POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
No importa qué día de la semana sea, pero el día 1.º de marzo de cada año los vecinos de Granda -en el Concejo de Parres- acuden a honrar al Ángel de la Guarda en la capilla de estilo Renacimiento-popular que le tienen dedicada desde el siglo XVI
Diríamos que “es cuando fue”, que dicho así parece una antinomia, pero no. En tiempos pretéritos esta conmemoración era el día 1.º de marzo, pero desde hace pocas décadas la Iglesia la trasladó al día dos de octubre.
La Policía Nacional -que lo tiene como patrono- también la cambió a esta fecha otoñal. En Granda son fieles a sus tradiciones, como en EL Mazucu de Llanes y en algunos lugares de España. La Policía Foral de Navarra también es fiel al pasado festivo de su patrono, el 1.º de marzo. No van contracorriente de nadie, sencillamente son leales cumplidores de un pasado que no desean alterar.
Sencillez, familiaridad, sentimiento. No hace falta más. Típica capilla asturiana, restaurada hace poco más de una década con la importante aportación económica de los vecinos y alguna ayuda de otras instituciones.
Breve y modesta procesión en torno a la pequeña capilla que precede a una misa sobria. Todas estas fiestas de pueblo tienen ese encanto de lo cercano, lo sencillo, lo natural.
Gestos así hacen buena la frase de: “Pueblo pequeño, familia grande”, -que me acabo de inventar- para echar por tierra otra acuñada, más conocida y menos grata.
Estas fiestas rurales dan fe de lo que llamaríamos cohesionadores sociales de la Asturias rural.
Después cada uno se va a su casa. Es día laborable, pero cada cual hizo un hueco en su agenda para reunirse con la familia, amigos, vecinos, invitados.
Alrededor de la mesa familiar representantes de varias generaciones, desde los abuelos hasta los pequeñines que, por edad, aún no bajan al colegio.
Y, así, mientras van pasando platos preparados con esmero durante las horas previas, la tertulia se llena de anécdotas y de momentos gratos.
Horas después, cada uno vuelve a su rutina, a su trabajo, a su deber, a su afición. Un año más se ha cumplido con uno de los ritos festivos del pueblo.
Los tiempos son otros y al invierno aún le quedan tres semanas.
Cada ser humano pertenece a una familia, a un pueblo, a unas tradiciones. Honrarlos es un deber. Defenderlos, una obligación.
Haya sol o sombra, mañana o noche, felicidad o desdicha.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez