LA UNDÉCIMA CONDESA DE HUMANES Y CASTILLO DE LOCUBÍN
Mar 27 2019

POR MARIA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN)

Mª de la Encarnación Eraso-Aranda e Infante. XI Condesa de Humanes.

Introducción

Cuando se intenta penetrar en la vida de María de la Encarnación Eraso-Aranda e Infante, Grande de España, condesa de Humanes y señora del mayorazgo de Fernando de Aranda, no se puede obviar ninguno de los acontecimientos de esa “era conflictiva” que fue el siglo XIX, porque todos ellos le afectaron de una manera o de otra. Incluso los ocurridos antes de su nacimiento (25.3.1845) en las primeras décadas del siglo, porque en ellos tomaron parte relevante las dos personas que más van a influir en su vida y formación, sus dos abuelos sobre todo el materno a cuyo cargo estuvo desde que, a los cuatro años quedó huérfana de padre.

Ambos, Rodrigo de Eraso-Aranda y Facundo Infante, intervinieron muy jóvenes en la Guerra de la Independencia y más tarde, tras la muerte de Fernando VII, colaboraron activamente en el paso del Antiguo Régimen al Nuevo, a la monarquía constitucional de Isabel II.

Durante gran parte del reinado isabelino (1833-1868) Infante ejerció las más altas magistraturas, tanto políticas como militares. No así hacia su final que, como en los seis años siguientes al destronamiento de Isabel II, no intervino directamente en política. Solo trabajaba en los cargos que le eran designados, inherentes a su categoría de teniente general.

Una vida, la de Infante, muy rica en experiencias de todo tipo y en las que tuvo que conocer y tratar, a las más interesantes personalidades de la época. Conocimiento y trato que María de la Encarnación debió compartir en los largos años que vivió junto a él, desde los cuatro hasta cumplidos los veinte y ocho.

A la muerte de Infante a fines de 1873, Rodrigo de Eraso-Aranda, décimo conde de Humanes, ocupará su puesto al lado de la nieta que vivirá, junto a él, los inicios del periodo histórico conocido como la Restauración.

Y éste, el de la Restauración, será el marco político en el que María de la Encarnación, Condesa de Humanes desde 1882, vivirá hasta el final de sus días.

Treinta y tres años, en los que repartirá sus estancias en Madrid, en la corte a la que le atan, como Grande de España, obligaciones protocolarias, con visitas cada vez más largas y frecuentes a Castillo de Locubín, población a la que, como le ocurrió a su antepasado, el fundador del mayorazgo Fernando de Aranda, se va a sentir atada por el corazón.

Muere la undécima condesa el año 1917, el mismo año que muere el “turnismo”, el sistema político, que había sido la médula de la Restauración, y el mismo año que terminan de conformarse políticamente las nuevas fuerzas sociales del país y que se prevé además el final de la Primera Guerra Mundial, que va a cambiar con la Paz de Versalles (26.6.1919) el mapa y la política de Europa. Se ha dicho que es entonces cuando termina el siglo XIX.

Infancia y juventud de María de la Encarnación antes de heredar el condado

María de la Encarnación-Milagro, Dolores, Eugenia, Manuela de Eraso-Aranda e Infante, Escobedo, Valverde, Salazar, Carvajal y López de Mendoza, nace en Madrid el 25 de marzo de 1845. Sus dos primeros nombres corresponden a la onomástica del día. El Milagro de la Encarnación del Hijo de Dios, los otros se deben a su abuela paterna (Dolores), su madre (Eugenia) y su padre (Manuel).

La fecha de su nacimiento coincide con el juramento de la Constitución moderada de 1845 por la jovencísima reina Isabel II, que había sido declarada mayor de edad año y medio antes, al cumplir sus trece años. También fue manipulada Isabel II en su casamiento, a los 16 años, que fue desgraciado para ella y para España.

María de la Encarnación, huérfana de padre a los cuatro años de edad, quedó con su madre bajo la tutela y cuidado del padre de ésta, Facundo Infante, importante militar y político al que ya nos hemos referido y del que seguiremos tratando porque, junto a él, vivirá Encarnación acontecimientos importantes.

Facundo Infante.

En 1849 Infante había vuelto ya de Portugal donde se había exiliado a la caída y destierro de Espartero en 1843 y subida al poder de los moderados, liderados por Narváez general, que como Espartero, se había distinguido en la guerra carlista.

En una de estas ausencias un gobierno moderado, que quiere recuperar a los menos exaltados de los progresistas llama a Infante, a quien se le restituyen todos los cargos y honores y se le asciende a teniente general.

