca de la prestigiosa universidad de AL-Azhar. Un viaje que reportó noticias inesperadas (…)”.
Esa tercera persona a la que hacen referencia ambos historiadores, Gustavo Turienzo Veiga, que según sus palabras “no tengo noticias de cuando se presentó el libro ni tengo ningún ejemplar de él todavía”, es doctor en Filología árabe por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de dicha universidad. Profundo conocedor de las relaciones hispano árabes, su tesis doctoral se basó sobre ‘El control de las rutas del oro y los métodos de la navegación comercial, y su relación con el desarrollo histórico de los estados mediterráneos entre el s. III H/ IX d.C. y el primer tercio del V H / XI d. C.’
Turienzo ha trabajado como arabista en la Biblioteca Nacional de El Cairo desde el 2006 año en el que según sus palabras, encontró casualmente y tradujo los dos pergaminos que han dado lugar a la noticia de que el cáliz de Doña Urraca es el de la última cena y está en León.
“Un hallazgo inesperado”
Doctor, ¿podría hacernos una breve descripción de cómo encontró los dos pergaminos que ahora ven la luz en el libro de la doctora Torres Sevilla y Otega del Río?
En el 2006 me encontraba en la Biblioteca Nacional de Egipto haciendo un trabajo de asesoramiento y reestructuración de dicha biblioteca. Digo reestructuración porque los documentos, legajos, pergaminos…, están amontonados en cajas aquí y allá y hay que poner un cierto orden para poder trabajar con ellos. Bien pues uno de esos días de trabajo me topé con un montón de pergaminos de los cuales uno de ellos sobresalía con un nombre Fernan, nada usual en esa lengua. Y digo por casualidad ya que ese escrito emergía como queriendo destacarse del resto. En realidad eran dos pergaminos. El primero escrito por ambas caras daba noticia de que en el s. V de la Hégira en la datación musulmana equivalente al XI en nuestro calendario, en Egipto hubo una especie de crisis climática que provocó una serie de escasas crecidas del Nilo y como resultado un periodo de hambrunas terrible.
¿Qué año sería con exactitud?
Entre el 1050 y 1055 es el nadir de esta hambruna. Eso está contrastado por los textos árabes y cristianos. Debido a esa hambruna el Imán Fatimí, y digo Imán porque no se le puede llamar califa, tomó la decisión de enviar a pedir ayuda a los potentados musulmanes de su entorno dado que la mayoría de sus súbditos seguían siendo suníes. De todos ellos solo sabemos que respondió el Emir de Denia que en contra de lo que se pueda pensar no fue desinteresadamente porque hay que tener en cuenta que la rivalidad con otros reinos taifas era feroz y Denia en especial tenía un comercio muy copioso y rico con Egipto. De esa competencia económica se derivaba el control del oro y de la plata, y los de Denia en concreto buscaban acceder a las rutas del oro y de la seda a través de las terminales orientales. Puesto que el llamado “Camino de los sultanes” que es por donde fluía el oro se había cortado porque la controlaban los pueblos del Sur.
Parece que la forma de agradecer esta ayuda es muy desproporcionada dado el valor del cáliz.
Hay que valorarlo en su contexto. Los potentados árabes como era el caso del imán Fatimí les gustaba la ostentación y ellos además se lo podían permitir, por eso el que enviara un buque cargado de dádiva riquísimas como agradecimiento al de Denia. Sabemos además que esta ayuda que se hizo al Fatimí no era por casualidad o por confraternidad sino que entre ellos ya había tratos comerciales desde hacía tiempo y de índole muy diversa. Y en ese barco, entre las riquezas que trasportaba estaba el cáliz según se dice en este documento.
¿Ese documento que habla del cáliz lo encontró usted por primera vez?
Sí. Realmente fue una pura casualidad. En el 2006 yo estaba trabajando en una de las salas de la que entonces era la Biblioteca Nacional de Egipto, no en la Biblioteca Al-Azahar, otra de esa ciudad, como equivocadamente se ha dicho, entre montones de cajas en las que se cumulaban pergaminos y legajos, porque aunque no está desorganizado queda todavía mucho por hacer, bien, como le decía me encontraba trabajando ordenando pergaminos cuando en una de las cajas vi que sobresalía un documento en el que aparecía escrito el nombre de Frdaland, (Fernando) que me llamó la atención porque no es un nombre que se dé entre los cristianos de Egipto. Pero lo más asombroso es que líneas después aparecía la palabra Liyun, que es la traducción de León.
Vayamos despacio por favor, me dice que en el mismo documento aparece primero Fernando y luego León (Liyun), ¿no parecen demasiadas coincidencias…
En efecto. Así es. Frdaland y Liyun, aunque esta última hay que tener cuidado con su traducción ya que en árabe clásico significa también espárrago.
Naturalmente al contextualizarlo junto al nombre de “Amir Liyun”, difícil sería traducirlo como el “Emir espárrago”.
Cierto y esto ha dado lugar a multitud de anécdotas que ahora no vienen al caso pero que juegan con esta palabra de significado tan dispar.
