POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
En 1918 hacía poco más de dos décadas que las nuevas ferias de San Fernando, habían irrumpido en la escena festiva local como unas fechas para las transacciones ganaderas y también para la celebración y el jolgorio. Desde sus inicios en 1896, las nuevas ferias locales se habían consolidado como destino de miles de cabezas de ganado que eran vendidas en esta cita. A rebufo del negocio ganadero, cada año llegan mayor número de atracciones a la ciudad. Circo, exhibiciones de aviación o puestos de baratijas y chucherías varias, inundan de puestos los alrededores del paseo central que presidía la Plaza Mayor.
Sin duda alguna, las nuevas ferias se habían convertido en un importante activo para la economía local. Pero aquellas ferias de 1918, no serían las más fastuosas de cuantas se habían celebrado hasta el momento. La causa principal de esta bajada de las fiestas locales, eran las emanadas de los problemas económicos, del país en general y de Cáceres en particular, así como la emergencia sanitaria que produce primero el azote de una epidemia de tifus exantemático y a continuación la tristemente famosa “gripe española”, a lo que se añadía la situación internacional, en una Europa devastada que era testigo del cuarto año de guerra mundial. Estas y otras cuestiones de menor calado, se convierten en una rémora, que acabará por influir en el movimiento de ganados y personas que habían de asistir a las ferias de la capital.
Una de las cuestiones donde se nota la bajada de inversión es en la programación taurina. Sí en el año anterior se habían celebrado dos novilladas, en la edición de 1918 sólo será una novillada, con los diestros Francisco Díaz “Pacorro”, José Sánchez “Hipólito” y Juan Anlló “Nacional II”. Una cuestión que tendría sus repercusiones en la prensa local, que acusa al ayuntamiento cacereño de falta de interés para programar las fiestas, así como la ausencia de subvención municipal para que la Era de los Mártires pudiese acoger corridas de postín, que invitasen a que muchos forasteros se trasladen a la capital para ver los toros y activar el comercio local. Un tema que nos traslada al tiempo presente de manera inmediata.
El diario ‘El Noticiero’, en su edición del día 20 de abril de 1918, publica un artículo en portada, donde critica abiertamente al ayuntamiento por no subvencionar las corridas de toros y por la falta de imaginación, para potenciar otro tipo de actividades festivas que también atraigan forasteros a la ciudad. Entre las nuevas iniciativas se demanda que se organicen festejos de carácter cultural como exposiciones de pintura o escultura, exposiciones ganaderas y agrícolas, así como conciertos musicales o certámenes de bailes regionales. Se reprocha que, tanto la Diputación Provincial como los círculos recreativos locales, no organicen actividades culturales diferentes a los tradicionales bailes.
El contenido cultural de las fiestas sólo se materializaba en las funciones del viejo teatro Principal y la también añeja barraca de cinematógrafo instalada en la Plaza de San Juan. Un reto que no sería asumido por la autoridad local que continuó apostando por los fuegos artificiales, las dianas floreadas de la banda municipal de música y por el circo. Así eran las ferias de hace 100 años. No ha pasado tanto tiempo.