POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Se cumplen estos días los 251 años del nacimiento de Julián Antonio Noriega de Bada y Llerandi (7-III-1769) hijo natural del juez del concejo de Parres y de su criada, María Manuela de Llerandi y la Iglesia.
La familia de María vivía en el pueblo de Castañera, hoy parte del casco urbano de Arriondas.
María Manuela había nacido en 1729 y vivió con sus padres y, al menos, otros siete hermanos, en la aldea de Vegarredonda, próxima a Lago-Vallobil, en el concejo de Parres.
María trabajaba al servicio de una familia residente en Bada, concretamente en “La Pedrera”, una casona del siglo XVI con elementos de tradición renacentista, tal vez la más antigua del concejo.
En “La Pedrera” habitada Manuel Francisco de Noriega Pérez de Estrada, juez por el estado noble del concejo de Parres, viudo desde hacía más de dos décadas.
Juez y criada ya habían tenido otro hijo siete años antes, cuando Manuela tenía treinta y dos años, y el juez cincuenta y nueve.
Ambos hermanos convivieron con sus otros cinco medio hermanos en la citada casona de La Pedrera, y fueron reconocidos en el testamento que su padre redactó cuando éstos tenían 13 y 6 años, respectivamente, además de encargarle a Diego Noriega -como hijo que heredó el mayorazgo- que cuidase y mantuviese a sus hermanos.
Antonio estudiará en Oviedo hasta los dieciséis años y, después, en Madrid donde obtendrá una beca del Seminario Catedralicio para estudiar bachillerato.
En poco tiempo, el joven parragués ascenderá rápidamente en su vida laboral y dedicaciones, llegando -con sólo veinticinco años- a ser el hombre de confianza de Manuel Godoy, quien le encargará los asuntos financieros y le nombrará tesorero cuando el mismo Godoy llegue a ser primer ministro, de forma que Antonio despachará con frecuencia con los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma.
Como ya comentamos en otras ocasiones, a Antonio se debió la «Real Fábrica de Hoja de Lata de Fontameña», en Prestín.
La corriente desamortizadora que venía de Francia había intentado instalar una fábrica de hoja de lata dentro del monasterio de San Pedro de Villanueva pero, el industrial, escritor y sacerdote don José Vicente Pereda, consiguió que -en 1802-, la “Real Fábrica Nacional de Hoja de Lata” fuese una realidad en la finca de Fontameña (fuente amena), siendo él mismo nombrado director; asimismo, escribió y presentó, en 1811, una “Memoria” sobre la utilidad de establecer en Asturias las fábricas de moneda de calderilla decretadas por las Cortes. Cierto es que el tesorero del primer ministro Manuel Godoy, Antonio Noriega de Bada, influyó notablemente en esta decisión de que se levantase la fábrica de hojalata en el concejo de Parres, que le había visto nacer.
La fábrica de hojalata fue totalmente destruida por las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia, en el año 1809, cuando los franceses entraron en Asturias
La vida de este parragués -gran amigo de Jovellanos- ha sido verdaderamente apasionante -con un trágico final, a los 39 años. Era el 16 de diciembre de 1808 cuando las turbas le sacaron de la prisión en la que estaba y -acusándole de colaboracionista con las tropas francesas que habían invadido España- fue linchado y cosido a puñaladas, y su cuerpo fue arrastrado por una pendiente próxima al río Guadiana, en la Puerta de Palmas, en Badajoz.
Tras un minucioso estudio biográfico de investigación, Juan Ignacio Noriega Iglesias publicó el libro “Antonio Noriega de Bada, un asturiano pintado por Goya”, libro que vio la luz en 2009 con motivo de la estancia durante un año del retrato de Antonio -pintado por Francisco de Goya- en el Museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo, antes de regresar a su habitual residencia en la National Gallery of Art, en Washington. También Goya pintó otro retrato de Francisca Vicenta Chollet y Caballero, esposa del parragués, el cual se encuentra en el Norton Simon Museum, en Pasadena (California).
María Manuela -madre de quien había sido bautizado como Julián Antonio- vivió desde Castañera el increíble ascenso social, político y personal de su hijo, así como su posterior caída en desgracia y trágico final.
Llegar a los ochenta y un años de vida hace más de dos siglos era alcanzar una avanzadísima ancianidad, y la que llamaban “La Tesorera” (por ser su hijo Antonio el Tesorero Real en la Corte) dejó constancia de sus últimas voluntades, mientras las tropas napoleónicas llegaban a estas tierras por aquellas fechas.
Dispuso María que deseaba ser sepultada en la iglesia de San Martín de Cuadroveña, donde su hijo Antonio había recibido el bautismo cuarenta y un años antes y -como escribe el antes citado Juan Ignacio Noriega- designó a dos albaceas testamentarios.
María Manuela falleció el día 17 de agosto de 1810 y fue sepultada en el primer tramo de esa misma iglesia, donde sus restos descansarían hasta que la misma fue destruida en 1937, levantándose en el mismo lugar la actual capilla de Ntra. Sra. del Carmen, ya en 1959.
Era párroco en 1810 Josef Vázquez Prada, el cual escribió el asiento de su defunción en la forma como se hacía hace más de dos siglos y que -en la actualidad- se transcribiría así:
“En el año de mil ochocientos diez, a diecisiete días del mes de agosto, falleció Dña. María Manuela Llerandi -alias “La Tesorera”-, de estado libre, natural de la parroquia de San Juan de Parres y vecina que fue del lugar de Castañera, término de esta parroquia de San Martín de Cuadroveña.
En su mocedad tuvo con D. Manuel Noriega -vecino que fue de dicha parroquia de San Juan de Parres- dos hijos naturales, el uno D. Antonio Noriega, ya difunto, y Tesorero que fue del Reino, y D. Francisco, ausente en los reinos de Andalucía.
Hizo testamento ante D. José González Toraño, escribano de número de este concejo, y dejó por heredero a su hijo D. Francisco.
Dejó las mandas forzosas de Jerusalén, y un legado pío a la fábrica de esta expresada Iglesia de San Martín de Cuadroveña, de un cuartillo de aceite de comer, semanalmente y a perpetuidad, para la lámpara, sobre todos sus bienes y herencia. Nada dejó al Real Hospicio. En su enfermedad -que fue de cortas horas- sólo recibió la primera unción.
Su cadáver fue sepultado el día 18 del mismo mes en el primer tramo de esta expresada iglesia, y para que conste como vicario de ella lo firmo dicho día 18 del expresado mes y año”.
Firma: José Vázquez Prada.