También se le designa senador vitalicio por Real decreto de 6 de octubre de 1849 en la categoría de tenientes generales de ejército. Y, como senador, va a desarrollar Infante una encomiable labor, entre la que se cuenta un proyecto de ley para regular las concesiones de caminos de hierro para ferrocarriles.

María de la Encarnación. XI Condesa de Humanes. La Restauración. El Castillo de Locubín

María de la Encarnación de Eraso-Aranda Salazar e Infante sucede por Real Carta de 22 de agosto de 1882 a su abuelo paterno Rodrigo de Eraso-Aranda y Salazar el X Conde de Humanes, fallecido en Jaén el 5 de mayo de ese año, y dada la educación recibida no tarda en hacerse cargo de las responsabilidades que sus títulos y señoríos llevan anejos.

Comienza el año siguiente con un viaje a Humanes, cabeza del condado y del señorío de Mohernando que, en todo el siglo XIX, no había recibido visitas de ninguno de sus condes titulares. El 21 de mayo de 1883 asisten, Encarnación y su marido Manuel, a la primera misa de un joven sacerdote vecino de Humanes nombrado párroco de su iglesia, como patrono de ella, y padrinos del oficiante, cuya carrera habían costeado.

Lazos religiosos son lo único que unen a los condes con el antiguo mayorazgo, ya que todo el patrimonio familiar por sucesivas ventas de los últimos condes, sobre todo del IX, habían pasado a engrosar los bienes de sus anteriores vasallos.

El año siguiente pierde María de la Encarnación a su madre, con la que siempre había estado tan unida.

Eugenia Infante muere el 13 de marzo de 1884, tras haber vivido acontecimientos muy importantes de la Historia de España al lado de su padre, el prestigioso militar y político Facundo Infante, junto al cual conocería, lo mismo que su hija, a personalidades muy interesantes de la época. Por ejemplo a Concepción Arenal, a la que se considera el exponente máximo del cristianismo inserto en la revolución del 68.

La muerte de Eugenia Infante haría retrasar a los condes su visita al mayorazgo de Fernando de Aranda, situado principalmente en tierras de Castillo de Locubín.

Todo este segundo periodo de la Restauración la XI Condesa de Humanes, tanto cuando vivía su marido como al quedar viuda, repartía su tiempo en estancias alternativas entre Madrid, donde les retenía, como Grandes de España sus obligaciones en la Corte y la población del Castillo de Locubín, donde quedaban gran parte de las tierras del antiguo mayorazgo del capitán Fernando de Aranda. Y donde existía un misterioso atractivo que supieron apreciar tanto el capitán como sus lejanos descendientes, al escogerlo.

Los condes se convirtieron en verdaderos vecinos de la población. Según Álvarez de Morales la Condesa de Humanes reisidía largas temporada en el Batán y cuando vivía su marido venía al Castillo en la recolección de aceitunas y se alargaba todo el invierno, por ser el conde muy aficionado a la caza con reclamo.

No sabemos cuándo murió el conde, desgraciadamente tenemos muy pocos datos sobre la vida de ellos y de la condesa viuda. Sólo los contenidos en la publicación antedicha de Álvarez de Morales y los aportados por un vecino castillero, de prodigiosa memoria, Cristobal Morales Peñalver, que con 94 años, pocos meses antes de morir, accedió a una entrevista que resultó entrañable, de todo ello trataremos más adelante. Ahora vamos a reproducir algunas noticias, publicadas en ABC, por las que vemos la condesa ya viuda en 1909 formaba parte de ese aristocrático grupo al que se solía y sr suele llamar Gran Mundo. Como parte de él y sobre todo por ser Grandes de España, debieron asistir los condes personalmente a todos los acontecimientos de la Casa Real: la presentación del niño rey Alfonso XIII por Sagasta el 17 de mayo de 1886, o el entierro en el Escorial de Isabel II el 15 de abril de 1904, y de modo primordial por la grande impresión que les debió causar la boda de Victoria Eugenia de Battenberg con Alfonso XIII, cuando estalló la bomba lanzada por el anarquista Mateo Morral, desde el número 88 de la calle Mayor, al volver de San Jerónimo los Reyes, cuando parte del cortejo estaba ya en Palacio. Cortejo del que formarían parte como Grandes de España Encarnación y Manuel.

