LUIS FERNANDO PALMA ROBLES, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD, ENUMERA TRES PREMISAS TRONCALES: “PRÁCTICAS, EXPRESIONES, SABERES O TÉCNICAS TRANSMITIDOS DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN”
La cohesión igualitaria, unas pautas disciplinarias o la médula antropológica constituyen valores inherentes y forjan la singularidad de la santería de Lucena. Una tradición secular y desbordante que trasciende de la definición aséptica que la reduce a un método de procesionar las imágenes sagradas.
Las influencias malagueñas, el antecedente del correón y su intrínseco dinamismo contornean a una manifestación pública instaurada, progresivamente, desde 1839, en virtud de un acuerdo de la junta de gobierno de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Un compacto bagaje documental y dilatados deseos han inspirado el interés municipal por erigir a la santería como Bien de Interés Cultural (BIC), un reconocimiento que otorga la Junta de Andalucía.
El Ayuntamiento canaliza su pretensión a través de una comisión, dependiente de la delegación de Fiestas, Costumbres y Tradiciones, y que asume la recopilación de información y la redacción del expediente definitivo. Profesional de la comunicación y santero en activo, Antonio Rafael García preside este grupo de trabajo. Prevé la conclusión del informe antes de la finalización de marzo, su pronta tramitación y evaluación y razona que la catalogación como Bien de Interés Cultural significará “el reconocimiento de la santería en Andalucía, como elemento singular y diferenciador, además de un respaldo y una elevación de categoría”.
El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico ha transmitido felices expectativas a la conclusión de la primera reunión institucional y política programada por este órgano integrado también por Antonio Nieto, Manuel Guerrero y el concejal de la delegación promotora, José Pedro Moreno.
El Pleno ratificará la solicitud formal que, posteriormente, el Consistorio enviará a la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico. El plan trazado comprende, asimismo, la obtención de adhesiones procedentes de instituciones y colectivos representativos de la localidad, entre otras, la Agrupación de Cofradías y la Peña El Santero. El presidente de esta última entidad, Eduardo García, remarca que custodian “la raíz y la matriz” de la santería “con la promoción y el mantenimiento de las procesiones infantiles”.
La santería y otras manifestaciones del patrimonio inmaterial de la Semana Santa de Lucena es el título de un prolijo e imprescindible trabajo, encuadrado como referente de este fenómeno social. Su autor es Luis Fernando Palma Robles, académico y cronista oficial de la ciudad. Enumera tres premisas troncales al avalar la congruencia y de esta aspiración: la definición que asigna la Unesco al patrimonio cultural inmaterial, como “prácticas, expresiones, saberes o técnicas transmitidos de generación en generación”; los postulados de la Ley Andaluza de Patrimonio Histórico de 2007 que, al decir de Palma Robles, “cuadran perfectamente con la santería” porque “son una serie de actos rituales y repetitivos de una comunidad”; y la declaración homónima y análoga concedida, en 2017, a la Semana Santa de España.
Palma Robles incide, al examinarla, en el “cúmulo” de rasgos peculiares y en el “proceso identitario” que agrupa a una comunidad y la distingue de las demás. Cita, por su repercusión y consistencia, componentes intangibles como la horquilla –instrumento de hierro donde el santero apoya el trono en las pausas-; o las almohadillas atadas al varal de la parihuela y cuya función es mitigar el desgaste del hombro.
Visualmente, la descripción de la santería exhibe a unos 24 hombres que andan, al ritmo –botao, coleao o maseteao– que imponen varios tambores, sin ocultar sus rostros y ataviados con túnica y capirote. En Lucena, ninguna norma obliga a los santeros a pertenecer, como hermanos, a las cofradías en cuyas estaciones de penitencia participan. Una particularidad que conlleva otra excepción.
La junta de gobierno confía, anualmente, en un manijero distinto la responsabilidad de conformar la cuadrilla que procesiona a cada uno de sus titulares y, en consecuencia, un santero rota, por regla general, cada año en diferentes pasos procesionales. Y otra originalidad más: el manijero, a la vez que transmite órdenes, ejerce igualmente de santero y se coloca debajo del trono.
La cíclica rutina, ya en contextos internos, engloba, con una finalidad primigenia confraternal, las juntas de santeros – en una de ellas, normalmente la primera, el manijero distribuye a sus elegidos en sitios jerarquizados-, donde sus asistentes entonan saetas borrachunas; el refresco, al acabar la procesión; y el gasto que supone el final de la unión temporal.
La potencia etnológica de la santería, para Luis Fernando Palma Robles, es objetivamente rotunda y sólida, puntualiza su naturaleza “interclasista” y matiza, por último, que un santero, forzosamente, no ha de acreditar un rigor religioso oficial, aunque recuerda que, en la segunda mitad del siglo XVII, dos sacerdotes portaban a la Santa Cruz.
El pasado conserva la esencia. La planta sótano de la iglesia de San Pedro Mártir, sede canónica, junto a La Capillita, de la cofradía nazarena aloja una exposición con una nomenclatura vibrante y precisa: La santería, una manera de sentir.
Fuente: https://www.eldiadecordoba.es/ – MANUEL GONZÁLEZ