LA FOTOGRAFÍA QUE ILUSTRA LA PORTADA DE «INDIVIDUAS…» PERTENECE A LAS MUJERES RAPADAS DE OROPESA (TOLEDO), QUE EL PROFESOR Y CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LUCENA (CÓRDOBA) ARCÁNGEL BEDMAR YA HABÍA UTILIZADO EN 2001 PARA LA PORTADA DE SU LIBRO «LOS PUÑOS Y LAS PISTOLAS. LA REPRESIÓN EN MONTILLA (1936-1944)»
Estas historias, que muy pocas veces se hicieron públicas en la prensa malagueña, pero que provocaban una enorme indignación entre la población desde el principio de la guerra, tuvieron un reflejo del extendido pensamiento popular en el diario El Popular del 15 de enero de 1937.
Muchas personas conocen, por haberlo oído a través de multitud de testimonios orales, la feroz represión que sufrieron las mujeres republicanas por parte de las fuerzas falangistas, moras y de regulares, principalmente, en las primeras semanas de la sublevación de los generales rebeldes el 18 de julio de 1936. En todos los pueblos se conocen historias parecidas: muchachas y mujeres que se habían señalado de alguna manera durante el periodo republicano fueron detenidas, vejadas, violadas en muchos casos, y rapadas y obligadas a tragar aceite de ricino para después ser paseadas por las calles del pueblo, música incluida a veces, para mofa pública y terrible vergüenza propia. A veces también se las afeitaba las cejas (1) o como en Córdoba y Extremadura, les dejaban un mechoncito de pelo donde le ponían lazos para hacerlas parecer más ridículas.
La profesora sevillana Pura Sánchez ha investigado esta doble represión sobre las mujeres republicanas en su libro «Individuas de dudosa moral. La represión de las mujeres en Andalucía (1936-1958)» editado en 2009, y a ella me remito para su profundización. Lo que aquí quiero subrayar es la escasez en nuestra tierra de imágenes de estas mujeres y, por tanto, la casi nula información de este tipo de represión en la prensa de la época. De hecho, la fotografía que ilustra la portada de «Individuas…» pertenece a las mujeres rapadas de Oropesa (Toledo), si bien es verdad que el profesor y cronista oficial de la villa de Lucena (Córdoba) Arcángel Bedmar ya había utilizado en 2001 para la portada de su libro «Los puños y las pistolas. La represión en Montilla (1936-1944)» una foto, igualmente impactante, de jóvenes y mujeres rapadas en el patio del Ayuntamiento de Montilla (Córdoba). Por cierto, quien quiera conocer detalles de esta fotografía, puede consultar la entrada de su blog, imprescindible para los interesados en la Memoria Histórica de la provincia de Córdoba: https://arcangelbedmar.com/2017/02/13/la-fotografia-de-las-mujeres-peladas-en-montilla-durante-la-guerra-civil/
Es verdad que hay muy pocas imágenes que visibilicen este cruel tipo de represión franquista, pero la investigación de la prensa de la época me ha llevado a descubrir algunas otras. Por ejemplo, en el periódico madrileño Ahora se publicó el 2 de octubre de 1936 en una página titulada «La lucha contra la sublevación fascista», una imagen de gran tamaño con dos mujeres rapadas con este pie de foto: «Los bárbaros instintos de las hordas fascistas han dejado sus huellas en estas mujeres vascas, a las que despojaron de sus cabellos en uno de los pueblos norteños». Esta misma imagen se publicará en la revista gráfica madrileña Estampa ocho días más tarde en una página que rezaba «La mujer española, ultrajada por los fascistas». En este caso, la imagen venía acompañada con este pie de foto: «Los instintos zoológicos de los generales sublevados contra la República se han desencadenado también contra las mujeres. A estas dos republicanas de las provincias vascas los facciosos les han infligido el escarnio y la humillación de despojarlas de los cabellos. En su ferocidad selvática, los rebeldes agravian la dignidad humana y la dignidad del sexo femenino».
