POR TITO ORTIZ, CRONISTA OFICIAL DE GRANADA.
La conquista de Granada, fue posible gracias al concurso de notables caballeros.
La lista de caballeros valientes que intervinieron con sus gestas decisivas en la toma de Granada es muy larga, pero tal vez con un trío de ases, pudiéramos rendir homenaje a todos. A mí, particularmente me fascina la vida y obra de Hernán Pérez del Pulgar, uno de los siete elegidos por los reyes católicos, para que el día de la Inmaculada Concepción de María del año 1491, entraran en Granada, para acordar con Boabdil, los términos de las capitulaciones y entrega de la ciudad. Éste castellano de Ciudad Real, conocido por el valor de sus hazañas, fue maestro de la guerra psicológica. En 1490, se encontraba asediado por las tropas de Boabdil en Salobreña y los pozos de agua de la ciudad habían sido agotados, se negó a aceptar la orden de rendición del rey musulmán y selló esta decisión arrojando desde lo alto de las murallas el último cántaro de agua. Ganó la batalla subsiguiente y rompió el asedio granadino. Ese mismo año, acompañado de sólo quince caballeros y su escudero Pedro, se infiltró durante la noche en la propia ciudad de Granada cerca de la torre de Bib-Altaubin y consiguió recorrer la ciudad sin ser descubierto hasta llegar a la mezquita principal, hoy Catedral. Aunque no pudo incendiarla, como tenía previsto inicialmente, clavó sobre la puerta principal un cartel, escrito por el propio Pulgar, donde se podía leer el Ave María y a continuación la frase «Sed testigos de la toma de posesión que realizó en nombre de los reyes y del compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles». Tras esto se dirigió a la Alcaicería y le prendió fuego, saliendo a su encuentro la guardia granadina, a la que derrotó en su propia ciudad a pesar de su aplastante inferioridad numérica. Aprovechó entonces la confusión para escapar hasta el río Genil y luego al campamento real de Santa Fe, donde la hazaña le valió la concesión de otro castillo más en su escudo y el derecho a ser enterrado en la futura catedral de Granada, que sería construida sobre la antigua mezquita.
BOABDIL ENTREGA LAS LLAVES Y ALGO MÁS
En el mismo día 2 de Enero de 1492, fecha de la recepción militar de Granada por los Reyes Católicos, éstos, a propuesta del Infante don Juan, presunto heredero de la corona, nombraron por Capitán General de dicha Ciudad y Reino a don Iñigo López de Mendoza, segundo Conde de Tendilla, a quien, según refieren algunos historiadores, Boabdil entregó una sortija de oro, que tenía grabado un sello ó timbre, con las palabras arábigas «LA ALÁH ILE ALÁH E BAN ABEN ABÍ ABDALÁ», que significa: “No hay más Dios que Dios; este es el sello de Aben-Abi-Abialá”. Al quitarse Boabdil la sortija del dedo donde la ostentaba, dijo al Conde de Tendilla: “Con este sello se ha gobernado Granada; tomadlo para que la gobernéis, y Dios os haga más venturoso que a mí”.
FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
Fiel a la causa isabelina, inició la carrera militar que le correspondía a un segundón de la nobleza en la Guerra de Sucesión Castellana. Pero fue en la larga Guerra de Granada, donde sobresalió como soldado en el asalto de Antequera y en el sitio de Tájara donde demostró dotes de mando, así como ingenio práctico al idear una máquina de asedio hecha con las puertas de las casas para proteger el avance de las tropas. Pero las acciones que más lo distinguieron fueron las conquistas de Íllora, Montefrío, donde mandó el cuerpo de asalto y fue el primero que subió a la muralla a la vista del enemigo. También Loja, donde hizo prisionero al monarca nazarí Boabdil que se entregó tras pedir piedad para los vencidos y moradores. Acompañado de Gonzalo Fernández de Córdoba, a quien terminaría considerando su amigo, se presentó ante el rey Fernando y se arrojó a sus pies. Doña María Manrique y Figueroa, viuda del Gran Capitán D. Gonzalo Fernández de Córdova, al otorgar su testamento el 7 de Junio de 1527, nombró por albacea y tutor de su nieto D. Gonzalo, Duque de Sessa, a D. Iñigo Manrique, (su primo), señor de Frigiliana, Alcaide y Capitán de Málaga, Corregidor de Granada. Éste señor fue quien a las cuatro horas de haber muerto su prima, la viuda del Gran Capitán, ordenó que por el pasadizo que comunicaba la casa de D. Gonzalo Fernández de Córdova con el convento de San Francisco, pasasen al Monasterio el cadáver de aquella señora, poniéndolo seis frailes de la Orden en la misma tumba del Gran Capitán, que estaba delante del Altar Mayor, sitio en donde estuvieron en depósito hasta que se terminaron las obras de la Capilla Mayor de San Jerónimo y a ella fueron llevados los dos ilustres cadáveres el año 1552.
FUENTE: CRONISTA T.O.
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