¿Y qué pensó cuando se encontró con ese texto tan directo, lo copió, lo tradujo lo fotografió?
Lo primero que hice fue lo que se llama un vaciado que no es lo que se entiende comúnmente por hacer un molde de yeso dado que este es un pergamino, lo que hice fue trascribirlo para poder trabajar con él. Es decir, copiar un texto escrito a otro texto escrito que también se llama vaciado. Y a continuación hice una primera traducción muy rápida que me llevó unos diez minutos pero que posteriormente trabajé para que quedase como aparece en el libro.
¿Y eso se lo comunica a la doctora Torres Sevilla?
Así es cuando regreso a España se lo di a conocer y le dije que eso estaba en la biblioteca Nacional de Egipto. Lo que le llamó poderosamente la atención.
¿Escribió usted algo al respecto ante este importante hallazgo?
No.
¿Me está diciendo que uno de los temas más controvertidos de la literatura artúrica sobre el mito del Grial, que muchos historiadores y medievalistas darían un Potosí por publicarlos usted se limitó a darle curso comunicándoselo a una colega suyo?
(Sonríe). Los caminos del Señor son inescrutables. Lo cierto es que cuando yo me fui de El Cairo los documentos siguieron una deriva que ahora no voy a detallar. Y cuando volví a buscarlos los pergaminos ya no estaban en la Biblioteca Nacional de El Cairo sino en la de Al-Azhar, también en esa ciudad.
Eso quiere decir que otras personas andaban detrás de ellos…
Si, había muchas personas interesadas en ellos tanto españolas como extranjeras dispuestas a cobrar la pieza.
¿Sabían entonces los especialistas que los textos estaban ahí?
Desde luego había alguien que debía conocer ese documento porque como le digo cuando volví a consultarlos ya no estaban en la Biblioteca Nacional. También cabe la posibilidad de que esos documentos pertenecieran a Al-Azhar y fueran trasladados temporalmente a la de El Cairo. No lo puedo asegurar lo que sí puedo asegurar de que existía un viento de búsqueda desde hacía años y eso los llevó hacia otro lado.
¿Y cómo llegan a León las copias?
Lo pongo como dije en conocimiento de Margarita Torres y ella lo mueve a través de la Junta de Castilla y León. Se consigue una pequeña subvención para ir a Egipto y eso es lo que he hecho. Por cierto costó Dios y ayuda el poder obtener copias con permiso de las autoridades de aquel país. El resto ya lo conocen por el libro.
¿Qué opinión le merece la autenticidad de los textos?
Que son genuinos del s. XIV. Y como prueba podría solicitarse un análisis de ellos con el Carbono 14, aunque me apresuro a decirle que no serviría de nada porque los textos están tan manipulados y contaminados y han pasado por tantas manos que el Carbono 14 sólo haría que ratificar eso.
¿Alguna prueba de su autenticidad?
Estoy muy acostumbrado a trabajar con textos árabes antiguos y sé fehacientemente que los pergaminos en el Islam y en la Edad Media cuando de querían utilizar para escritura se trataban previamente con agua viva o con lejía que ya se conocía, especialmente cuando se les quería dar un pequeño tinte. Ese es el caso de uno de los dos documentos que ha perdido el tono.
¿Una persona que lea árabe los puede entender a primera vista?
Así es. Para cualquiera que lea ese idioma no le es difícil.
¿Eran más de dos, pertenecían a una serie de varios, qué características tenían?
Para mí son más un apunte que alguien ha tomado para posteriormente hacer un escrito más extenso que un texto pos sí mismo. En una palabra: como si fueran notas que se iban a intercalar en otros escritos.
¿Se sabe con exactitud la datación de esos textos?
La que a mí me han dado verbalmente corresponde a principios del s. XIV de nuestra era. Eso por cuestiones de crítica interna que tengo que hablar con Margarita. Es correcta esa fecha ya que lo indica la crítica interna.
¿Un estudio aislado de ese tema sería demasiado complicado para una sola persona?
Correcto. Como se hace siempre que se trata de textos medievales o de difícil datación hay que consensuar y trabajar desde la historia medieval, la arqueología y la parte de la España musulmana y la España Árabe. Algo que para una sola persona es difícil por no estar especializada en las tres o cuatro materias que se necesitan.
¿Lo raro es que no exista documentación del hecho de la época de las cruzadas y del mito griálico?
No, no es extraño dado que en la época de las cruzadas este tema no se solía mencionar. Un ejemplo es lo de la santa Cruz o lo que quedaba de ella, que en la batalla de Hattín Saladino se apoderó de ella y sus fragmentos han llegado hasta el día de hoy.
Pero lo del lignum crucis es otro mito tan socorrido que con los trozos que dicen que existe se podía hacer un bosque…
Eso no es cierto. Y puedo decirle que si alguien deseara hacer una investigación seria sobre los trozos de la cruz verdaderos que existen, no pasarían de 12. Lo que se entienden como Lignum crucis no solo se refiere a los trozos de madera sino a todo aquellos objetos que han estado en contacto con ella, de ahí el que aparezcan tantos.
Fuente: http://leonoticias.com/