POR ANTONIO HORCAJO, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)
La sensatez, la serenidad y el sosiego son tres eses que deben tenerse en cuenta para referirnos a la situación de las pensiones en España, eso que forma parte de manera muy importante en la seguridad social y, con la enorme influencia que tiene en las finanzas públicas así como en el mantenimiento de la actividad productiva por su reversión inmediata al proceso.
He leído un informe del Banco de España, lleno de prudencia, frente a las especulaciones que sobre tan vital realidad están utilizando algunos miembros responsables “en funciones“ con poses teatralizadas que pareciera han debido ser ensayadas frente al espejo, que, como adorno de las palabras, resultan más impactantes en el ambiente buscado, dentro de la ya descarada campaña electoral con la que nos castigan, cada día, la pedantería y la soflama de los futuros candidatos. Creo que, unos y otros, han olvidado que, el de España, es un pueblo maduro. Y que, si quiere ver circo, paga su entrada y se va bajo la lona.
Es muy triste que la responsabilidad a la que están obligados, u obligadas, (aunque sea en funciones) no sea más que un sueño de los ciudadanos, de la sociedad civil en la que radica la soberanía, y en la que tenemos derecho a ser informados, con criterio contrastado, en las instituciones responsables. Aquellas, nacidas para ello, que tienen el deber de cuidar la tranquilidad de los que, sirviendo con responsabilidad a lo largo de su vida laboral, ahora tienen el derecho a vivir con tranquilidad.
Por lo que se ve, la ignorancia del sistema, dejémoslo así mejor que la deliberada ignorancia, les obnubila y no quieren recordar, por conveniencia política, oportunista evidentemente, que uno de los más eficaces resortes para que el mecanismo general funcione, aparte de una política fiscal coherente y justa, que debido al sistema productivo recae, precisamente, es el buen funcionamiento de la Seguridad Social.
La Seguridad Social es uno de los mejores aliados de esa máquina, siempre en movimiento, que conocemos como el mercado de consumo. Y de cuyo buen funcionamiento depende la marcha del sector productivo. Bien sabemos todos que esta marcha equilibrada depende, básicamente, de la dimensión de los puestos de trabajo, pero estos, hoy van en disminución y no parece que sea aconsejable tomar medidas que lo perjudiquen aún más.
Es obvio que los recursos de la Seguridad Social son generados por ese mundo productivo y que prácticamente su cuantía revierte inmediatamente al sistema. Las pensiones son la garantía de la supervivencia de millones de pensionistas que no dejan parar la noria económica, el movimiento constante gracias a la reversión al mercado de lo que reciben y que dedican a realidades como la alimentación, el vestido, la vivienda, la cultura, incluso el ocio, Es decir aquello que hace viva la sociedad civil que formamos todos. Hay un riesgo claro en la intención manifestada por el partido en el gobierno (en funciones) de querer equiparar las pensiones a la evolución del IPC. Es un riesgo muy claro de que puede caerse todo el sistema establecido. Que las pensiones son una carga para las finanzas públicas es evidente, pero es también un mecanismo de ajuste concatenado entre la masa activa y la que ha superado, por edad entre otras causas, ese período de vida activa. Y por lo tanto un derecho irrenunciable de sus titulares.
Es evidente, también, que los partidos políticos, sin el horizonte del sacrificio necesario para fortalecer al país a un medio plazo, están avanzando hacia un oportunismo superlativo de cara a las próximas elecciones que, a lo que se va vislumbrando, no parece que sepan o puedan, dar respuesta positiva a lo que la nación precisa. Es un absurdo mercadeo en el que se pone demasiado en evidencia la falta de una clase política responsable y dispuesta al sacrificio (vemos demasiado voluntarismo y poca sensatez). Que no todo han de ser aplausos, sino reconocimiento de una labor seria y sensata. A muchos de estos argumentos previos ya ha dado respuesta el Banco de España. De su claro dictamen creo que debemos detener la atención en el dato de la deuda actual de la Seguridad Social en un montante que ronda los 50.000 millones de euros, pero, lógicamente, se incrementa el déficit por la hasta ahora amnistía, a la banca privada, de los famosos 60.000 millones que parece que han sido o van a ser olvidados, como se quiere que los pensionistas olviden la incapacidad para resolver el grave problema de su subsistencia futura.
Ante esto parece que el gobierno presidido por el señor Sánchez se encuentra un tanto despistado, acaso deprimido, pero en todo caso inoperante. No tienen claro qué hacer ante el agobio de unas finanzas quebradas, con varapalos, ciertamente protestados con rapidez, como el que acaba de anunciar el presidente de los Estados Unidos en una guerra sin cuartel para tratar de hundir a Europa, devolver a Inglaterra el papel permanente de incordiante y tratar de superar, lo que parece un tanto difícil, al claro desarrollo de la economía china.
Cuánto agradecería España que en lugar de tanto farfullo a que nos tiene acostumbrados cualquier portavoz de los que están en funciones nos diera una nota de sensatez Y de rigor. El ejemplo de que las cosas no van bien no los daba, ahora cuando escribo, el batacazo que ha sufrido la bolsa española, como no se recordaba en más de un decenio. Es la debilitación del tejido productivo, del mundo de la empresa y del trabajo y de no tomarse medidas serias a corto plazo hemos de ver la debacle de los puestos de trabajo. Ojalá me equivoque pero creo que la sensatez y la acción correcta están ausentes en la España actual.
Se amenaza con reducir el gasto -no ya no incrementar las prestaciones ofrecidas, sino rebajar por ajustes- y abrir la puerta, como ya se produce en los países bajos, a la eutanasia para reducir el censo de los beneficiarios de la Seguridad Social que les impide distraer cantidades para la subvención frívola de los próximos, de los adictos, de los que no dudan en votar, a quien se les llena la jaula de alpiste.
Pido disculpas al lector por el caleidoscopio de argumentos que aquí se exponen, pero esa es la realidad al igual que ocurre en la ética, la moral, el independentismo sin respuestas serias, en la que nos estamos moviendo. No adivinemos el futuro. El Pueblo español es un Pueblo maduro.
Fuente: https://www.eladelantado.com/