POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
El problema de acceso a la vivienda no es una cuestión del tiempo presente. Viene de lejos, siendo el mayor reto al que se han tenido que enfrentar las clases populares desde hace siglos. La ubicación de extensas familias en cubículos que no cumplían las más elementales normas de habitabilidad, era la norma hasta no hace tanto tiempo. Una realidad que afectaba a aspectos tan esenciales como la salud de amplios sectores de la población, que sufrían las condiciones de hacinamiento a las que estaban sometidos. Esta situación, que se produce en la mayor parte de las ciudades españolas, va a servir para que se publique la Ley de 12 de Junio de 1911, promovida por el instituto de Reformas Sociales, relativa a la construcción de Casas Baratas. Con ella se pretendía que las clases populares pudiesen tener acceso a una vivienda, tratando de poner remedio a un problema endémico, al que no se había prestado la necesaria y suficiente atención hasta finales del siglo XIX.
La Ley de Casas Baratas está considerada la primera intervención pública para apaciguar las enormes carencias habitacionales que padecían las clases populares. La nueva ley autorizaba a los ayuntamientos a llevar a cabo la cesión de solares gratuitos para la construcción de viviendas en régimen de cooperativa, así como el pago de intereses, por parte del Estado, a las sociedades cooperativas que tuviesen que pedir préstamos bancarios para ejecutar la construcción de viviendas. Hogares higiénicos y baratos que dignificasen las condiciones de vida de gran parte de la población.
El Cáceres de principios del siglo XX era una pequeña capital con 16.933 habitantes, que en años posteriores vería incrementada su población debido a los flujos migratorios de nuevos vecinos que llegaron a la capital desde el medio rural, y a los avances sanitarios que incidieron en la bajada de los índices de mortalidad, especialmente la infantil. Desde 1900 hasta 1930 la población local creció más del 50%, llegando a los casi 26.000 habitantes empadronados en 1930. De forma paralela, el viejo caserío extramuros exhibió claras muestras de insuficiencia para acoger a los nuevos efectivos poblacionales en condiciones decorosas. Casas anticuadas del arrabal donde se acumulaban las familias de clase trabajadora, en régimen de alquiler, carentes de servicios básicos como agua corriente o ventilación adecuada. En este contexto histórico hizo su aparición en Cáceres, auspiciada por el telegrafista de origen placentino Dionisio Viniegra, la denominada Asociación de Socorros Mutuos.
Esta asociación mutualista surge en ausencia de un sistema de seguridad social y leyes de protección social, cuyos estatutos habían sido aprobados el 18 de Noviembre de 1891 por el gobierno civil de Cáceres. Entre sus objetivos, prestar auxilios pecuniarios a los que siendo asociados enfermaran temporalmente, o proporcionar, para lutos y entierros, una suma de dinero a las viudas o hijos menores de los socios fallecidos. Aunque Los Socorros Mutuos de Cáceres son recordados, principalmente, por haber desarrollado una política de viviendas para sus asociados, que dieron como fruto la urbanización de uno de los tradicionales escollos topográficos que detenían la ampliación urbanística de la ciudad: la Peña Redonda. Aunque hay que matizar que Casas Baratas se construyeron también en otros solares de la ciudad, desde San Marquino hasta Fuente Concejo o las Afueras de San Blas. Si bien el barrio que se quedaría para siempre en la memoria local, con el nombre de Casas Baratas, será el creado en el entorno de la Peña Redonda.
El 15 de agosto de 1917 se sortearon las dos primeras Casas Baratas que se construyeron en la ciudad. Los beneficiados serán los vecinos José Blasco Bejarano y Celedonio Moreno Alcántara. Casas construidas por el alarife local Antonio Canelo y diseñadas por el arquitecto Antonio Moya. Esta primera y tímida experiencia se vería ampliada durante los años siguientes, donde las Casas Baratas se iban a convertir en la manera de acceder una vivienda para muchos cacereños de diferentes oficios. Casas de cuatro habitaciones con cocina, patio y retrete, que, por 10 pesetas al mes, podían ser adquiridas por aquellos que vivían de un jornal, algo inédito en la vida de las familias trabajadoras de la ciudad. En 1931, la Asociación de Socorros Mutuos tenía 1.102 afiliados, más que ninguna organización local. Allí figuraban desde el pintor Sánchez Varona hasta el fotógrafo Santiago Caldera, el relojero Rafael Barriuso, el cantero Ruperto Flores o el tipógrafo Antonio Canales. Además de carreros, albañiles, caleros y cientos de cacereños de cualquier profesión.
Nombre históricos
Fue tal el éxito de la promoción de Casas Baratas que en 1931 el ayuntamiento solicita al archivero municipal, Antonio Floriano, un informe para dotar de nombre a las vías del nuevo barrio que se había construido, en pocos años, en el entorno de la Peña Redonda. Un barrio donde se controlaba el diseño urbanístico en lo relativo al ancho de sus calles o de su acerado. Se propone que sus nuevas calles lleven nombres asociados a la historia local o nacional: San Jorge, Alfonso IX, Reyes Católicos, Cónsul Balbo, Francisco Paniagua, Calle de los Fueros, Marqués de Ovando o García Holguín.
Para los cacereños siempre ha sido y será el barrio de las Casas Baratas, aunque actualmente de baratas solo les queda el nombre. Un barrio diferente que, con el paso de los años, se ha convertido en una de las zonas residenciales más céntricas y con mejor diseño urbano de la ciudad. Casas renovadas sobre sus solares originales que nos ponen en contacto con el primer proyecto a favor del acceso a viviendas higiénicas y baratas, para aquellos que no tenían más bienes que su trabajo.
FUENTE: https://www.elperiodicoextremadura.com/caceres-local/2024/04/07/casas-baratas-caceres-100721225.html