LAS CARTILLAS DE RACIONAMIENTO
Jun 05 2015

POR ALFONSO ROVIRA, CRONISTA OFICIAL GRÁFICO DE ALZIRA (VALENCIA)

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En el boletín de RAECO último -2ª quincena de mayo- Joaquín Carrillo, paisano y compañero de Ulea (Murcia). El que suscribe nació en Caravaca de la Cruz; publicaba una crónica sobre las “cartillas de racionamiento”. Como viví la “experiencia del hambre” en aquellos años, adjunto una historieta de lo que fue.

El miércoles 14 de mayo de 2014, se cumplieron 75 años de la implantación de la cartilla de racionamiento de alimentos.

Los años de la dictadura en España fueron tiempos de cartillas de racionamiento, de penurias, de escasez… a principios de le década de los años 40 del pasado siglo XX, debido a la más incivil de las guerras, la política económica de los gobernantes y el aislamiento internacional, en España escaseaban los alimentos. El gobierno decidió controlar la distribución de las mercancías, asignando a cada persona cierta cantidad de los productos básicos: azúcar, arroz, aceite, pan, judías… que había que recoger con la Cartilla de Racionamiento. Estas se establecieron el 14 de mayo de 1939, suprimiéndose en 1952.

Funcionaba la distribución con la asignación de una cartilla personal, que mediante cupones y previo pago de los mismos, se asignaba a cada ciudadano alimentos de primera necesidad. El suministro lo proporcionaba la Comisaría General de Abastos, que cada semana anunciaban públicamente el porcentaje, la cantidad y precio de los alimentos que se adjudicaban. Cada persona tenía asignado el proveedor o tienda de comestibles de la que podía servirse. Era imposible adquirir de forma legal cualquier alimento que no estuviera controlado por el “Racionamiento”, salvo que se acudiera al mercado negro que se llamaba “estraperlo”, con precios por muy encima de lo establecido por la Comisaría correspondiente.

Las personas que se salían de la normativa legal tenían altos riesgos de ser condenados con penas de cárcel. Las cartillas eran de primera, segunda y tercera categoría, en función del nivel social, el estado de salud y el tipo de trabajo del cabeza de familia. Los productos que se entregaban eran básicamente: garbanzos, boniatos, bacalao, aceiteite, azúcar y tocino; de cuando en cuando se encontraban maravillas como café, chocolate, membrillo o jabón. Rara vez se repartía carne, leche o huevos, que sólo se encontraban de “estraperlo”. Cada semana se suministraba un cuarto de litro de aceite, cien gramos de azúcar, cien gramos de garbanzos, doscientos gramos de jamón, un kilo de patatas y un bollito diario de pan. Este último era negro, porque el blanco era un artículo de lujo, quedando reducido a 150 o 200 gramos por cartilla. Muchas veces en las casas particulares se amasaba y cocía el pan por la noche para evitar a los agentes de la Fiscalía, que al día siguiente lo encontraban por el olor del pan recién cocido y lo decomisaban.

Lógicamente la cantidad de comida era insuficiente y las gentes tenían que “buscarse” la vida. Patatas a lo “pobre”, patatas hervidas con laurel y un toque de colorante marca el “Avión”, lecha aguada, guisos de castañas y bellotas, achicoria de café… pero el guiso más curioso de todos era la tortilla de patatas, sin patatas ni huevos. Las amas de cosas utilizaban la parte blanca de las naranjas situada entre la cáscara y los gajos; se apartaba y se ponía en remojo a modo de patatas cortadas. Los huevos era sustituidos por una mezcla formada por cuatro cucharadas de harina, diez de agua, una de bicarbonato, pimienta, aceite, sal y colorante para darle el tono de la yema. La cartilla de racionamiento fue abolida el 1 de junio de 1952.

También en esta época existía una cartilla emitida por Tabacalera, S.A. Tarjeta de fumador con la que en el estanco se hacía “saca” para proveerse los fumadores del “potet de 70”, entre otras especialidades -era una cajetilla de papel con tabaco picado, que costaba setenta céntimos- que se adquiría cortándose en el estanco el cupón correspondiente. Era un pequeño rectángulo de cartón impreso en color verde donde se presentaba con el nombre de titular; fecha de nacimiento, profesión, domicilio, número de tarjeta, serie y categoría que además era intransferible. El acceso a esta tarjeta de fumador, exigía ciertos y curiosos requisitos. La expedición corría a cargo de los ayuntamientos y para obtenerla era imprescindiblemente ser varón, acreditando su personalidad mediante la presentación de una partida de nacimiento, una declaración jurada sobre la condición de fumador, además de un certificado de buena conducta suscrito por un párroco. En 1953 fue suprimida.

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