POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (CANARIAS)
A Rafael Sánchez Romero, mi padre, al cual se debe
en gran parte la publicación de este trabajo. In memoriam.
Una vez la actividad agraria en unidades familiares (labranzas) entra en crisis en la década de 1960, van desapareciendo estos términos tradicionales de medida, habiéndose extinguido casi por completo en la actualidad, o bien su empleo se hace de forma residual o testimonial.
A modo de introducción
Durante la infancia, el cronista que suscribe acompañaba a su padre en las labores agrícolas y de él aprendió todo lo referente al mundo agropecuario, usos y costumbres. En etapa posterior, durante la juventud, le ayudaba en las tareas que realizaba como “hombre bueno” o “perito práctico”, cuando era llamado para realizar particiones convencionales de bienes entre herederos, medidas de terrenos o actuar de mediador para resolver problemas de índole doméstica sobre linderos o interpretación de documentos. Oficio que aprendió de su vecino Rafaelito Rodríguez y que este heredó posiblemente de sus antepasados, José Ramírez por el siglo XIX o el capitán Gregorio Pérez un siglo antes; figura y oficio que hoy se encuentra extinguido.
Por esa razón, poseía mi padre, Rafaelito Blanco, vastos conocimientos de la calidad y valor de los terrenos (secano, regadío, arrifes, vueltas de ganado…), así como el nombre de los parajes del municipio, desde El Burrero hasta la Caldera de los Marteles. Su experiencia agrícola y ganadera adquirida de su padre, mi abuelo Santiaguito Blanco, unida a sus conocimientos de medidas tradicionales y relaciones sociales con los dueños de los predios, hacía que tan solo viendo un terreno estableciera “a ojo” casi con total precisión el número de yuntas que contenía, hasta casi la fracción en su mitad o si era una “yunta larga o corta”. La transformación en fanegadas o en metros a través de una simple operación matemática daba como resultado su superficie sin tener que emplear cintas métricas o aparatos de medición. Fue un referente en mi aprendizaje de la realidad histórica y geográfica de Ingenio (Gran Canaria), pudiendo ser una muestra este pequeño trabajo de carácter etnográfico, redactado a través de mis propias vivencias y complementado con documentos primigenios.
De las medidas tradicionales al sistema métrico decimal
Las distintas unidades de medir agrupadas surgen según las necesidades de producción, comercialización y distancias y se pierden en el tiempo, donde cada civilización trata de “homologarlas” para un entendimiento común, que en muchos casos van asociadas al propio individuo: brazas, pies, codos, palmos… Hasta que en el siglo XIX se crea el llamado sistema métrico decimal como factor de entendimiento universal al quedar agrupadas en unidades principales con sus múltiplos y submúltiplos: longitud (metro), superficie (metro cuadrado), capacidad (litro), peso (kilo) y moneda (peseta). Quedaron atrás aquellas que durante siglos fueron utilizadas y conocidas, quedando vigentes especialmente en el mundo anglosajón o para algunas actividades concretas (aviación, marina…).
La fanegada
Después de la Conquista, los colonizadores introdujeron en Canarias medidas utilizadas en Castilla, tomando como unidad principal la HANEGADA (fanegada) y sus submúltiplos, en un principio para el reparto de tierras de regadío y secano por parte de la Corona y con posterioridad en transacciones (compra-venta, herencias, donaciones…). Con el paso del tiempo fue perdiendo su primitiva extensión con valores diferentes entre una isla y otra, e incluso dentro de un mismo territorio insular. Por lo que se va a tomar como referencia la existente en la zona de Ingenio y, por extensión, en el Sur de la isla.
Para la comprensión de la peculiar yunta, objeto de este trabajo de carácter didáctico, es necesario conocer las medidas tradicionales de superficie, para su transformación posterior aplicando el sistema métrico decimal, ya que todas se hallan fuera del uso común en nuestros días, resultando incomprensible su interpretación si no se establece una tabla comparativa.
