LAS LLAMAN ESPOSAS…
Feb 16 2019

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

Publiqué mi primer artículo denunciando la discriminación ancestral que padecen la mujer en una revista que editaba mi colegio universitario. Han pasado más de 40 años. Aún vivíamos en la dictadura franquista.

Luego tuve la inmensa fortuna de predicar con el ejemplo cuando fui madre, y como profesora de bachillerato. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo.

Soy constante.

Conozco hombres defensores de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres que predican lo que practican. Mi padre era así. Mi marido también, como mi hijo y mi yerno. Como mis mejores amigos. Me fío de ellos.

Otros son feministas de salón. De fácil discurso y pluma. Pero su casa es otra cosa. Allí mandan los pantalones. Abundan. No significa que todos sean violentos. Pero son machistas. Los suelo detectar pronto. No es fácil esconder el subconsciente. Incluso algunos, que van de progres, rechazan la presencia femenina en sus reuniones lúdicas, y llevan mal admitir que en su lugar de trabajo manda una mujer. Somos molestas porque les rompemos su esquema doméstico cotidiano. Ése ya es un primer caldo de cultivo para que un día cualquiera digan mientras conducen, si ven algún fallo en la carretera: «¡mujer tenía que ser!». Su esposa es otra cosa, porque es suya. La han educado desde que les dijo «sí quiero» para ejercer a su placer. Por lo general no hay violencia en el hogar, porque aquello es el reposo del guerrero.

Por último, queda otro grupo de hombres, los menos por fortuna. Son los asilvestrados, los malvados por instinto. Los maleados por la calle, la familia y la escuela. Los herederos de la caverna. Los que tienen forma de ser humano pero carecen de alma. Ésos no se conforman con mandar y anular voluntades. Necesitan recurrir a la violencia física y psicológica para demostrar su condición machuna. Por eso torturan y matan.

Si un hombre maltrata a una mujer por considerarla inferior, ya es un asesino potencial en cualquier situación. En consecuencia no debería tener derecho a educar a sus hijos, ni a ejercer como jefe en ningún caso. Por supuesto, un maltratador no está capacitado pare desempeñar muchas profesiones, como médico, abogado, policía o maestro, entre otras, que requiere empatía. Caso de la política.

Pero eso lo digo yo, no la ley.

Ejercen.

Y así nos va. Y así seguiremos.

Porque nadie veta a un profesional por ser violento y machista.

A mí, esos minutos de silencio tras cada mujer asesinada me importan un bledo.

A mi lo que me importa es lo que esto acabe.

Con estas leyes no vamos bien.

Como nada más puedo hacer, hasta que llegue el día de votar, sigo escribiendo sobre un tema que me duele mucho.

Hoy comparto una columna no muy antigua, y corto poema que compuse estos días para unirme a la iniciativa de Ideal en esta jornada con color a sangre de mujer.

¡Va por vosotras!

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