LA CRONISTA OFICIAL DE AVILÉS RESCATA LA HISTORIA DE LAS ABUELAS, MADRE, ESPOSA, HIJAS Y NIETAS DEL ILUSTRE MARINO
Ahora, cuando celebramos el ‘Año Pedro Menéndez’ en Avilés con el objeto de celebrar el 500 aniversario de su nacimiento, he pensado que mucho se ha escrito sobre su vida de marino, de gran marino, en quien primero Carlos V y sobre todo Felipe II, ya desde su época de príncipe de Asturias, depositaron su confianza. Sus hazañas en el mar Cantábrico, canal de La Mancha y mar del Norte no tienen nada que envidiar a sus hazañas en las rutas oceánicas hacia América, la famosa carrera de Indias, y en la ocupación y población definitiva de la península de Florida y ya tierras adentro, hacia lo que luego sería Luisiana.
Pero si se dice que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, y él la tuvo en su esposa María de Solís, yo quiero detenerme hoy en trazar unas breves pinceladas sobre las mujeres que formaron parte de la familia directa de Pedro Menéndez de Avilés.
A las primeras que podemos conocer son a sus abuelas: la paterna, María González Cascos, vecina de Avilés, y la materna Elvira Menéndez de Arango, con ascendencia en el concejo de Pravia de allende, es decir, de los actuales concejos de Pravia y Cudillero. De su madre, María Alonso de Arango, dudan los genealogistas si era natural de Avilés o, como su madre, de quien toma el apellido Arango, del concejo de Pravia. Mujer recia que vio cómo sus cinco hijos varones se enrolaron en la vida marítima y militar, y sufrió la muerte de dos de ellos, Diego y Juan, durante las campañas de Flandes.
Casado con María de Solís tuvo tres hijas dentro del matrimonio y otra ilegítima
Muy joven, Pedro se casa, o, como se recoge en sus biografías, lo casan con una niña de diez años, María de Solís, con orígenes en el cercano concejo de Corvera, niña que luego se convirtió en una mujer de recio carácter, que tuvo que soportar las largas ausencias de su esposo, ausencias que le llevaban siempre a lugares de peligro, y que tuvo que padecer, como su suegra, la pérdida de su único hijo varón, Juan de nombre, en aguas americanas, en el más tarde tristemente famoso triángulo de las Bermudas, y como veremos, también la muerte desgraciada de la mayor de sus hijas. María llegó a viajar a América, acompañando a otra María, la hija extramatrimonial de su marido, y al marido de ésta, otorgando un primer testamento en salud, antes de partir hacia el viaje transoceánico, siguiendo la costumbre de tantos viajeros; y ya posteriormente un segundo testamento, al final de su vida, cuando se hallaba retirada a sus propiedades de Molleda.
Y es que hijas, el Adelantado tuvo tres en su matrimonio con María de Solís y una extramatrimonial, de cuya madre desconocemos el nombre y a la que posteriormente legitimó.
De las hijas legítimas la mayor, de nombre Ana, dentro de la política matrimonial que se planteó su padre, se convirtió en la esposa de Pedro de Valdés, de la familia Valdés de Gijón, que viajó con el Adelantado a América y que se convirtió en un gran marino y militar. Pero poco tiempo después de su matrimonio, en una de las ausencias de su marido, fue acusada de relaciones deshonestas por su suegro Juan de Valdés y por su cuñado Gonzalo de Tineo y asesinada por ambos, en pro de la limpieza de la honra de la familia. El asunto trajo cola: los asesinos fueron castigados ejemplarmente, pero aún en el siglo XVII seguía resonando el baldón que por ello había caído sobre la familia, intentando mermar así su fama, y que llegó a sustanciarse en pleitos en la Real Chancillería de Valladolid.
La segunda hija, Catalina, fue la llamada a heredar el mayorazgo que su padre había creado, vinculando al mismo los títulos y beneficios que había obtenido de Felipe II en la Florida. Casada con un hidalgo originario de San Tirso de Candamo, de nombre Hernando de Miranda, parece ser que no tuvo descendencia, aunque Ciriaco Miguel Vigil en su conocido trabajo sobre la genealogía de Pedro Menéndez de Avilés, habla de una niña llamada Toribia, de la que no he hallado noticias en ningún documento. A la muerte del Adelantado, Catalina y Hernando pasaron a la Florida, pero la actuación de éste fue un auténtico desastre, teniendo que intervenir su primo Pedro Menéndez de Avilés para solucionar el mal hecho. A su vuelta a Asturias pasan a residir a Oviedo y, posteriormente a Grado. Tras la muerte de Hernando de Miranda, Catalina vuelve a contraer matrimonio, en este caso con Hernando de las Alas, del que tampoco tuvo descendencia, quebrándose así la línea directa de sucesión del Adelantado.
La tercera hija, María Menéndez de Avilés, ingresa como monja, otra de las salidas airosas para las hijas de los nobles y de los hidalgos si no se les podía encontrar un buen partido; y lo hace en el convento cisterciense de Nuestra Señora la Real de las Huelgas, o de la Asunción, que se acababa de construir intramuros de la villa de Avilés para acoger a las religiosas procedentes del de Santa María de Gúa, en la montaña de Somiedo. En 1554 es una de las firmantes de cierta reclamación al ayuntamiento avilesino y sabemos que continúa en él en 1568.
Una hija extramatrimonial
Y, por fin, la hija extramatrimonial, llamada también María Menéndez de Avilés. El Adelantado tuvo pronto muy claro que, si quería que tanto su familia legítima como María tuvieran una vida sin problemas, lo mejor era alejarla de Avilés. La casa con Diego Fernández de Velasco, nieto del condestable de Castilla Pedro Fernández de Velasco, pero también procedente de una rama ilegítima, ya que su padre era hijo extramatrimonial del condestable. A Diego pronto lo lleva consigo el Adelantado a América, y en su primer testamento vemos que vincula el territorio que solicita como propiedad la Florida y el título de marqués que esperaba se le concediese a este matrimonio. Lo malo es que ni lo uno ni lo otro se llegó a obtener. Pero Diego no se amilanó y llegó a desempeñar diversos cargos de importancia en Nueva España, como el de alguacil mayor de la ciudad de Méjico y el de Gobernador del Nuevo Reino de Vizcaya, en el norte de Nueva España, lindando actualmente con los EE. UU.
Aunque Ciriaco Miguel Vigil afirma que no tuvieron descendencia, a través de una petición elevada por Diego al rey de España a la muerte de su mujer, solicitando ayuda para mantener a su numerosa familia, sabemos que tuvieron al menos cinco hijos. Dos de ellos varones: uno de nombre Pedro, que ingresó en la Compañía de Jesús, por la que tantas simpatías mostraba su abuelo, y otro Diego, que en la fecha del documento era aún menor. Pero tuvo también tres hijas.
La mayor, de nombre Ana, como la hija perdida tan joven por el Adelantado, profesó bajo el nombre de Ana María de San Antonio en el convento de Regina Coeli, de monjas concepcionistas, en la capital de Nueva España, Méjico.
La segunda, llamada Antonia de Velasco, se casó con Lorenzo Ugarte de los Ríos, alguacil mayor de la Inquisición de Méjico en las provincias de Nueva España.
La tercera, Francisca Menéndez de Velasco, era doncella, menor, al redactarse el documento. Por ello, la familia directa por sangre, que no por ley de mayorazgo, del Adelantado, hemos de ir a buscarla, a partir de estos datos, a los archivos mejicanos.