POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Aparte de que el coche, por exigencias del suspense, no le arranque a la primera al prota, cuando el malo de la película lo persigue, hay escenas del cine que me repatean: una, ¿por qué los matones empuñan la pistola con las dos manos?, ¿pesa mucho?, ¿no saben si son diestros o siniestros? .
Otra, ¿por qué el personaje no ase la linterna cual si se tratara de un mando a distancia, de similar hechura, y en lugar empuñarla por la parte del pulgar y el índice, lo hacen al revés, con el foco junto al meñique, obligándolo a levantar el antebrazo como si fuera a dar un puñetazo en la mesa?
Otra, ¿por qué las mujeres, al ducharse (los hombres no suelen), miran siempre a la cebolleta (me refiero a la regadera), cuando en la vida real le damos la espalda antes de que se nos meta el agua por la nariz? Este cine sobreactuado, exagerado, que elude cualquier tentación de naturalidad me saca de quicio malamente.
Fuente: https://www.lne.es/blogs/la-mar-de-oviedo/la-vida-y-el-cine.html