LAS CUENTAS DEL FRAILE
Nov 02 2020

POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)

Fray José Esplugues, según Montesinos. (Archivo Caja Rural Central).

Hay personajes en nuestra historia de los que poco, o casi nada sabemos de ellos, ni de sus andanzas, milagros o desafueros, sin llegar a dudar de la buena fe con que se vieron guiados en sus actos.

Me estoy refiriendo al onteniense Joseph Esplugues, fraile que perteneció al Colegio de Nuestra Señora del Socorro y San José de la Orden de Predicadores de la ciudad de Orihuela en el siglo XVIII y que, entre otros cargos, fue provisor o procurador en Valencia de su Colegio, entre 1751 y 1762. Este eclesiástico citado con frecuencia por Josep Montesinos, sufrió un grave contratiempo a la hora de presentar las cuentas de su gestión en Valencia, de lo vamos a tratar.

Colección A .L. Galiano.

Al analizar los hechos nos da la impresión que no fueron al estilo de Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como “El Gran Capitán” que al mostrar sus cuentas a Fernando el Católico tras la campaña de Nápoles, en 1506, debió de engordarlas mucho en conceptos poco justificables. Sin embargo, en nuestro caso, tal vez, estemos más en la línea del refrán “las cuentas claras y el chocolate espeso”, interpretando que lo diáfano de las mismas denota perfección, al igual que el segundo producto cuanto más denso mejor.

De esto último, de chocolate, debía ser un buen consumidor el bueno de nuestro fraile, ya que entre los gastos anuales que le abonaba su Colegio, se encontraba un jornal de este producto que importaba unas 16 libras.

Colección A. L. Galiano.

El 27 de abril de 1762, Esplugues dejaba su destino en Valencia y, al llegar a Orihuela entregó sus cuentas, las cuales fueron remitidas el 18 de junio de dicho año al maestro fray Domingo Therol y lector jubilado Miguel Jaume por orden del rector fray Vicente Ballester, para ser analizadas, a fin de que comprobasen si los cargos y

descargos coincidían, dejando a un lado la conformidad de las partidas con los recibos que Esplugues debía haber presentado, “sin que jamás pudiera imaginarse del proceder del referido P. Esplugues la falta de fe y legalidad que ahora de experimenta”.

Días después, el 24 de junio los depositarios entregaron su dictamen y por orden del rector, se concedió a nuestro fraile tres días para ejercer el derecho de alegación al citado dictamen. A ello, este último reconoció que no debía alegar nada, ni contradecir el contenido, salvo reconocer la omisión de “no haber tomado vales al tiempo de entregar el dinero”.

Por ello, imploraba “clemencia, conmiseración, missericordia y charidad”. Lo cierto es que le faltaban 176 recibos justificativos de los pagos.

Después de haberse ratificado Esplugues, el 21 de julio, el rector determinaba finalizada la investigación y los autos pasaron a los Padres del Consejo para que juzgaran en conformidad con las “Santas Leyes y Constitución”. La sentencia no fue favorable a nuestro fraile, ya que se ordenó su detención y el embargo de todos sus bienes, para que fueran vendidos a fin de cubrir en lo posible el alcance que había de 1769 libras 6 sueldos 7 dineros.

El 14 de agosto de 1762, entre las 8 y las 9 de la mañana, le fue comunicada la sentencia a Esplugues por la que debía permanecer durante un año en la cárcel donde estaba custodiado desde hacía catorce días. Probablemente debió de cumplir la condena en el calabozo para los frailes y estudiantes que, según Justo García Soriano, se encontraba en uno de los ángulos de la biblioteca del Colegio.

Se estableció que, tras de expoliar sus bienes y subastarlos, con lo conseguido se reintegrase dicha cantidad al Colegio. Sin embargo, al considerar que al ser de “corta entidad los bienes” de Esplugues, el rector consideró que no era necesario hacer justiprecio de dichos

bienes, efectuándose la subasta de los mismos el 20 de agosto a las tres horas de la tarde. Lo recaudado en la subasta fue de 62 libras 13 sueldos 3 dineros, siendo reintegrada dicha cantidad al Colegio. Entre los bienes subastados del fraile, encontramos 21 libras de chocolate, 117 pergaminos, 8 varas de cotonina y una pieza de 17 varas y media de lienzo. Así mismo, sus pertenencias personales se componían de trece pares de medias viejas, un pañuelo de color, tres toallas usadas, dos calzones de lienzo, dos camisas, un manteo de paño viejo y un sombrero entrefino.

Entre el ajuar doméstico, cinco servilletas, tres sábanas, una cuchara y un tenedor de plata que no eran de ley. Respecto al mobiliario, tenía un escritorio, un velón y una “cruz de Cassa Santa”. Su biblioteca quedaba reducida a cuatro tomos sueltos de la Historia del maestro Medrano, “el Persiles y Guzmán de Alfarache”, un juego de breviarios en dos tomos, seis tomos del ingeniero Medrano y una Semana Santa.

Tal como vemos, pocos bienes tenía fray Josef Espugles, y en su conducta debía actuado con mejor vista a la hora de exigir los recibos, a pesar de que entre sus bienes disponía también “un anteojo de larga vista”, que se lo adjudicó fray Pablo Andria.

El fraile permaneció todo el año en la cárcel, con privación de decir misa y de “voz activa y pasiva”, de relación con religiosos y seculares. Con 71 años, una vez cumplida la sentencia suplicaba que se le absolviera del encierro y de las demás penas que se le había impuesto.

Fuente: Aquí en Orihuela

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