POR JOAQUIN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En la segunda mitad del siglo XIX y, al principio del siglo XX,. Mi localidad era la cuna de señores feudales, muy influyentes, por cierto, en el entorno político y social de la capital murciana.
Ahora, camino del centenario de su fallecimiento, me viene a la memoria la impronta de José Obdulio Martínez Tornel, Don José quién, desde temprana edad, brillaba con luz propia en el mundo de las letras, la política y los medios de comunicación, en los ámbitos más selectos de la sociedad murciana.
Nacido en la localidad de Patiño, se trasladó a Murcia con unos familiares y, allí, se formó de forma brillante. Durante su infancia, educado en el seno de la religión católica, llegó a cursar estudios en el Seminario Mayor de Murcia; estudios que no concluyó ya que, sus ideas políticas y religiosas, dieron un cambio importante. Comenzó la carrera de derecho, estudios que sí acabó, pero, sobre todo, comenzó a decantarse como un joven con espíritu republicano, defendiendo «la Gloriosa»; aunque, en el último tramo de su vida, moderó su ideología política.
Las columnas del periódico «El Diario de Murcia», en donde trabajó durante 30 años; concretamente hasta el año 1903, narraban acontecimientos de los pueblos pequeños y aldeas de la Región de Murcia se jactaba de tener predilección por la sociedad más menesterosa y olvidada de los políticos de la época.
Nacido en el año 1845, decía ser gran amigo del ideólogo Antonio Gálvez Arce (Antonete), pero, además, de la alta sociedad murciana, de los políticos uleanos tales cómo: Joaquín Sánchez Valiente, Damián Abellán Miñano, Antonio Valiente Melgarejo, Emilio Carrillo Valiente y, en especial; Antonio Tomás Sandoval ilustre militar y alcalde, tras su jubilación, desde el año 1899 hasta 1911; alternando en la alcaldía con Damián Abellán Miñano.
En el año 1903, se integró en la gran cadena periodística «El Liberal», hasta el año 1916, fecha de su fallecimiento.
Los políticos y señores feudales del lugar, le visitaban con frecuencia en la capital del Segura y, tanta amistad adquirieron qué, el periodista y politólogo Martínez Tornel, venía al pueblo, en su calesa particular, con el fin de pasar fines de semana e, incluso, varias vacaciones, alojándose en casa de Antonio Tomás Sandoval.
Cuando llegaba con su tartana al muelle del pueblo,»el barquero, señor Vicente», acomodaba la calesa y la caballería, en la orilla del río por la parte de Villanueva y nada más pasar al muelle, le ofrecía un cigarrillo y una limonada. Mientras tanto, el hijo del barquero, acudía con toda la velocidad que le permitían sus cortas piernas, al domicilio de D. Antonio Tomás Sandoval, para anunciarles la llegada de su ilustre amigo. Sin demora, el alcalde, se acercó al muelle, en donde descansaba y disfrutaba, observando con atención el trasiego del barquero, manejando la barca y los pasajeros, personas, animales, carros y tartanas.
Nada más llegar Antonio, a su encuentro, se fundieron en un abrazo y se fumaron otro cigarrillo, junto al río, mientras las caballerías acababan con su pienso y abrevaban. Durante el rato que estuvieron charlando, hablaron delas cosas del pueblo, por supuesto pero, también, de la situación política, social y económica; tanto a nivel local, regional, nacional y del extranjero.
Una vez en casa de Antonio Tomás, los alcaldes que coincidieron con sus visitas Joaquín Sánchez Valiente, Damián Abellán Miñano, Antonio Valiente Melgarejo y Emilio Carrillo Valiente, acudían a cumplimentarle según las fechas en que visitaba aquí al Ilustre periodista murciano, dada su gran afabilidad y cariño por nuestra tierra uleana y, por sus moradores.
El politólogo y periodista José Martínez Tornel, que se había apaciguado con el paso de los años de los ímpetus republicanos de su juventud y madurez, siempre había declinado la intromisión de los curas en los asuntos políticos y, aunque les trataba con todo el respeto que cualquier persona merece, «no eran santo de su devoción» y, como consecuencia, no acudían a las tertulias que hacían en casa de Antonio Tomás, o, en Ayuntamiento; hasta qué, en el año 1905, el cura Juan Antonio Cerezo Ortín, «se hizo el encontradizo» y se acercó a una de sus frecuentes tertulias. Sin lugar a dudas, fue aceptado con naturalidad y departió con ellos. Sin embargo esta osadía le hizo pagar un alto precio, al ser catalogado por los ciudadanos como «cura revolucionario» al participar en las charlas con el periodista republicano.
Los feligreses más acérrimos, no le perdonaron el que hubiera tramado amistad con el señor Martínez Tornel y, en un número importante, dejaron de acudir a los ritos religiosos.
Juan Antonio Cerezo encajó, estoicamente, el desafío de sus feligreses inflexibles y, le hizo meditar sobre la conveniencia de seguir asistiendo a las tertulias que organizara el periodista o los políticos del pueblo. En los años siguientes, mientras siguió de párroco hasta el año 1916, se esforzó por inculcar a todos los ciudadanos, feligreses o no, el respeto que todas las personas nos merecemos seamos creyentes o no, o bien de un ideario político distinto al nuestro.
La amistad que entabló José Martínez Tornell, con el pueblo fue motivo para qué, el día 11 de mayo del año 1916, fecha del fallecimiento del ilustre periodista, politólogo y archivero, salieran en tres calesas, las personas que compartieron, con el, tertulias amenas y entrañables, durante varios años, para acudir a su sepelio.