Las medidas tradicionales y los documentos
En los documentos primigenios consultados desde finales del siglo XV, existentes en los distintos archivos de Gran Canaria, donde se hace alusión a terrenos de cualquier naturaleza, en la mayoría de los casos, siempre aparece la superficie determinada por FANEGADAS y CELEMINES y en una mínima parte se emplea el CUARTILLO y la BRAZA. Se excluye las construcciones y “sitios” donde se reseñan otras unidades diferentes. Una vez establecido el sistema métrico decimal, siguen figurando las mismas, pero a las que se añade su equivalencia en metros, decímetros y hasta milímetros cuadrados, o bien, medidas agrarias.
Ya avanzado el siglo XX, este tipo de medidas van desapareciendo para quedar implantado de manera definitiva el metro cuadrado con sus submúltiplos, mientras que de los múltiplos apenas se hace mención.
Sin embargo, en el habla común, especialmente en las zonas rurales donde predominaba la actividad agrícola, las medidas de superficie tradicionales siguieron estando presentes, pudiendo ser un ejemplo los cultivos en régimen de aparcería del tomate que se asignaba por FANEGADAS.
Una vez la actividad agraria en unidades familiares (labranzas) entra en crisis en la década de 1960, van desapareciendo estos términos tradicionales de medida, habiéndose extinguido casi por completo en la actualidad, o bien su empleo se hace de forma residual o testimonial.
Las medidas de capacidad para granos
Para poder llegar a entender el término YUNTA, objeto principal de este trabajo, es necesario saber cuáles eran las unidades de capacidad para granos y así poder establecer comparación con las de superficie, pues ambas se complementan: FANEGA, ALMUD, MEDIO ALMUD, CUARTILLO. La mayoría de los labradores de Ingenio disponían en su gañanía de estos artilugios construidos en madera, desaparecidos, tanto físicamente como su aplicación en la mitad de la centuria del siglo XX, cuando se extinguieron las labranzas y con ellas la actividad agraria tradicional y sus usos y costumbres. Hoy se pueden encontrar como reliquias museísticas en algún domicilio particular. Quedaría por tanto en su origen la FANEGA como el trigo necesario en aproximación para sembrar UNA FANEGADA y el ALMUD un celemín. Hay que considerar también que en algunos documentos ambas medidas tradicionales de superficie y capacidad se aplican en su denominación de forma inversa, recordando especialmente en la gañanía de mi abuelo la presencia física de un almud, un medio almud y un cuartillo, todos con la forma geométrica de paralelepípedo.
La yunta
El término YUNTA se aplica a una unidad de superficie agraria que viene dada en su origen por dos vacas uncidas por un yugo.
Hay que considerar que el vocablo YUNTA también se aplica al ganado vacuno en producción en número de dos unidades, que eran las que normalmente criaba un labrador modesto con algunos becerros que aportaba leche y queso a la casa y trabajo en las aradas en las tierras de labor de regadío y secano. El labrador que poseía más de una yunta de reses se podía considerar como “rico”, pues para su mantenimiento debía ser propietario de suficientes tierras de labor, así como agua del Heredamiento.
En su testamento otorgado en 1699, Juan de Ávila Balboa, vecino del Ingenio, dejó 100 fanegas de trigo y 50 de millo en el granero, el apero de yunta y demás material del labrador (Protocolos Notariales: Juan Pérez Mirabal).
Por 1775, Teresa Melián, vecina del Ingenio es dueña de dos yuntas de vacas y un becerro (Archivo Parroquial de Agüimes, libro 5.º de protocolos).
La YUNTA DE ARADA como medida se puede definir como la superficie de un terreno de labor de secano susceptible de ser arado en una jornada de trabajo por una yunta de vacas, entendiéndose el inicio a los “claros del día” sobre las ocho de la mañana, almuerzo y una “cabezada” a las doce; inicio de nuevo a las dos de la tarde para finalizar a las cuatro. Se debe tener en cuenta que existen muchos factores que determinan que la YUNTA no sea una medida exacta en función de la predisposición de los animales para el trabajo, calor o frío, disposición del terreno llano o en pendiente, calidad y humedad de la tierra, anchura del surco, dureza… En términos generales y como media se puede establecer una tabla comparativa.
