LA TABERNA DE LUIS DÍAZ, PARAISO PARA EL TACONEO.
POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Falta poco para la llegada de la Feria y Fiestas Patronales Montijo 2023. El jueves 7 de septiembre los cielos se verán traspasados e iluminados ante la llegada de una de las fiestas más hermosa y querida.
Será entonces, cuando el aire se vea cruzado y prenda el primer fogonazo, el instante exacto que anuncie que la Feria y Fiestas de nuestra Patrona han comenzado. Las fiestas de la Virgen de Barbaño se celebran desde tiempo inmemorial. La unión entre esas fiestas y la feria de ganado comenzó en 1862. Del 7 al 11 de septiembre serán días para la diversión y el descanso.
Hoy camino por los pasillos de la memoria, llegando a los territorios cercanos al Salón Moderno del maestro Modesto Cabezas, el Parque Municipal, la calle Isaac Peral y El Molino. Allí aparece esta puerta que acogía al Bar Tupi, conocido más popularmente por la Taberna de Pichón que regentaba su propietario, Luis Díaz. Unos farolitos de papel, la barra y algunas mesas con sillas de tijeras acogían a la clientela ávida de diversión y olvido de la dureza de aquellos años. Aquello, dicen los que lo disfrutaron, era calidad de vida y cultura del ocio y festejo. Aquello eran Ferias.
Bastaba una botella de vino y unos altramuces de aperitivo para dar culto a la juerga en aquel templo del bueno de Luis Díaz que está en los cielos. En su bondad ofrecía a su distinguida clientela, en el suelo de su establecimiento, un espacio cubierto de madera, antiguo foso para reparar vehículos, como tablao para el taconeo flamenco. A palo seco, sin música, sin guitarra, sólo palmas y baile. Tacón y punta de pie. Menudo arte y artistas que se entregaban a ello. La compañía montijana Brisas Extremeñas tenía excelente bailaores que acudían a este establecimiento tabernario. Y es que un trago de vino o varios tragos, hasta el apura que te llene, reinventaba la vida.
Luis Díaz llevaba la taberna junto con el arreglo de zapatos y el oficio de pregonero del Ayuntamiento. Oficio perdido desde el recuerdo. Acudo hoy a uno de sus muchos pregones: “Se hace saber de parte del señor alcalde, que se ha perdido una cadena de oro con una medalla que dice, a nuestra hija Manolita, al que la devuelva se le gratificaraaa”.
Hago memoria colectiva de aquellos templos tabernarios: “La Celestina, Manolito Jiguero, Lorenzo el enterraó, El Basero, La tía Tornija, El Mimbrero, Alfonso Cruz, El Galgo, Josefa la de la estación, Periquín, Tomás Pedraja, Villares, El Colorao, Las cinco casas, La Parra, Silva, El Capitán, El Hoyo, El Furraquín, Pichón… y muchos más”.
Luis Díaz fue un artista de la tiza contabilizando lo consumido. Como anécdota dejo ésta que habla de la calidad humana entre tabernero y cliente: Luis Díaz contemplando un cortejo fúnebre camino del Cementerio Municipal. Al percatarse que en el grupo de familiares, amigos y acompañantes del difunto iba Germán Núñez, que resultaba ser deudor del establecimiento, Luis Díaz no se calló ante el silente cortejo: “Adiós Germán Núñez, te recuerdo que tienes aquí diecinueve pesetas”. La respuesta por parte del deudor no se hizo esperar: “Pues déjalas ahí que ahora no me hacen falta”. Enjundia de un saber estar. Hoy hago feliz memoria de todo ello. Historia viva de personajes de nuestro querido Montijo.