Pero volvamos a las noticias de ABC. En DE SOCIEDAD, miércoles 24 de marzo de 1909: Mañana serán los días de la duquesa de Bailén. Marquesa de Cubas. Condesa de Humanes y Puerto. Vizcondesa de Eza, … Les deseamos muchas felicidades. El martes 5 de septiembre de 1910, también en DE SOCIEDAD, la condesa de Humanes, ha marchado a Locubín, y a Calatayud el marqués de Echandía. El 19 de octubre, de ese mismo año 1910, bajo el título de Católicos y Radicales. Manifestaciones de Ayer en Madrid. Un extenso artículo que ocupa toda la página 5 del diario y la mayor parte de la 6. Describe las dos manifestaciones. La de los católicos: una peregrinación de los fieles de Madrid, y su diócesis, al Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, situado en el cerro de su nombre en Getafe. Y la de los radicales, extremistas republicanos, celebrada en varias plazas céntricas y calles de Madrid, en honor de los revolucionarios portugueses, que habían destronado a su joven rey, Manuel II, y habían establecido la república, que nace con un fuerte cariz antirreligioso.

El éxito de la primera fue muy superior al de la segunda, entre los miles de concurrentes a ella, algunos son de familia aristocrática. Cita ABC a los marqueses de Vadillo, Pidal, Comillas, Rajal y Condesa de Humanes, entre otros.

María de la Encarnación, Condesa de Humanes asistirá a este Congreso, como también lo hizo a la peregrinación, al Cerro de los Ángeles y lo haría a todos los actos que, en defensa de la religión se hicieron además de aquellos en auxilio de pobres y enfermos, porque, a su profunda y sincera fe, unía una muy honda preocupación social no corriente en esta época, inculcada por su abuelo Facundo Infante.

Una de las manifestaciones de esta preocupación fue la organización de la primera comunidad de regantes de Castillo de Locubín, según antiguos testimonios conservando oralmente. De la opinión que la gente de Castillo tenía de la Condesa, creemos será buena muestra reproducir exactamente las palabras pronunciadas por Cristóbal Morales Peñalver en la entrevista a la que antes nos referimos.

Tenía 94 años, Cristóbal, debió nacer en 1916, un año antes de la muerte de la Condesa y de la que oyó hablar a sus padres con tanta emoción y cariño que le parecía haberla conocido. He aquí el relato con el que contestaba a nuestras preguntas:

La Condesa era una santa, hacía obras de caridad. Tenía casa en Triana con fábrica de aceite y harina. Se venía al Castillo a grandes temporadas y cuando veía faltas tejía jersey y se los daba a los pobres. También el hatico [1], hecho por ella y debajo de la almohada le metía dinero para ayudar a los múltiples gastos del recién nacido.

Tenía las tierras arrendadas y le gustaba que los arrendatarios oyeran misa en una capilla cerca de su casa. En lugar de cobrar la renta les daba dinero.

Con los cambios políticos el conde acudía a los arrendatarios, pues era perseguido, y lo escondían [2].

Propiedades: Batán, Huertas de Triana, el Caz hacia arriba hasta el Nacimiento, la Huerta Grande, parte de la Isla. Y otras huertas en Chorrillo, Sainar, Pilarejos, Escomenilla, Nogueral y haza en Filique.

Para ir a misa recorría la calle Barrio bajo en burro y por eso el Ayuntamiento decidió ponerle calle Condesa de Humanes.

También vamos a reproducir algunos fragmentos del libro al que antes hicimos referencia, Historia del Castillo de Locubín. Con un castillo en su nombre, de Rafael Álvarez de Morales Ruiz; que él terminó y dio por cerrado el año 1957; aunque no se publicó hasta después de su muerte [3]. En la página 220 nos dice: La rama de los Aranda de Jaén emparentados con los Messía y poseedora del título de Condes de Humanes mantuvo hasta hace pocos años su caudal en nuestras tierras y, a la muerte de la Condesa Doña Encarnación buena parte de él pasó a los labradores que llevaban cierto tiempo cultivando sus tierras. Fue bienhechora de nuestra gente y quizás no bien recompensada su memoria con la gratitud que le deben, como es corriente entre los hombres.

De los Humanes fueron: Eras de Aranda, Viña de Aranda, los molinos de la Torre y del Nogueral, muchas huertas en el Caz y la Isla, los olivares del Estacar y del Pilarejo, las hazas de Grimartos, etc. La parte que la Condesa no donó a sus labradores fue vendida por parcelas inmediatamente después de su muerte. Aquella señora residía largas temporadas en el Batán, y, cuando aún vivía su marido – otro Aranda – venían al Castillo en la recolección de aceituna y se alargaba casi todo el invierno por ser el conde muy aficionado a la caza con reclamo [4].