Este tipo de medida se aplicaba casi exclusivamente en terrenos de secano y para siembra en medianías y cumbres, siendo raro que alguien la empleara para terrenos de regadío, como lo era la zona intermedia del municipio de Ingenio, donde es la fanegada y sus submúltiplos lo que predominaba. No son abundantes las reseñas históricas en documentos primigenios de esta unidad de mediada agraria, pero resulta más significativo en la tradición y lenguaje oral, desafortunadamente casi extinguido.
Recogemos algunos documentos de siglos pasados, de terrenos en las medianías de Ingenio, donde el término “yunta de arada” aparece con relativa frecuencia.
Génesis
Muchos labradores que por su formación no podían abstraer la cabida de un terreno, eran capaces con toda seguridad de apreciar la extensión que suponía una YUNTA. Lo que resulta difícil de comprender es que la dimensión de un terreno en función de una jornada de arada sea coincidente con una medida de superficie establecida desde hace siglos como es la FANEGADA o el CELEMÍN. Lo que nos induce a dejar sobre el aire si ambas tienen relación en su génesis, cuestión que puede resultar altamente comprensible si nos remontamos a la época medieval, donde estaban establecidas la “caballería” y la “peonía” que se aplicaban como medidas a las tierras que se repartían a los soldados de a caballo y a pie. La caballería en tierras de regadío se relacionaba con el tiempo que tardaba un caballo en ararla, mientras que a la peonía correspondía la mitad. En tierras de secano ambas eran el doble.
Aradas y siembras
Para complementar el conocimiento de esta singular unidad de medida agraria, se hace necesario dedicar un apartado a todo lo relacionado con la actividad agrícola y ganadera familiar que ya ha quedado para el recuerdo y que al cronista que suscribe le tocó vivir en una época sumamente difícil, cual fue la posguerra, cuando se iniciaba la segunda mitad del siglo pasado coincidente con el abandono de la actividad productiva agropecuaria tradicional.
Multitud de pequeñas labranzas se extendían a lo largo y ancho en las zonas periféricas de lo que fue la Vega de Aguatona o Vega de Riego, en régimen de propiedad o arrendamiento. Llegados al último trimestre del año y en razón a la copiosidad de las primeras lluvias, y una vez las tierras estuvieran en “sazón”, comenzaba la época de siembra en medianías (antaño Vega Castaña) y cumbres. Para ello los labradores tenían que recorrer grandes distancias hasta llegar a sus respectivos terrenos de secano.
La jornada comenzaba en horas de la madrugada; cuando más lejano fuera el lugar de arada, más temprano había que levantarse. Para los terrenos de la cumbre, distantes más diez kilómetros había que estar en pie a las dos de la mañana. Previamente se preparaba la talega con el gofio, queso, fruta y agua para el almuerzo. Se empezaba a alimentar a las reses de arada y a preparar los aperos y el grano para la siembra (trigo, cebada y legumbres), guardadas del año anterior en sacos. Después de desayunar una buena lata de leche con gofio y queso, se cargaba en burros el arado por un lado y el yugo, coyundas y grano por otro. Se hacía el recorrido de noche, procurando estar en el lugar, aclarando el día. Inicialmente se procedía a la siembra “entreverando” el grano, lo que el anterior fue cereal ahora lo es legumbre.
La Vega Castaña desde muy antiguo fue destinada a pastos al estilo de nuestros labradores, una de siembra en tiempos de trigo y cebada, y la otra que descansa se siembra de legumbres para el mantenimiento de las yuntas de labor (Real Audiencia: Litigio sobre la guarda de Vega Castaña, finales del siglo XVIII).
Siempre se empezaba por una esquina de más bajo nivel para “cortar” transversalmente el surco del año anterior. Al terminar la faena a media tarde, era el regreso con las yuntas a la labranza de origen, dedicación el resto de la tarde al alimento y ordeño y a vuelta empezar al día siguiente.
Fuente: https://www.bienmesabe.org/