POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Hoy, festividad de nuestra Patrona, nos parece apropiado narrar algunos datos de la misma relacionados con la realidad histórica.
Antes de proseguir y entrar en el meollo de la cuestión, sepamos que se trata de una escultura románica que representa a la Virgen con el Niño. Una de las imágenes más antiguas y valiosas de Extremadura pues, como veremos, es una talla de madera de una época comprendida entre los siglos XII y mediados del XIII, por sus características y contexto histórico.
Según cuenta una leyenda local muy antigua, la imagen fue encontrada en el hueco de una encina en el siglo XIII por los primeros habitantes del entorno de Montehermoso (pues aún no existía este municipio), en la dehesa de Valdefuentes, cerca del castillo sarraceno de Pelayo Velídiz (ubicado en un cerro junto al río Alagón, entorno ya poblado por los romanos y conocido por los comarcanos como La Atalaya), muy relacionado con los lugares próximos de Galisteo y Coria (a los que servía de avanzadilla defensiva u ofensiva, según los sucesivos procesos de la reconquista).
Sin embargo, lo que a priori parece basarse en una de las muchas leyendas que proliferan por la faz peninsular, tiene su fundamento histórico objetivo y real:
Su ocultamiento en el tronco pudo producirse durante los reinados de los leoneses Fernando II (1157-1188) o Alfonso IX (1188-1230), pues fue entonces cuando se originan frecuentes enfrentamientos (razzias) entre musulmanes y cristianos para dominar el Valle del Alagón (Coria, Galisteo, La Atalaya, etc.). De ese modo, no volvió a participar en ningún conflicto armado más (al que Ella no iba, sino que la llevaban como protección en la silla de montar del adalid cristiano), mientras aguardaba pacientemente a que la encontraran nuestros primitivos antecesores. Convirtiéndose en una Virgen de Paz desde entonces.
La escultura original se ubicaba hasta principios de siglo XXI en la ermita de su nombre –Valdefuentes–, edificio construido en el lugar donde cuenta la leyenda que se encontró la imagen. Milagrosamente, debido a la secular ignorancia, siempre se libró de ser robada (aunque sí el “cepillo” de los donativos de sus devotos).
La talla de María, de 60 centímetros de altura y con unas medidas desproporcionadas (como románica que es) y mira al frente. Tiene a su Hijo sobre su rodilla izquierda, y sobre una mano derecha de descomunal tamaño sostiene una fruta esférica (tal vez la Tierra). Los zapatos son puntiagudos y los pies parece que le cuelgan sobre el escabel, lo que viene a reforzar aún más su antigüedad. Por detrás presenta un hueco de considerables dimensiones, procedimiento que servía para sanear la madera y aligerar el peso, ya que las vírgenes de esa época eran portadas por los monarcas o paladines de los ejércitos en campaña, incrustadas en la silla de montar como protección divina: en este caso, y como anticipábamos, un destacado líder leonés que pugnaba por la reconquista del valle del Alagón.
Como es evidente, el Niño es de menor tamaño y bendice con dos dedos de su mano derecha, mientras que en la izquierda porta los Evangelios sobre su rodilla de ese costado. También su mirada se dirige al frente: es más proporcionada, pero su cabeza presenta una ligera inclinación hacia el lado izquierda (tal vez para no ocultar el rostro de su Madre), siendo la corona del mismo un pegote añadido en el Barroco. Observo que la parte inferior de la cara denota ciertos rasgos infantiles, mientras que la superior es más adulta.
El punto de vista ideal para ver a la Virgen y al niño es el frontal y existe gran hieratismo y rigidez en ambas imágenes, no existiendo comunicación entre ambos (algo muy común en la antigüedad referida).
A principios del siglo XVIII se pusieron de moda las imágenes de vestir para ponerles mantos y alhajas donadas. Y, desde entonces, a los montehermoseños no les gusta despojarla de sus prendas. Pero el 13 de febrero de 1982, a puerta cerrada, en compañía del secretario general del obispado don Ciriaco Fuentes Baquero y el párroco del pueblo D. Fausto Sánchez Dorado, se la desvistió de sus hábitos; y fue en aquel momento cuando se hizo visible la escultura de la Virgen con el antes escondido Niño. También fue restaurada entonces, pues tal vez en los siglos XVII o XVIII se “guapearon” gran número de imágenes de la época románica, retocando los rostros del grupo escultórico.
Este año no puedo acompañarte hoy, pero sí te llevo en mi corazón (y presides la mesa de mi despacho, junto a mis padres); y te visitaré en la ermita de la Virgen de las Angustias de Navalmoral, porque MARÍA SÓLO HAY UNA, la llamen como sea…