POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA
Acaban de concluir las dos primeras estaciones del año y, como suele acontecer a menudo en esta comarca, las irregularidades meteorológicas se reiteran una vez más y, en este caso, nefastamente.
Veníamos de un 2018 que fue un caso singular, con unas temperaturas medias idénticas a las de los últimos 41 años (el mediático “calentamiento” aquí no llegó…), pero con unas precipitaciones muy generosas: 150 litros por encima de las habituales, ya que cayeron 777 litros por metro cuadrado en el casco urbano de Navalmoral; sobre todo en las dos estaciones claves para el sector agropecuario, como son la primavera y el otoño.
Pero he aquí que llega el 2019 y, aunque sólo hemos sufrido un mes con temperaturas superiores a la media –el de mayo pasado, que luego se ha visto compensado con la primera quincena de junio, más propia del mes precedente–, en el apartado hídrico ha sido una calamidad. También tuvimos únicamente una mensualidad que se salvó de la quema, y fue el de abril; pero, el resto, para olvidar:
– El invierno fue extremadamente árido: desde el 18 de diciembre estuvo todo un mes sin que se precipitara una sola gota de lluvia, en el resto de enero sólo medimos 26’6 litros, estando la media global en 71; febrero fue tan roñoso que soltó 4’3 litros, sin más, por los 63 que suelen ser frecuentes; y marzo no anduvo muy lejos, pues medimos 14’1 litros por metro cuadrado (y, para más inri, la mitad cayó antes que finalizara el desfile del Martes de Carnaval, ¡es que tiene guasa, Tomasa…), con 40 de déficit sobre la media de los últimos 42 años.
– Dando paso a la primavera cuando, según les anticipaba, abril remedió algo la calamidad que se cernía (35 litros más de lo que reflejan las estadísticas); pero no lo suficiente para recargar los acuíferos, puesto que sus 93 litros no fueron capaces de hacerlo; mayo volvió a las andadas, con 9’9 litros; y junio se lleva la palma, con un ridículo medio litro de agua por metro cuadrado.
Y en esas circunstancias nos hallamos: prosigue la sequía y, como en el estío las borrascas aquí brillan por su ausencia, los presagios para este verano que estamos a punto de iniciar son poco halagüeños, por lo que en más de una localidad me temo que se cierne la temible daga de las futuras restricciones del necesario líquido elemento; y respecto a las temperaturas, volverán a ser tórridas una vez más (sólo suavizadas por las periódicas “vaguadas” que el ondulante Jeat Stream descienden hasta nuestras latitudes). No nos extrañe, porque ya lo refleja el sabio refranero español: «San Juan nos amenaza, y San Pedro nos echa de casa«; o, “en el mes de San Juan, al sol se cuece el pan”.
Y el remedio que nos queda es ese otro veraz adagio: “frío en invierno y calor en verano, eso es lo sano”.
Que el verano les sea leve: al menos a los que, como a mí, no sentimos ningún atractivo por el calor.