POR ANTONIO BOTÍAS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Casi no inventaron nada. Pero lo recuperaron casi todo. La reciente historia de los Moros y Cristianos murcianos no resulta tan contemporánea. Aunque su primer desfile como asociación se celebró en 1983, aquel festejo fue la continuación de una antigua tradición. El paso del tiempo y la desgana fueron relegándola al olvido. Ellos la desempolvaron y pusieron en valor.
El cronista Ricardo Montes, en su interesante obra ‘Las fiestas de moros y cristianos de Murcia’, señala que incluso cuando los murcianos eran auténticos moros y cristianos ya existía cierta forma de celebrar con desfiles los acontecimientos. Basta leer las Actas Capitulares para demostrarlo. En una de ellas, en marzo de 1426, para honrar al rey Juan II se organizaron pasacalles donde desfilaba «un cuantioso número de juglares, moros y cristianos». Más que moros, moriscos de Ricote que cobraban por desfilar, apunta Montes.
Unos años más tarde, en 1452, Alfonso Fajardo consiguió una gran victoria frente a las tropas granadinas, apresando a 400 moros, sin contar los 800 que perecieron en la contienda. Más o menos. Fue entonces cuando el Concejo de Murcia nombró al santo de ese día, San Patricio, como patrón de la ciudad y el reino.
Los actos organizados en su honor incluyeron, aparte de la inevitable función religiosa, un desfile y el Concejo ordenó «que los muchachos vayan vestidos de moros, como se solía hacer». La dejadez hacia nuestras costumbres, por otro lado, no es fruto de este tiempo. Al parecer, nos hemos entrenado durante generaciones para olvidar el rico patrimonio que atesoramos. Estas cosas ya sucedían en pleno siglo XVI. Durante medio siglo se celebró aquel desfile de San Patricio. Pero entonces, en 1507, el Concejo dejó de organizarlo. Apenas tres años más tarde, la misma institución lamentaba la pérdida de la fiesta y proveía del dinero necesario para recuperarla. Aunque salvando las distancias, la representación actual que proponen Moros y Cristianos, si bien con algún desliz histórico, también entronca con la tradición.
Eso probó Manuel Muñoz Barberán en su obra ‘De la vida murciana de Ginés Pérez de Hita’, en la que narra los montajes que el historiador y poeta organizaba en la ciudad. Pérez de Hita, responsable de organizar el Corpus en Murcia, incorporó a sus desfiles personajes como el sultán y la sultana o un rey negro, entre otros.
Batallas fingidas
Montes también recuerda otro antecedente del actual desfile de la entrada, la fundación de la urbe o la entrega de llaves. Hay que remontarse al siglo XVIII. Con motivo del nacimiento de los gemelos Carlos y Felipe, hijos de la Princesa de Asturias, Murcia celebró en 1784 los inevitables festejos.
Durante los días 26, 27 y 28 de enero se instaló un escenario en el Arenal, hoy actual Glorieta, donde una comparsa «fingía una reñida batalla cada una de aquellas tres tardes», cuenta Montes. La representación era conocida como el «juego de la espada», muy aclamada por el pueblo. Además, en la plaza de San Juan se instaló una especie de antiguo campamento que, en parte, recuerda al actual.
Los tejedores de lienzo del barrio decidieron construir un castillo con su género. Mientras, como señaló el cronista Torres Fontes, los alarifes, caldereros y pasamaneros se disfrazaron de musulmanes. Y los panaderos y talabarteros se vistieron de turcos.
Las referencias a este tipo de actos son muy variadas a lo largo de nuestra historia. En 1586 se convocó, textualmente, una «fiesta de moros y cristianos para el día de Santiago». Y durante los siglos siguientes serían habituales los alardes de arcabucería en honor de los patrones de las distintas colaciones murcianas, pongamos por caso San Miguel o Santa Olalla.
Festejos laicos
No menos antigua es la evidente relación con la antigua patrona del Reino, la Virgen de la Arrixaca. Pero no solo con esta advocación. La fundación de la Cofradía de Jesús, la de los Salzillos, fue celebraba, miren ustedes por dónde, con una fiesta de moros y cristianos. Eso fue en 1602. Eso sí, los Moros y Cristianos de Murcia resurgirían organizados sin concesión a advocación alguna.
Aunque todos admiten el año 1983 como el de la fundación de la fiesta actual, ya dos años antes se propusieron actos para celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad. Al año siguiente, las calles de Murcia fueron tomadas por los Moros y Cristianos de Orihuela, lo que supuso el último y decisivo paso para su instauración.
La historia recuerda, como también lo hace Montes, a los cinco grupos fundadores: Mudéjares, Abderramán II, Ibn Arabí, Ibn Mardanish y los Caballeros del Temple. A ellos se sumaron más festeros de Abanilla y Orihuela. La Asociación estaba entonces presidida por Antonio Albaladejo.
Ocurrió el 4 de septiembre. Era domingo. Por ello, al día siguiente solo informó de la noticia el semanario ‘Hoja del Lunes’. Y no escatimó halagos. El desfile arrancó pasadas las nueve y media de la noche, con retraso por culpa de la inexperiencia. De hecho, los Caballeros de Nuestra Señora de la Arrixaca declinaron desfilar en el último momento, según la prensa, «por miedo a las improvisaciones y a no dar el mínimo exigible».
Los del Temple, en cabeza
Hasta diez bandas de música, que costaron un millón de pesetas de la época, acompañaron al gran cortejo. Fue lo más costoso. Los trajes corrieron a cargo de los festeros, cuyo número ascendía a 250 personas. A ellos se sumaron otros muchos repartidos en las distintas cabilas y mesnadas.
Los cristianos del Temple abrieron el desfile, seguidos a corta distancia por las bandas cuya música, según ‘Hoja del Lunes’ era «poco ortodoxa e inadecuada para estos casos (pasodobles, pasacalles, fanfarria…)».
Respecto a los moros, el mismo redactor concluyó que desfilaron mejor: «Iban ataviados con lujosos terciopelos y adornos de lentejuelas, playa y oro». Era el comienzo de una apuesta por la historia, la cultura y la diversión que se convertiría, en muy pocos años, en cita ineludible durante nuestra Feria.
Fuente: https://www.laverdad.es/