POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Hace ocho días que pasó la Semana Santa. Esta vez solamente hemos podido disfrutarla visualmente con imágenes televisivas de otros años, sin música de bandas en directo, sin poder palpar el terciopelo y la seda, sin impregnarnos de incienso. Ahora bien, esta situación lamentable que estamos viviendo no ha podido arrancar de nuestros corazones el sentimiento, ni el amor a las tradiciones de nuestra tierra.
Emoción que nos ha sido transmitida por nuestros mayores, que supieron buscar, echando mucha imaginación, para con su trabajo aupar a nuestra Semana Santa al lugar que ocupa internacionalmente, rastreando fuentes de financiación para ir reconstruyéndola, poco a poco, y superándola un año tras otro.
Semana Santa que ha pasado, y ya se tienen los ojos puestos en la del año próximo, al igual que hacían aquellos que nos precedieron, rebuscando con talento y ocurrencia los medios económicos para lograr sus anhelos.
Imaginación de la que ha pervivido la lotería, lotería, mucha lotería, siempre con la obligada «prima». Pero, en esos años de los cuarenta a sesenta del pasado siglo, la cosa iba de rifas, en las que siguiendo aquella de 1929 a beneficio de la Centuria Romana, se sorteó un chalet en San Francisco, en la confluencia de la actual Avenida de la Constitución, calle de la Armengola y la Plaza de Capuchinos, que le tocó al vecino de la calle de Arriba, José Botella García «El Fleta», o la mantilla de blonda que rifó, en 1930, la «Cofradía de los Dolores» siendo agraciada Benildita Linares Javaloy. Como decía, las rifas siguieron décadas después, como la promovida por la Hermandad del Prendimiento que hizo lo propio con ocho tahúllas de tierra, valoradas en 56.000 pesetas (336,58 euros), en 1944. Años después, esta misma Hermandad seguiría con rifas, que fueron desde un coche Seat 600, a vespinos, pasando por electrodomésticos, cestas de Navidad y kilos de caramelos. Así mismo, curioso fue el sorteo de la maqueta del paso de La Sentencia, de Víctor de los Ríos, el 10 de mayo de 1965, en el mismo año que celebró la Cofradía Ecce-Homo el vigésimo quinto aniversario de su fundación y del estreno del citado grupo escultórico.
Pero de esa imaginación de nuestros mayores, tal vez la iniciativa más extendida sea la puesta en escena de numerosas zarzuelas por varias cofradías, entre ellas la del Ecce-Homo, de las que hablaremos posteriormente.
Ya en 1930, el 22 de marzo el Teatro Circo subía el telón a beneficio de la Cofradía del Perdón, representando «Los claveles» del maestro Serrano, y «La leyenda del monje» y «Música clásica», ambas del villenero Ruperto Chapí. En esta ocasión, el Cuadro Artístico de la Casa Social Católica, dirigido por José Bonavía y teniendo como maestro concertador a José Garriga, contó con la actuación, entre otros de María Pérez, Francisco Duréndez y Ginés Gea.
Durante la Segunda República, la citada Cofradía de los Dolores, en el Teatro Circo y bajo la dirección de Ignacio Genovés, contando con Luisa Giménez en el principal papel femenino, se representó «El Rey que rabió». Y, seguramente, nuestros padres debieron de disfrutar con la letra original de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, con el coro de doctores: «Juzgando con los síntomas,/ que tiene el animal,/ que puede estar hidrófogo,/ bien no lo puede estar./ Y afirma el gran Hipócrates/ que el perro en caso tal,/ suele ladrar muchísimo, o suele no ladrar./
En los años cuarenta, muchos de los artistas aficionados que desinteresadamente colaboraron con la Semana Santa de Orihuela, procedían de los «Amigos del Arte», que fue fundada en septiembre de 1945, teniendo su sede social en la calle Salitre (hoy Rufino Gea), y entre ellos José Rodríguez Lozano. Al igual que otros que aportaron su grano de arena con su música a la Semana Santa como Emilio Bregante Palazón, Juan Pedro Muñoz, Bienvenido Espinosa, Mariano Bregante Rabaza, los violinistas Alfonso Soriano y Moreno, los «Arronis», José María Soria «Pinica», y tantos otros que los oíamos en la procesión del Santo Entierro, con el «Miserere» y «Stabat Mater», o bien con «El Canto de la Pasión», como Rate Moreno, el maestro Pina, así como una extensa nómina de voces a las que no dejamos en el olvido.
Pero, la zarzuela sería una fuente de ingresos en momentos en que renovaban efectos procesionales, y a ella recurrían nuestras cofradías. Recordamos, a la Compañía dirigida por Francisco Ballesteros que, a favor de la «Cofradía de los Dolores», puso en escena «La del Soto del Parral en el Teatro Circo, el 13 de junio de 1942. Así como, la Compañía dirigida por Juan Casanova, en ese mismo teatro y a beneficio de la Cofradía Ecce-Homo, representó «El Huésped del Sevillano», interpretada por María Gómez y Antonio Paredes.
Viene también a nuestra memoria, la Agrupación Lírica Oriolana dirigida por Ignacio Genovés que, el 25 de febrero de 1956 y a beneficio de la Mayordomía de Ntra. Sra. de los Dolores, por entonces presidida por Maribel Almunia y López de Sagredo y teniendo como secretaria a Julita Gilí, en el Teatro Circo presentó «Katiuska» del maestro Pablo Sorozabal. En ella se dieron cita artistas con un largo recorrido en las tablas como la tiple Petri Meseguer, Luis Boné, Antonio Panús, Lolín y Lucio Sarabia, los hermanos Cañizares (Luis y Manolo) y los Grau «los Catalanes» (Manolín y Pepa). Con nueve años, estuve presente en esta representación y aún recuerdo el escenario transformado en Ucrania, en la carretera de Kiew a Rumanía. Y entre sus escenas a Manolo Cañizares Isidro, danzando mientras se cantaba aquello de «Cosacos de Kazán,/ que sobre caballo van/ sin temor y sin desmayo./Cosacos de Kazán,/ que en la guerra son un rayo/ y en la paz un huracán».