El Batán, donde residía la Condesa, era y es en realidad una torre de piedra que protegía y contenía en otros tiempos un batán y de ahí le quedó el nombre [5].

Situada junto al puente del río San Juan, también conocido como puente de Triana, parece que la torre ya existía en época romana. En el siglo XVII se reseñan cinco molinos aceiteros en Castillo de Locubín, uno de los cuales era el de La Torre, en el río, propiedad del Conde de Humanes y construido para la plataforma de su cosecha.

Nos decía Cristóbal Morales que, para ir a misa, la condesa recorría la calle Barrio Bajo en burro, y también que le gustaba que sus arrendatarios oyeran misa en una capilla cerca de su casa. Esta capilla era, según datos de Álvarez de Morales, la ermita de Jesús y María, que mandó hacer la condesa de Humanes para cura de almas del vecindario del barrio de Triana [6]. En ésta ermita, desmantelada hacia 1930, se hacía cada año fiesta a San Blas, desde ella en la Pascua Florida la bendición de los campos.

Otra construcción religiosa de la condesa, según este mismo historiador, fue la reparación general del edificio ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que amenazaba ruina por su proximidad al barranco que por allí pasa. Ermita ésta muy importante, casi iglesia por su tamaño, y sobre todo por su imagen titular, Nuestro Padre Jesús Nazareno, patrono de la población, del que son muy devotos todos los castilleros, y que produce gran admiración en los forasteros por su profunda expresión del dolor. Seguramente obra de alguno de los grandes escultores de la Escuela Granadina.

María de la Encarnación debió dedicarle gran interés a la reparación de su casa, de su ermita, fue quizás la última de las obras que costeó poco antes de morir la condesa de Humanes. Bienhechora de la gente de Castillo de Locubín, como dice Álvarez de Morales, y también una santa, según afirma Cristóbal Morales Peñalver.

Su fotografía que, junto a la de su esposo, ilustra éstas páginas, y que hemos obtenido gracias a la gran generosidad de nuestro amigo Moisés Gallardo Pulido, revela a una mujer inteligente, cuya firmeza de carácter aparece en las líneas de su boca y barbilla y su sincera emotividad en la expresión de sus ojos, de un mirar inquisitorial que nada se escapa y sabe comprender las ajenas desgracias.

Viste la señora traje de chaqueta con amplias mangas abullonadas y solapa ribeteada en negro. Camisa de aspecto ligero y evanescente, el cuerpo femenino quedaba armado con el corsé. Presenta el busto una silueta alargada y esbelta, siendo el ideal de belleza de la época. Las trencillas, galones, entredoses de guipur, las franjas bordadas, etc. contribuyen a potenciar esa esbeltez.

El esposo Manuel María de la Trinidad de Aranda y Aranda, nacido en Jaén el 12 de mayo de 1852, hijo segundo de José María de Aranda y Messía de la Cerda y de Josefa de Aranda y Escobedo su sobrina carnal, hija del X conde de Humanes, era siete años menor que su prima hermana y su esposa.

Diferencia de edad que no se aprecia en la fotografía, ambos parecen más o menos cercanos a la cincuentena, un medio siglo, quizás superado por ella cronológicamente; aunque no en su apariencia dada la lozanía de su rostro. En cambio el del conde refleja cierto cansancio quizá la enfermedad, que se le llevó pronto, ya apuntaba.

María de la Encarnación muere con 72 años bien cumplidos en una vida ejemplar, cuya memoria ha quedado plasmada en la calle que lleva su nombre.

NOTAS:

[1] Ropa que se prepara cuando va a nacer un bebé. Las madres eran las encargadas de prepararlo y además de coser las prendas se les hacían bordados para embellecerla aún más.

[2] Esto no lo entendemos bien, quizás sea una confusión de Cristóbal con el relato sobre alguno de los antepasados del conde.

[3] ÁLVAREZ DE MORALES, R. Con un Castillo en su nombre … El título es – nos dice el autor- por haber desaparecido los restos del antiguo castillo utilizando los por los vecinos en sus edificios desde el siglo XVIII o antes.

[4] ÁLVAREZ DE MORALES, R. Con un castillo … Pág. 220

[5] Ningún lector del Quijote puede olvidar la aventura que en su capítulo XX de la primera parte produjo humillación en don Quijote, y risa en Sancho, por haber pasado toda una noche muertos de miedo con el espantable ruido que seis mazos de batán producían al golpear los paños impulsados por la fuerza del agua.

[6] ÁLVAREZ DE MORALES. Con un Castillo… Págs. 183.

Fuente: https://mteresamurcia.com/

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