POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La gran extensión de terreno, de secano, en el campo de Ulea, condicionó el cultivo de cereales, almendras y aceitunas. Debido a esas circunstancias, la plantación de “oliveras” era primordial en su riqueza agropecuaria, dada la gran resistencia a la escasez de agua y a las heladas. Además, la bondad del terreno, proporcionaba unas aceitunas de gran cantidad y calidad y eran utilizadas para la producción de aceite y como aperitivo de mesa; tanto partidas como enteras, y, adobadas, con tomillo o, especialmente, con hinojo.
Pues bien, la gran cantidad de aceituna que producían los olivos uleanos, hizo necesario que se instalaran varias “almazaras”, en los campos de su término municipal.
La palabra almazara, proviene del árabe y su significado, según el diccionario de la lengua española es: “lugar donde se exprime la oliva y se obtiene el aceite”. El proceso qué, hasta mediados del siglo XX, era totalmente artesanal, requería los pasos siguientes: llegada la aceituna, a la almazara, en carro, a lomos de acémilas o a las espaldas de los labradores que tenían sus tierras cercanas al lugar de molturación; se procedía a depositar la aceituna en una “tolva” (antiguamente se le denominaba “trojes”). De la tolva pasaba a un habitáculo en donde se efectuaba la limpieza de hojas y tierra y, de allí, se hacía pasar al lugar en donde se efectuaba la molturación y, para ello se extendía sobre una superficie circular- muy resistente- en donde era molturada por una piedra de forma cónica, accionada por unas caballerías qué, al igual que en las aceñas, daban vueltas circulares, alrededor de un eje, haciendo girar dicha piedra sobre las aceitunas, produciendo su aplastamiento o molturación. En este proceso, las olivas se molturan y se baten, separándose el aceite del “alperujo” qué, como aún le queda aceite, se le hace una nueva centrifugación, cuyo líquido pasa, directamente, a una orujera, de donde se extraen los residuos de aceite; llamado “aceite de orujo”.
Tras la segunda molturación y, extraído el aceite de orujo, se procedía a limpiar las esteras, en donde se había prensado, de toda la masa informe e inservible- el deshecho de la molturación- llamada “piñuelo”, sin más contenido qué el hueso de la aceituna y su pulpa exprimida al máximo. Ese deshecho, llamado piñuelo, se utilizó como combustible de braseros caseros.
En fechas anteriores a 1950, el prensado era efectuado por la mano del hombre, por lo que, dicha tarea, resultaba laboriosa y de gran desgaste físico. Algunos uleanos reivindicativos, llegaron a decir que eran “trabajos inhumanos”.
Indagando en hemerotecas y voceros de Ulea (sobre todo, personas que vivieron en el campo o descendían de campesinos) he constatado la existencia de varias almazaras, en el término municipal de nuestro pueblo.
De la primera que se tiene constancia es la ubicada en la heredad del “Tinajón”, propiedad de D. Sebastián de Rueda, alcalde de Ulea; también llamado “señor de Ulea”, que data de principios del siglo XVIII.
La segunda en antigüedad es “la almazara del Marqués” que data de finales del siglo XIX, y estaba ubicada en el terreno colindante con la sierra de la pila y la estación apeadero de Ulea.
La tercera en antigüedad, es la llamada “almazara de los Diego”, que ha sido la más duradera ya que, fue la última en dejar de molturar. Esta almazara qué, últimamente, se le llamaba de “la Claudia”, dejó de molturar, bien avanzado el siglo XX.
La finca en donde se ubica “la venta de Puñales, fue adquirida por “el tío Clemente” y, dada la extensión de terrenos con olivar que tenía, decidió construir una almazara para molturar la aceituna de su predio. También cesó su actividad, en la segunda mitad del siglo XX.
Cerca del “corralón de los Tomás”, junto al barranco, estaba ubicada la “Almazara de Ambrosio”, cesando su actividad en la década de 1960 a 1970.
Por último, en la venta de “los Henández”, propiedad de la familia Tomás Ramírez, se instaló la llamada “almazara de Gregorio”, cuya actividad fue más breve que las demás.
El advenimiento de nuevas maquinarias, para molturar aceitunas, ocasionó el cierre, de forma paulatina, de todas las almazaras del campo de Ulea. El trabajo tan penoso y su nula rentabilidad económica, fue el motivo de su defenestración.