POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La religión es la televisión, la televisión va a misa y son los presentadores de la tele obispos plenipotenciarios que ofician en un altar que, ¡ay!, engorda más que la sotana y la casulla. La imagen en pantalla engorda un cinco por ciento; es un engorde virtual pero discrimina en realidad porque el sobrepeso está mal visto y por eso quien vive de mostrarse en el plasma debe pesar un cinco por ciento menos de lo saludable. No en vano, cuando nos encontramos a esa gente en carne y hueso, delgada de más, la identificamos como famosilla, está delgada para que las pantallas de la televisión le hagan justicia, está flaca porque lo exige el guión, el telediario y la audiencia, y, en el colmo de la perversión, la imitan sus admiradores comiendo poco, por si las candilejas. Lo extraño es que nadie haya inventado todavía esa lente convexa, un filtro greconiano que estilice.
Fuente: http://www.lne.es/