POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Europa ha entrado en el siglo XXI de la mano de esos sabios del dinero, esa Europa que no es más que el extremo occidental del gran continente asiático y que parece descansar sobre ese mar en cuyas costas se han desarrollado los fenómenos culturales más transcendentales, comenzando por lo espiritual, y que se han extendido por el planeta tierra produciendo un desarrollo que ha desatado una carrera competitiva de la que está produciendo un fenómeno de grandes espacios, verdaderos bloques geopolíticos de dudoso futuro. Se da la circunstancia de que uno de los países europeos, Reino Unido, mantiene su moneda y su hijo, EE UU, es quien marca los niveles del mundo económico. El mundo en la actualidad sigue creciendo y las grandes operaciones económicas siguen en aumento cambiando las estructuras socioeconómicas de todos los países.
La vieja Europa esconde una serie de preguntas sin resolver. ¿Rusia es Europa? La pregunta coincide en el momento actual con la situación que se vive en Ucrania. Sigue habiendo problemas político-religiosos concentrados en algunas partes del Mediterráneo, lo que aumenta la inestabilidad. Mientras el valor de la Europa dormida decrece. Solo le queda ese enlace con el hermano lejano que sigue mandando y dirigiendo la nave, constituyendo ese gran arco que envuelve las grandes potencias emergentes que puede desequilibrar el actual orden.
Esa península que parece colgar de la inquieta Europa es el santuario olvidado que cierra el enorme arco del Nuevo Mundo. Ahí está, rodeando el macizo asiático y activando una tormenta que con tanta constancia está dale que te pego a la letra y a su sayo. O se resuelve el conflicto pronto o nos dará graves problemas.
Ese cordón del Nuevo Mundo sigue ahí, en pleno conflicto, sin que nadie sepa cuándo se va a resolver. La amenaza está abierta y podía activarse despertando, otra vez, los dos bloques.
Hay un sencillo presentimiento de que el problema del mundo puede estar planteado otra vez en el histórico Mediterráneo por esa enorme y peligrosa coincidencia de tres valores negativos en estos momentos, momento que solo la prudencia y una atención muy firme y segura pueden resolver. Vamos a confiar en la firmeza de la civilización y la fuerza de la cultura. Hemos cometido tantos errores que caer en otro sería imperdonable.
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