POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
El interés por la lectura nos depara muchas veces sorpresas y alegrías, no sólo al captar mensajes perdidos que se nos hacen sonoros y evidentes, sino porque descubren fragmentos del patrimonio artístico de nuestra tierra hasta ahora desapercibidos. La lectura a la que me refiero es la del patrimonio cultural alcarreño, esa que hacemos cuando nos fijamos en el conjunto y en los detalles de las obras de arte heredadas de nuestros antepasados: templos, castillos, cuadros y espacios. Hoy traigo como absoluta novedad un conjunto de gárgolas renacentistas que se articulan en un estupendo conjunto con mensaje cultural. Están en Mirabueno, cerca de Sigüenza.
La villa de Mirabueno
En el borde septentrional de la meseta alcarreña que va a desprenderse en fuertes cuestarrones hacia el valle ancho del Henares, asienta Mirabueno, pequeño pueblo que debe su nombre a las magníficas vistas que desde él se gozan, en dirección a los valles del Dulce y el Henares, que a sus pies se juntan, por Mandayona, y aún más lejos se extiende el panorama por las serranías atencinas, del Ocejón y Somosierra.
Aquí traigo como absoluta novedad un conjunto de gárgolas renacentistas que se articulan en un estupendo conjunto con mensaje cultural, y que están en Mirabueno, cerca de Sigüenza.
Perteneció a la Tierra de Atienza. Fue donado por el rey Juan II a su cortesano Gómez Carrillo en ocasión de su boda con María de Castilla, en 1434, y luego su hijo Alfonso Carrillo de Acuña, en 1478, formando con Mandayona a la cabeza un pequeño señorío en el que incluyó a Mirabueno, se lo vendió a doña Brianda de Castro, cuyo marido don Iñigo de la Cerda y Mendoza era ya señor de Miedes. En esta familia de la Cerda‑Mendoza, permanecieron ambos señoríos durante el siglo XVI, y a finales del mismo se integraron en el ducado de Pastrana y más tarde en la Casa del Infantado.
La iglesia parroquial
Aunque por iniciativa eclesial, con las directrices emanadas siempre desde el arzobispado de Sigüenza al que pertenecía Mirabueno, pero con la ayuda económica de sus señores los De la Cerda y Mendoza, el pueblo construyó a mediados del siglo XVI su iglesia parroquial tal como hoy la vemos, echando al suelo la antigua, posiblemente de dimensiones reducidas y estilo románico rural. Se trata de un magnífico elemento de estilo renacentista, influido por la escuela seguntina de canteros de mediado el siglo XVI. Muestra fuerte fábrica de sillería, en estilo “de cajón”, esto es, con planta de nave única, sin crucero marcado, y con cabecera poligonal, más contrafuertes laterales sujetando la gran bóveda nervada del interior, y una magnífica torre de planta cuadrada sobre el muro de poniente. La puerta de entrada se abre al sur, y se forma de severas líneas renacentistas, bajo amplio pórtico cubierto sujeto por tres columnas que se alzan sobre altos y elegantes pedestales. En la barbacana de piedra que rodea al edificio, aparecen grandes bolones, así como el jarrón de azucenas del Cabildo seguntino, y la fecha de 1701 grabada.
Lo que más nos interesa en esta ocasión es la torre, de planta cuadrada, adosada sobre el muro de poniente del templo, muy elevada, con muros firmes de sillería, y un cuerpo final para las campanas, de espléndida factura, que se constituye con pilastras, entablamentos, y un final antepecho rematado a trechos por florones. Espectacular es el friso que supera los muros de la torre y sustenta al antepecho, porque tiene una fina labra de jaqueles y ovas acompañados de hojas, con un sentido clásico muy elaborado. Surgiendo de ese friso, marcando simétricamente las esquinas y comedios de la torre, ocho grandes gárgolas finamente talladas sobre piedra caliza.
Es este el motivo principal de mi comunicación de hoy: la singularidad, casi única en la provincia de Guadalajara, de un conjunto de gárgolas renacentistas, que se conserva completo, y que ofrece -a mi entender- un mensaje iconológico a través de una iconografía clara y afortunadamente bien marcada.
Para el análisis de estas piezas escultóricas, en las que hasta ahora nadie se había fijado, se puede establecer una distribución que es geométrica y que manifiesta claramente una intención locutoria.
Están las figuras colocadas de tal manera que en las esquinas de la torre aparecen seres humanos cuya identificación hago a continuación. Y en los comedios del muro aparecen animales que a su vez forman un conjunto propio. Un sencillo esquema que acompaño da idea de su distribución, y a partir de los números que los identifican, hago la descripción y análisis del conjunto.
