POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

La obesidad, que afecta tanto a los hombres como a las mujeres, tiene mucha más incidencia en éstas, en la proporción del 80 al 20 por ciento; al menos en el índice de preocupación y por tanto, de consultas. De todas ellas, ahora voy a tratar de la repercusión en las mujeres, unas acuden al Endocrinólogo, al Médico, al Nutricionista o al Sanador.

La persona que está gruesa y, sobre todo, la que se siente con unos kilos de más y se rebela contra su cuerpo, viven en una zozobra continua y hacen un peregrinaje a veces intermitente, para consultar a los expertos.

Entonces qué: Dr.: he cogido unos kilos de más y me siento incómoda. Además, cuando salgo con mis amigas, me encuentro acomplejada al comprobar que ellas gastan unas tallas de ropa inferiores a las mías y que además, me siento con un apetito que me es difícil controlar.

Así nos lo cuentan de entrada y, si les acompaña la madre, la hermana o una amiga, todo el entorno participa de dicha preocupación.

A lo largo de un penoso peregrinaje, unos cinco o seis años de consultas, dietas, tratamiento y estudio, observamos que entre un 85-90 %, no han perdido peso e incluso han engordado, tal y como ocurre con el 50% de las encuestadas, según estudios de la doctora Aarnol.

Se esfuerzan en contarnos que han llevado la dieta a rajatabla y se encuentran descorazonadas, al contemplar que se han gastado un dineral en dietas y visitas a profesionales y total, para nada.

Como médico, soy consciente de esa preocupación y, sin quitarle importancia les digo: ¿Ustedes creen que llevan una dieta adecuada? y, sin embargo pocas la cumplen, según estudios de Ferrán Adriá, quién considera que cada individuo precisa una dieta personalizada, teniendo en cuenta todas las circunstancias que concurren en cada caso. Además, creéis que engañáis a la báscula y sin embargo, no podéis engañar al estómago y, mucho menos, al cerebro.

Dr. entonces ¿por qué no pierdo peso? Sencillamente, porque el hipotálamo tiene su propia agenda y, al cerebro no se le puede engañar.

El Profesor Grande Cobián llegó a decir que nada está prohibido si se come con moderación. En alguna ocasión utilizaba esta expresión:»Sí, debemos comer de todo, pero en platos de postre».

La propia preocupación nos puede abocar a padecer cuadros ansiosos o depresivos, con el agravante más veces de las deseadas, de que aparezcan problemas de anorexia o de bulimia.

Sí, después de haber pasado cinco o seis años, con grandes altibajos y algunas intermitencias sin haber perdido peso; a pesar de sus enormes sacrificios, les ordeno una dieta pero, explicándoles unas fases importantes del ciclo vital de nuestro organismo:

1. A) La báscula no tiene la última palabra. Sí, las dietas bajas en calorías nos hacen perder musculatura y, la masa muscular pesa más que la grasa; por lo que la pérdida de peso nos depara una alegría engañosa.
2. B) Hay que huír de las situaciones de estrés. Como las dietas incontroladas ponen el sistema hormonal «patas arriba», pueden ocasionar amenorrea (desaparición de la menstruación) y, por consiguiente, se pueden provocar estragos en el sistema inmune.
3. C) El peligro de las grasas

Todas las grasas no son iguales y deben ser controladas ya que el tejido adiposo quema gran cantidad de calorías y, estas, son precisas para mantener el calor corporal.

1. D) Nuestro cuerpo no nos ayuda

A veces, podemos interferir en nuestro metabolismo y, como consecuencia, desestabilizar nuestro organismo y no basta con saltarnos una comida o dejar de tomar un alimento determinado, porque podemos ocasionar un síndrome metabólico en el que se ven alteradas varias constantes de nuestro organismo, tales como el colesterol, la glucosa, les transaminasas y alguna otra constante vital.

1. E) conseguir un punto de ajuste

Sin lugar a dudas, debemos ajustar la cantidad de calorías que ingerimos y las que gastamos y, para tal menester, debemos entender las demandas de nuestro cerebro. El nos avisa cuando debemos comer y qué cantidades y, también, cuando debemos dejar de comer, con el fin de evitar la sobrecarga de calorías.

Sin lugar a dudas, nuestro cerebro nos ajusta cual es el peso adecuado, teniendo en cuenta la edad, sexo, altura, envergadura, así como el gasto calórico que se produce en nuestro organismo, según el tipo de trabajo.

No cabe duda que nuestro cerebro no nos engañará nunca. Hagámosle caso.