POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer una tinitense, BEGOÑA GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, seguidora de mis «Histories…», recordaba cómo en su comarca los FORMIGOS eran, al igual que en Boal, un «presente» con el que se obsequiaba a las recién paridas, además, por supuesto, de las clásicas y obligadas CESTADAS con destino de recuperación nutricia de la madre que, tras el sufrimiento del parto, debía atender a la lactancia de » lo nacido».
¡Qué recuerdos de aquellos tiempos cuando los partos eran en casa, la comadrona era una «curiosa experta», y el vecindario amigo prestaba ayuda y enseres para el evento!
¿En qué consistían las CESTADAS?
El nombre se debe a que «los donantes», en visita a la parturienta, la obsequiaban con aquellos alimentos, algunos muy deseados, que se consideraban eficaces para lograr una pronta recuperación de la madre y, de paso, ayudarla a que esta fuera «abundosa de leche» para atender las exigencias del recién nacido.
Recuerdo los versos del extremeño Luis Chamizo en su poema «El chiriveje» dentro del poemario «El miajón de los castúos» (año de 1921):
«Lucero, pan y condío,
espiguina de carne de mis eras,
suerbe p´adentro remetiendo juncia,
larga chupones atizando yesca
pa que aluego, cuando mozo,
naide te moje la oreja…»
¿Qué COMPONENTES tradicionales integraban una CESTADA?
Es evidente que dependían un poco de las posibilidades económicas del donante y de los precios de mercado en esas fechas, pero en general eran:
1.- Una gallina vieja y «gorda de grasa», pues se entendía que los caldos eran nutriente esencial para convalecientes.
2.- Una docena de huevos para «hacer ponches» con las yemas y un vino reconstituyente.
3.- Un kilo de azúcar, necesario para los ponches mañaneros
4.- Una tableta de chocolate para la merienda, pues se consideraba alimento importante y muy vigorizante. Eran usuales las marcas «La Primitiva Indiana», «La Herminia» y «La Cibeles».
5.- Una caja de galletas María para acompañar el ponche de la mañana y el chocolate de la tarde. Eran frecuentes y muy estimadas las marcas Fontaneda, Cuétara.
6.- Una botella de vino Sansón o, en su defecto, un vino quinado como San Clemente, Santa Catalina… El preferido fue siempre el Sansón.
En muchos pueblos la gallina vieja se sustituía por una «mantequina» muy fresca, recién hecha con la nata de la «vaquina de casa», y si el donante era de «ciudad» regalaba unos ESPONJAOS comprados en la mejor confitería de la zona.
En fin, dice el refrán que «todos los nenos nacen con un pan baxu´l brazu». Antaño era verdad; hogaño, ya se sabe, reciben vestidinos, pijaminas, hasta «cosiquines cibernético-digitales».
¡Ah! ¿Qué era el «ponche mañaneru»?
Pues verán: Se selecciona la yema de un huevo de gallina de aldea y, puesta en un vaso, se bate muy bien complementado con unas cucharadas de azúcar al gusto. Bien batido, se deslíe la mezcla con vino Sansón (u otro similar, reconstituyente) y se va tomando a sorbos acompañando con alguna dulcería seca como galletas o bizcocho.
No es preciso cantar al final.