POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Revista La Moraleja, número 89
Este sábado inicias el recorrido por la Ruta del Aceite, encuentras las Cooperativas San Isidro, Jaencoop, y San Francisco: olores, sabores, los templos de la degustación, modernos y bellos edificios representativos de la localidad, generadores de empleo de riqueza, de vida, motores de la economía de la zona.
En la primera rotonda un empiedro sirve para recordar los antiguos molinos aceiteros, piedras en forma cónica para molturar la aceituna. En la segunda rotonda, una prensa con sus imprescindibles capachos y un centenario olivo. Para todos los que nos visitan procedentes de Levante, un rótulo alrededor de la rotonda anuncia nuestro nombre, VILLANUEVA DEL ARZOBISPO.
En el camino que recorres hasta el cercano polígono, en donde se da nombre a estas cooperativas, atraviesas la carretera, Córdoba-Valencia, llamada en el casco urbano Avenida de Valencia. El escaso o nulo arcén es motivo de preocupación y de intenso cuidado ante la peligrosidad del incesante tráfico.
La huerta situada en un lateral, bajo la carretera que cuidaba Cristóbal, artista del esparto, mostraba siempre el esmero y minuciosidad con la que trabajaba este trozo de tierra que suponía un revulsivo para su vida. Razones de la edad motivaron que cesara en esta actividad.
Se evoca la celebración de la Iª Fiesta del Aceite, sueños de un agradable tiempo pasado, recuerdos emotivos de carrozas, confetis, poesía y belleza, de promoción de nuestra riqueza. ¿Seréis capaces de recuperar y repetir tan hermoso y emotivo acontecimiento?
En este recorrido ves los solares y vallas del antiguo edificio cercano a las Fuentecillas: puedes recordar el sonido “del pito” a la una en punto. La hora del cese de la jornada laboral de los hombres, la salida de los niños de las escuelas cercanas y la comida preparada por las mujeres de la casa. A la derecha contempla un carril que conduce a la Vera, la Herrera y el Calvario de reminiscencias místicas y poéticas de la orden carmelita y de San Juan de la Cruz. La fábrica de San Miguel, hoy silenciosa, perdiendo poco a poco su vida y sus recuerdos.
Al llegar a esta curva pronunciada, en su parte izquierda ves solares que podrán albergar naves industriales, aunque ahora está todo bloqueado, silencioso sin máquinas ni obreros. Aquí, tal vez algún día rotularán la calle llamada Hermanos García Franco. De la calle que tendrá como vecinas a las llamadas Séneca o Lucano, poco puedo contar por ser un solar, que tardará años en edificarse. Si nos adentraremos en unos datos biográficos de estos hermanos que llevaron nuestro aceite a todos los rincones de España, en unos momentos difíciles, pero su inmensa vocación comercial impulsó y animó tan importante aventura.
Al entrar en la antigua fábrica, en la calle América, recuerdos imborrables te llegarán de juegos infantiles, al escondite en algunos de los trojes, el penetrante olor del aceite, compartido con Pepe, hijo del “motor de la industria”, José.
Fueron nueve los hermanos que iniciaron en Arroyo María, en la llamada Venta de los Agustines, un modesto pero amplio emporio comercial, fábrica de aceite, serrería, venta de aceite, jabonería, molino de pienso, alquitrán y lugar de hospedaje.
A nuestra localidad se trasladarían en los años 50, siendo cinco los hermanos que participaron en el proyecto comercial: José Antonio, Ramón, Rufino, José y Agustín.
Con su fábrica de aceite impulsaron el trabajo en la localidad, llegando en momentos determinados a tener en nómina hasta ciento cincuenta trabajadores, entre la fábrica, el taller, camioneros… Instalan almacenes en Madrid y Barcelona, una fábrica de envasado y refinería en Baracaldo, con proyectos de expansión en Canarias y Brasil.
Uno de los hermanos José Antonio, abandona la sociedad quedando los cuatro restantes.
La muerte de José en los primeros años de la década de los años sesenta, administrador, hombre adelantado a su tiempo en todo lo referente a los negocios del aceite, frena todos los proyectos.
Recuerdos de niñez, añoranza de que el aceite llegase a cualquier parte del mundo y mantuviese la localidad numerosos puestos de trabajo,
Será interesante poder en un futuro conocer y publicar datos más amplios de esta empresa.
Desde la publicación de estas líneas en 2012 han transcurrido más de siete años y retornas a la antigua industria y el proyecto de calle:
“En el edificio de la calle América, todo el terreno explanado. Se vendió por los herederos. Hoy una torva, y maquinas auxiliares para la limpieza de aceituna es el único resto de lo que fue un generador de trabajo y difusión. Queda en pie lo que fueron las oficinas, tal vez limpias de documentos que pudiesen ser una fuente de estudio para futuros investigadores. Las dos casas que tenían para los empleados, se vendieron y hoy han cobrado la vida de unas familias que han puesto en valor estos edificios, como su vivienda habitual.
En tu recorrido sobre el lugar que debía asentarse la calle llamada Hermanos García Franco, verdor de los campos tras las lluvias recibidas, unos restos de cimientos de algunos proyectos, que no llegaron a realizarse. Te han facilitado el proyecto de una serie de naves industriales, y en el centro la calle García Franco. El proyecto por motivos financieros no se pudo realizar, por lo tanto el nombre de la calle es una nueva utopía. No sé qué podrán investigar en un futuro los amantes de la historia local, sobre esta calle, dudas y confusiones”.
Has encontrado una foto de Andrés Quesada sobre las antiguas Fuentecillas y has decidido incorporarla como homenaje a esta Ruta del Aceite.