ENTRE LOS MUCHOS ‘GRIALES’ DISTRAÍDOS POR EUROPA, EL LIBRO RECIENTE DE LA CRONISTA OFICIAL DE LEÓN, MARGARITA TORRES, Y JOSÉ MIGUEL ORTEGA DOCUMENTA LA PRIMOGENITURA DEL CÁLIZ DE DOÑA URRACA EXPUESTO EN SAN ISIDORO
Se acaba de estrenar en Aranda de Duero una nueva edición de las Edades del Hombre, la muestra cuyo tirón constituye el mejor viático para descubrir los encantos de la Ribera del Duero. Algunos obvios, como los vinos y los asados. Otros requieren la grata pesquisa del garbeo. El núcleo de Aranda se despliega por una Mesopotamia circular que teje su laberinto callejero y subterráneo en el picón que asiste al abrazo de tres ríos: el Arandilla, el Bañuelos y el Duero, que los recibe. Esta situación afila uno de los costados de su plaza Mayor, por imperativos de la traza circular del caserío originario, y le da forma de ataúd. Madoz y a su rebufo Cela atribuyen esa apariencia fúnebre al lamento por la pérdida de las libertades, que simbolizó como nadie su alcalde Aviraneta, barojiano levantisco, trapisondista de diversos apaños y compañero de Byron en la lucha con el turco. Una plaza arbolada, peatonal y con templete.
La exposición se reparte entre las iglesias de Santa María y San Juan. Un dédalo de callejuelas lleva desde la plaza hasta el asombro gótico de la portada de Santa María. Detrás de Santa María se abre la plaza de los Tercios, ensanchada con el derribo de unas casas que entorpecían las maniobras de los carros que hasta aquí llegaban con la uva y el grano de sus tributos. De los Tercios a San Juan son cuatro pasos. La iglesia de San Juan se encarama sobre el curso del Bañuelos con su torre rematada con almenas, frente a la que se abre el puente que los arandinos llaman romano. Este espigón concentra la parte más antigua de Aranda con el embarcadero y la memoria fluvial de las tenerías.
Desde hace un tiempo, las Edades tienen un relato monográfico, que en este caso gira en torno a la Eucaristía, después del Credo de su anterior parada en Arévalo. A lo largo de estos meses, se han ido detallando las piezas artísticas procedentes de las once diócesis de Castilla y León que se exhiben en la muestra. También las diferentes miradas sobre el sacramento que Cristo fijó en la última cena, repartiendo pan y vino en la copa que las leyendas artúricas convirtieron en quimera.
Entre los muchos griales distraídos por Europa, el libro reciente de la cronista oficial de león, Margarita Torres, y José Miguel Ortega documenta la primogenitura del cáliz de doña Urraca expuesto en San Isidoro. Las reliquias de la Pasión de Cristo, desde el grial a la sábana santa, la corona de espinas o la vera cruz, han conocido un trajín esotérico tan desmedido, que dos mil años después su conjetura sigue urdiendo libros y películas. Pero la última cena, que ha sido uno de los nutrientes esenciales del arte cristiano, también ofrece mensajes de lectura actual, que apelan al compromiso con la pobreza y el desamparo de los más necesitados.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/ – Ernesco Escapa