Ese mismo año, el 19 de mayo dicha Agrupación a favor de la Centuria Romana estrenaba en nuestro Teatro Circo, después de haberlo hecho en el Teatro Romea de la vecina capital en el mes de abril, la zarzuela de ambiente murciano «María Jesús no olvidó» con música del maestro Celdrán y libreto del periodista Antonio Aguilera. El éxito de Petri Meseguer fue memorable, estando acompañada por los artistas ya citados.
La zarzuela en Orihuela, al margen de las compañías profesionales sirvió para que los grupos de aficionados, no solo se vieran entre decorados para el patrocinio las cofradías y hermandades, sino también para otras entidades. Como ejemplo, recordemos a la Compañía Lírica de Radio Orihuela, dirigida por Emilio Bregante Palazón, y como directores musicales Alfredo Benavent y Bienvenido Espinosa que en Salón del Oratorio Festivo y a beneficio de sus obras se representó «La Alegría de la Huerta» el 18 de abril de 1960. Aún recuerdo a Sebastián Asensio como director de una «charanga» y a Luis Cañizares, haciéndose el sordo en el papel de «el Caja», tocando un bombo y recorriendo todo el patio de butacas haciendo sonar el instrumento sin reparar en las indicaciones del director.
De igual forma que algunas compañías de aficionados oriolanas eran reclamadas por otras poblaciones, también en nuestra ciudad se recurría a otras foráneas, tal como sucedió el 1 de junio de 1963, que en el Cine Casablanca actuó el Grupo Artístico de Callosa de Segura con «Katiuska» para la Cofradía de los Azotes. He de reconocer que la asistencia de niño a estas representaciones forjaron mi afición a la zarzuela que, luego me llevó a seguir con ella en Cartagena en su Teatro Circo y con los Festivales de España en mi época de estudiante, o en Madrid cuando trabajaba allí, o después en el Teatro de la Zarzuela cuando por algún motivo visito la capital de España.
Sin embargo, la simiente fue plantada en Orihuela, con voces como la del barítono Pedro Terol, gran amigo de mi padre, y otras como la del malogrado tenor Joaquín Martínez Zambudio, Antonio Picazo (tenor), Antonio Vicea (barítono) y Pepe Rodríguez (bajo), del que tengo recuerdo de su gran interpretación en «La Tabernera del Puerto», con «Despierta negro» que presencié en el Teatro Circo. Con su voz viví aquello de «La luna es blanca, muy blanca./ La noche es negra, muy negra». Y, después comprobé que no tenía que envidiar al gran bajo madrileño José Peromingo, al que se la vi representar en dos ocasiones.
Mas esta semilla era abonada por un gran número de zarzuelas que se representaban en Orihuela: «La Alsaciana», «Molinos de viento», «La Dolorosa», «El cantar del arriero», «Los Gavilanes», «Los claveles» y tantas otras.
Y mucha parte de ellas llegaban de la mano de Pepe Rodríguez, la Cofradía Ecce-Homo y del Cuadro Artístico del Círculo Católico, teniendo como marco aquel entrañable pequeño Teatro. A veces su elenco artístico sobrepasaba su frontera y lo veíamos en el Teatro Circo en muchas ocasiones como en 1961 con «La Dogaresa»; en el Cine Cargen, el 7 de julio de 1949, con «Agua, azucarillos y aguardiente», precedida por «Maravillas Infantiles» que dirigía Carmina Rodríguez; en el Cine Casablanca, en el que se representó el 10 de marzo de 1962, con dos funciones «La Calesera» del maestro Francisco Alonso, actuando Antonio Rodríguez de Egío «El Macando» como «Romito» y «Posadero», disfrutando el público con el pasodoble «Los Chisperos» y aquello de «Militares tampoco me gustan/ que a veces me asustan/con el espadín/ y toreros tampoco los quiero…».
Aquel pequeño teatro fue testigo de muchas representaciones de zarzuelas, efectuándose ciclos como en febrero de 1960, en que se estaba recaudando fondos para el paso de La Sentencia, a base de entradas de 8, 6 y 4 pesetas. Así pude presenciar «La Alsaciana», «La del manojo de rosas» y «La Reina Mora», en la que Lolita Arques interpretó al «Niño de los pájaros», cantando «Pajarillos vendo yo». A ésta la vimos muchas veces haciendo pareja con el barítono Pepín Abad. La segunda de estas obras la pudimos presenciar, el 15 de marzo de 1958, interpretada por José Antonio Parra.
El Cuadro Artístico del Círculo Católico solía contar con otras voces como Antonio Paredes, María Gómez, Fina Cartagena, José Miguel Lacárcel, y actores de carácter como Manuel Escamilla y Gabriel Marcos. Así como la dirección del maestro concertador, Alfredo Benavent.
Pasaba la Semana Santa y siempre había que dirigir la mirada hacia el año siguiente, y con imaginación las cofradías y hermandades buscaban la manera de mejorar su desfile procesional y, a pesar de los precios tan exiguos salían adelante. De igual forma que se saldrá al año próximo con más esplendor que nunca, dejando atrás esta situación tan catastrófica que nos ha tocado vivir, nunca mejor dicho, en este año del Señor de 2020.