1 – Profeta
2 – Sibila
3 – Rey guerrero Salomón (dominio)
4 – esclavo hebreo (sumisión)
5 – carnero (sumisión)
6 – león (resurrección)
7 – perro (fidelidad)
8 – águila (dominio)
De los seres humanos que pueblan esta altura, he podido identificar los siguientes (de E. a S.):
Un hombre adulto expresivo, con luengas barbas y tocado de una especie de bonete, que parece gritar mensajes. Una mujer, porque aparece con su torso desnudo, sus grandes pechos al aire, el pelo ensortijado sobre la frente. Un guerrero poderoso tocado de un casco apuntado y cubiertos sus hombros de coraza bien tallada. Y un esclavo, hombre joven con sus brazos sujetos por una tela arrugada, el pelo abundante y revuelto y haciendo una llamada de socorro.
De los animales que en ella se muestran, en el mismo orden (de E. a S.):
Un carnero, con su cornamenta bien marcada. Un león, con sus melenas que le cubren cabeza y torso. Un perro, con los hocicos prominentes. Y un águila, con su pico enorme y el cuerpo cubierto de plumas.
Con todas las precauciones, este podría ser el enunciado iconográfico, y pasar al iconológico es siempre un paso atrevido, pero que debe hacerse. Creo que las cuatro figuras humanas se contraponen claramente (o se complementan, según se mire) con las figuras animales. Los personajes no identifican a nadie en concreto, no llevan cartelas ni nombres tallados, por lo que se debe suponer son representaciones ideales. No son santos del Cristianismo, porque irían identificados, y solo cabe pensar que son figuras de la Antigüedad, tanto del Antiguo Testamento, como del Paganismo. En la generosa concesión que el neoplatonismo humanista hace de estos remotos seres, debe suponerse que incitan a la memoria de los tiempos prístinos del pueblo judío. Y así, podríamos suponer que en ese orden expuesto, el “1” Profeta sería uno de los más señalados de la Biblia, quizás Isaías; el “2” Sibila, podría ser cualquiera de ella, la Helespóntica por ejemplo. Ambos en sus escritos hacen profecía del Nacimiento de Cristo. El “3” Rey guerrero armado, es sin duda Salomón, expresión del dominio del pueblo hebreo, mientras que el “4” esclavo es un judío sometido a la opresión en el sometimiento de Babilonia. Estos dos últimos expresan también, en lectura proféticas, los momentos del alma cristianizada, poder y sumisión.
De las cuatro figuras de animales, podríamos leer sus respectivos y habituales sentidos simbólicos. El “5” carnero, que es logotipo de la sumisión; el “6” león, que lo es del poder, y de la resurrección también; el “7” perro, que lo es de la fidelidad, y el ”8” águila, que es del dominio, con su vista y su alto vuelo.
Podrían, incluso, emparejarse los animales con los personajes, y así hacer parejas de Salomón con el águila (1-8), del esclavo con el carnero (4-5), del profeta con el león (1-6) y de la sibila con el perro (2-7).
La interpretación de un monumento con un sentido seguro, pero no evidente, es uno más de los pasos que deben darse en el proceso de las “lecturas del patrimonio”. En este caso de Mirabueno, además de la forma (la torre manierista con su cuerpo de campanas y los alardes escultóricos de sus gárgolas) se ofrece la curiosa iconografía, con seres humanos y animales en alternancia buscada, y una arcana iconología en la que seguro que puso imaginación, y teológico saber, algún canónigo del Cabildo de la catedral seguntina. Este último paso, que siempre requiere documentos, firmas y anclajes escritos, es el que nos falta. Pero en todo caso queda la especulación y la evidencia callada de una intención.
La autoría
Es muy difícil, sin documentos parroquiales, pronunciarse sobre la autoría de la iglesia, torre y gárgolas. La iglesia de Algora, situada a media legua de Mirabueno, con un espléndido edificio parroquial algo posterior, de la segunda mitad del siglo XVI, debe su autoría a José Sanz de Alvarado (según se pregona tallado con grandes letras en la torre) y Juan de la Carrera “el Viejo”, ambos canteros y maestros montañeses. Trabajando a las órdenes del Obispado seguntino, es muy posible que fueran ellos, o gente de su grupo (en todo caso maestros de cantería cántabros) quienes se responsabilizaran del aparato de la iglesia de Mirabueno. Y que el programa humanista manifestado en sus gárgolas fuera fruto de las cavilaciones de algún canónigo seguntino (de ahí la repetida aparición del escudo capitular en la cara oeste de la torre, puerta, muros y barbacana de esta iglesia) dado a la especulación teológica tan propia del neoplatonismo de la primera mitad del siglo XVI en Castilla. Téngase en cuenta que esta galería de figuras de la iglesia de Mirabueno surge al mismo tiempo en que Sigüenza ve construirse (y decorarse) el gran Sagrario Nuevo o “Sacristía de las Cabezas” catedralicia.