POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
“La vela se apagó. Lo importante era seguir”; así comienza el flamante poemario de Fernando Fonseca, “Años de vida”, publicado por Más Madera, como antorcha lanzada al mar. Reconozco su brillante prosa, mas con llama doble, y aplaudo su iniciativa de escribir el poemario de un viejo antes de envejecer; en plena madurez como escritor, se viste de viejo, ése que ya no se ve en los espejos ni se busca en ellos, y no espera la senectud so pena de olvidar sus irreverencias; ese viejo consolidado que no le agrada a Fernando y se apodera de sus tripas puede pensar en el “imposible beso de la rosa en la boca del horizonte”, escribirlo no, porque sus años de vida, lo reconoce, no le aportaron ventaja alguna, ni la de imaginar una puta en la Luna. Fernando habla del pórtico de la vejez, del temblor de los debutantes y de la vela que se apagó, pero mi impresión es que un lucidísimo Fonseca encendió su vela por los dos lados.
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