POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En mi localidad desde tiempo atrás había varias tabernas, bares y colmados, donde se servían copas de vinos y licores, «café de cebada, de olla» y, en algunos, como el de Domingo Pérez y Sofía Poveda, se servían comidas y se les daba alojamiento: hacía las veces de «posada y fonda».
Sin embargo, en la plaza del Ayuntamiento, junto a la botica y barbería de Rafael y su cuñado Joaquín «El Caracho», estaba emplazado el café-bar «El Pío».
Los ‘parroquianos’ que acudían a las misas y novenas, se acercaban, a la salida de la iglesia, a dicha cafetería, adonde también concurrían las personas que esperaban a que el barbero les afeitara o cortara el pelo. Como ambos edificios eran colindantes, cuando les llegaba el turno, les avisaban y salían de la taberna.
Allí, en el corazón de la plaza Mayor, se efectuaban tertulias culturales y, sobre todo, de agricultura, ganadería y de sociedad; de esa manera se ponían al corriente de cuantas curiosidades le ocurrían a los vecinos.
Dichas tertulias tuvieron por precursor al maestro Juan José Ripoll y coordinaba un mantenedor de lujo, el insigne médico Joaquín Moreno Sánchez; hasta que se marchó a Valencia a ejercer de médico forense, en la comarca de Ayora.
También colaboraron en la programación y desarrollo los cuatro primos hermanos: Joaquín Carrillo Martínez (mayor), Gabriel Carrillo López, José Moreno Carrillo y Blas Carrillo Moreno. Que se encargaban de confeccionar un orden del día y de que se guardaran las composturas durante sus discusiones y comentarios.
Así en el corazón de la plaza del Ayuntamiento, «El Tío Pío» tenía un café-bar al que se accedía por medio de seis peldaños. Por tal motivo, las personas mayores y limitadas físicamente, lo tenían muy difícil para acceder al lugar de las tertulias y cafetería. A muchos de ellos los sentaban en sillas o mecedoras y, entre cuatro jóvenes, les subían por las escalinatas al recinto.
Ni que decir tiene qué, para marcharse, tenían que hacer la misma operación. Allí, sobre unas mesas de mármol, los tertulianos se tomaban su café o unas copas de vino o licores. A veces, en dichas mesas se jugaba a la baraja o al dominó.
A la entrada, tenían un panel de madera donde anotaban los temas a tratar y quien sería el moderador. Sí, aunque todo se programaba, cuando ocurría algún suceso trascendental, en el pueblo o su comarca, se aplazaba el tema marcado en el orden del día.
En la época de los años 1920 al 1936, en España y mi localidad los problemas socio políticos hacían que la población estuviera enconada. Con frecuencia, las discrepancias eran notorias y, en una tertulia celebrada en el año 1932, las voces eran un clamor.
En dicha tertulia estuvieron los siguientes vecinos; a saber: Isaías Garro Valiente, Juan José Vicente( el barquero), Martinico (el de la tía Joaquina), Ernesto Ríos Torrecillas y su hermano Pepe, Gumersindo Cascales Carrillo y sus hijos Gumersindo y Consuelo (la única mujer que participaba), Joaquín Moreno Tomás (el tomate) y su hermano Ángel, Salinas (el chinares), Tomás Tomás y Tomás (el de Paco el Cojo), Pitusa ( el del Moreno de la carne), Pepe Carrillo Hita y Álvaro Abenza.
Unos veían que la solución de los conflictos solamente la podían resolver los republicanos; mientras otros opinaban todo lo contrario. El ambiente comenzaba a resultar irrespirable y, como consecuencia, se armó un tinglado que no había quien lo arreglara.
El descontento era general y, en el año 1936, el Tío Pío cerró las puertas al público, tras 50 años de atención a sus clientes y tertulianos; y ya no se abrió nunca jamás.