POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Laetifica, Domine, animam eius in conspectu tuo.
Haz, Señor, que su alma se llene de alegría en tu presencia.
Anteayer y ayer, en impresionantes y emotivas ceremonias religiosas, síntesis de sentimientos de fe, de pena y de esperanza, vivimos la despedida de nuestro familiar y amigo don José Luis Sánchez Díaz, sacerdote, canónigo y antiguo alumno del Colegio de la Inmaculada (PP. Jesuitas) de Gijón; centro educativo donde nació y forjó su vocación sacerdotal.
Anteayer, la Catedral ovetense, en Misa-Funeral presidida por el Sr. Arzobispo, don Jesús Sanz, y concelebrada por más de medio centenar de sacerdotes, brindó sentido homenaje de despida a don José Luis; homenaje y recuerdo en una sincera y fraternal homilía, no exenta de alabanzas y advertencias, pronunciada por el Sr. Arzobispo.
La hermana muerte, nos dijo en expresión franciscana, lo arrebató de este mundo con dolor de enfermedad, para que hoy goce de la alegría de la presencia de Dios.
En esos minutos de reflexión que siguieron a la homilía, yo, cristiano viejo que me expreso mejor rezando en latín, pedí al Señor que lo acogiera en su Reino sin sufrimientos de espíritu: «Ignores omne quod horret in tenebris, quod stridet in flammis, quod cruciat in tormentis.
Liberet te a cruciatu Christus, qui pro te crucifixus est. Liberet te ab aeterna morte Christus, que pro te mori dignatus est».
Estoy seguro de que Dios escuchó mi oración.
Ayer, en la mañana, dimos cristiana sepultura en el panteón sacerdotal en Gijón, a los restos mortales de Mosén Luis. Y por la tarde, en la Real Basílica de Covadonga, en nueva Misa-funeral presidida por el Sr. Abad don Juan José Tuñón y concelebrada por una treintena de sacerdotes, se ofreció cariñoso recuerdo al canónigo fallecido.
Preciosa y llena de vivencias la homilía del Sr. Abad y magnífica la actuación de la Escolanía de Covadonga, al par que emotiva.
Gracias a todos: Jerarquía, sacerdotes, familiares, amigos… José Luis, en el Cielo, debía estar sonriendo con esa fina ironía de «herencia jesuítica», diciéndole al Padre: ¿Lo ve, ahora se nota que yo no andaba equivocado cuando usaba bonete y fomentaba procesiones y devociones? No, si ya me pareció que la Sagrada Escritura hubiera tenido que enseñar que…
Y el Padre Eterno, como a don Camilio el Cristo del altar, le responderá: ¡Pero bueno, Mosén! ¿Me vas a enseñar a mi cómo hay que interpretar la Escritura si fui Yo quien la redactó?
José Luis, mirando de reojo e inclinando la cabeza , zanjará la discusión: «Si lo dice Su Reverencia…»
Y los Ángeles, aplaudiendo.
Hay fiesta en el Cielo.