POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
En el corazón de la España despoblada, Cobeta tenía en 2015 un total de 150 habitantes. En las últimas elecciones de abril, votaron 82 personas. Y niños, hay pocos. Esto quiere decir que el despoblamiento se acelera, y lo que fue un éxodo masivo a las ciudades en la segunda mitad del siglo XX, ahora al iniciar el XXI es ya un agotamiento poblacional por simple evolución biológica: los viejos se mueren, y nadie los reemplaza.
He viajado de nuevo a Cobeta, donde miro y anoto. Que yo sepa, no tengo amigo alguno de allí, y es cosa rara, porque en casi todos los pueblos de la provincia tengo algún conocido. Espero que al menos me queden lectores. El pueblo se asoma a un hondo valle que baja hacia el pintoresco de Arandilla, y escoltada de pinares y prados, la villa de Cobeta, en la sesma del Sabinar, ya en el límite occidental del Señorío de Molina, tiene todavía un aire riente en los buenos días del otoño.
Le viene su nombre de la torre o cubo que siempre vigiló su caserío. Como una comarca del viejo Reino de Castilla, la “Tierra de Cobeta” tuvo existencia real del siglo XII al siglo XIX. A inicios de este, con el nombre de “partido de Cobeta” formaba parte de la Intendencia de Soria, en lo que entonces se denominaba “Castilla la Vieja”. Tras la reordenación de las provincias españolas por el liberal Javier de Burgos, en 1833 (división provincial que se ha mantenido intocable desde entonces) Cobeta pasó a pertenecer a la provincia de Guadalajara.
La más remota historia pone su origen en le repoblación cristiana de la zona, perteneciendo desde un principio al territorio del señorío de los Lara, gozando de su Fuero. En algún sitio he leído que en 1153 don Manrique y su esposa doña Ermesenda donaron Cobeta al Cabildo de la Catedral de Sigüenza, pero no lo veo muy lógico, porque la realidades que durante el siglo XII y casi todo el XIII, este lugar estuvo incluido en el Común de Molina, siendo en 1292 cuando, por testamento de la señora del territorio, doña Blanca Alfonso, pasó por donación a pertenecer al monasterio de monjas cistercienses de Buenafuente del Sistal, junto a sus anejos del Villar y la Olmeda.
En el siglo posterior, concretamente en los mediados del XIV, un caballero denominado Francisco de Tovar se adueñó de […]
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