POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
De escritores como Jorge Luís Borges y pintores como Vincent Willem van Gogh, hemos aprendido que la vida es menos complicada de lo que nos la hacemos pero que, sin lugar a dudas, requiere de un aprendizaje permanente. De ello han dado fiel testimonio con sus entrañables escritos y sus transcendentales pinturas.
Con el paso de los años, vamos asimilando que existe una sutil diferencia entre ofrecerte sin condiciones, pero, a la vez, encadenar los sentimientos más sublimes. Aprendemos que el amor no significa acostarse y que una compañía no da siempre seguridad.
Sí, comenzamos a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas y tomamos la decisión de aceptar derrotas con los ojos bien abiertos y la cabeza alta. Con estos parámetros uno aprende a trazar todos los caminos «en el hoy», porque el terreno del mañana está muy lejano y, sobre todo, es incierto e inseguro, para seguir haciendo planes ya que los futuros tienen tendencia a no cumplirse casi ninguno; o no todos los que deseábamos.
Cuando llevamos un tiempo de aprendizaje, llegamos a la conclusión de que, si es demasiado, hasta el calor del sol comienza a quemar.
Como un buen agricultor y florista, nos atrevemos a cultivar la tierra y plantar o sembrar nuestro propio jardín, que sin lugar a dudas, decorará nuestros íntimos sentimientos; sin esperar a que nos traiga flores.
Sin lugar a dudas aprendemos a saber aguantar, confiando en nosotros y ser conscientes que realmente somos fuertes y apreciamos el valor de nuestros actos. Sí, seguimos descubriendo nuevos caminos. Con el tiempo comprendemos que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Siempre es el tiempo el testigo, porque, con él, aprendemos que las palabras dichas en momentos de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo llegaremos a ser capaces de disculpar a cualquiera que haga algo que sea inconveniente; sí, le disculparemos pero, perdonar, es una capacidad que solo tienen las personas grandes y generosas.
Conforme nos va pasando el tiempo, la vida nos enseña que las experiencias vividas con las personas son irrepetibles.
Indefectiblemente nos percatamos de que, el que humilla o desprecia a un ser humano, antes o después sufrirá idénticas humillaciones o desgracias múltiples.
El vivir la vida, es un verdadero arte y, con el tiempo, aprendemos a construir todos los caminos del presente porque, el terreno del mañana es demasiado incierto para comenzar nuevas aventuras.
Al ir haciéndonos mayores, nos damos cuenta de que en realidad, lo mejor de nuestra vida no era el mañana, sino el momento que estábamos viviendo en ese instante.
Con el paso de los años contemplaremos que, aunque seamos felices con las personas que nos rodean, siempre añoraremos de forma indeleble a quienes ayer estuvieron a nuestro lado y ya no están con nosotros.
Sí, con el devenir de los tiempos aprenderemos que, intentar perdonar o pedir perdón; decir que le amamos, decir que extrañas tal o cual situación, decir que queremos ser sus amigos… ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Así es la vida porque, desafortunadamente, solamente con el tiempo, al son de unas baladas; entenderemos el verdadero sentido de la vida. Sí, porque «vivir la vida es puro arte».