Pocos días más tarde, en el mismo periódico de Ahora (Madrid) del 9 de octubre, en las páginas centrales, José Quílez Vicente firmaba un reportaje con fotografías sobre la represión en los pueblos del Alto Aragón. Se titulaba «Fascistas y requetés inundan de sangre inocente los pueblos del pirineos aragonés» y se narraban historias espeluznantes de represión sin precedentes. Destaca la historia de las tres mujeres del Comité de la CNT del pueblo de La Peña (entre Jaca y Ayerbe) que fueron detenidas, rapadas y condenadas a ser fusiladas. Debajo de la foto de las tres mujeres este pie de foto: «Pilar Franco Sarasa, Matilde Paños Pachen y Lucía Estallo Ascaso, tres de las vecinas de La Peña que fueron rapadas por los fascistas y tuvieron que huir con sus hijos para que no las fusilaran».
El semanario gráfico Estampa volvió a reproducir estas tres fotografías el 17 de octubre pero sin citar la fuente y sin contar detalles de la historia. Volvía a publicarla en una página con el mismo rótulo de «La mujer española, ultrajada por los fascistas» y en el pie de foto se escribía: «Otra muestra de la crueldad fascista es la que pueden ver nuestros lectores en estas tres mujeres de La Peña, rapadas, como las dos vascas que dábamos en nuestro número anterior, por los rebeldes y que deben su vida a haber podido huir con sus hijos después del escarnio».
Cuando después he estado analizando la prensa republicana malagueña he comprobado que las pocas noticias gráficas son también del mes de octubre de 1936 y que en ellas sí aparecen las historias de las mujeres con algún detalle, pues los redactores de los diarios «Vida Nueva» y «El Popular» cuando viajaban a los frentes de guerra sí quisieron conocer las historias que había detrás de esos casos indignantes de represión, aunque las fotografías se imprimían en papel de periódico y nos ha llegado con una calidad casi inservible. En cualquier caso, seguro que en su momento tuvieron su utilidad como viva denuncia y como acicate y motivo de rabia para proseguir, con más decisión si cabía, la lucha contra el fascismo.
«Salud, camaradas»
La primera historia que quiero acercar al lector, y que tiene nombre propio, es la de Encarnación Castillo Velasco, de 18 años y natural de Ronda. En la sección de «El Popular en los frentes de guerra» del 16 de octubre de 1936, los reporteros viajaron desde Ardales a El Burgo y allí, estando con el Comité de Guerra del pueblo, les hablaron de una joven huida de Ronda que trabajaba en las cocinas. Los reporteros fueron a conocerla y comenzaron a hablar con ella, «de una belleza extraordinaria y que en sus ojazos aún tiene marcadas las huellas de tristeza que le esculpieron con su proceder indigno e inhumano, elementos mercenarios de la reacción española y el señoritismo de Ronda». Encarnación les cuenta que estaba trabajando de sirvienta en casa de Pedro Vila, uno de los señoritos principales del pueblo, y que cuando Ronda estaba todavía en poder de los republicanos, «de los míos», ella solo decía «salud, camarada» cuando se encontraba por la calle a sus conocidos. No militaba en ninguna organización. Y nunca habló mal de los señoritos, al contrario.
Cuando un día se dieron cuenta de que los fascistas iban a entrar en Ronda, las mujeres, niños y ancianos huyeron, pero ella se quedó allí, pues pensaba que no había hecho nada malo y que sus señoritos la defenderían. «Encarnación hace una pequeña pausa, que aprovecha para envolver bien su cabeza con el pañolón negro que, una vez colocado, le da el aire de una campesina y cara de virginidad». Pero cuando los fascistas fueron dueños de Ronda, su señorito fue el primero en denunciarla diciendo: «Tened cuidado con esta, que es de las que levantan el puño y dicen “salud, camarada”». En ese momento la detuvieron y la llevaron al cuartel general de Falange donde estaban varias mujeres más. «Todas estaban ya peladas y no cesaban de llorar». A Encarnación la sentaron entre tres «señoritos» y comenzaron a raparla. Una vez pelada, como fue observando que a otras las sacaban a las calles para mofarse de ellas y después de pasearlas las llevaban a fusilar, ideó una forma de escapar de una muerte segura. En un descuido cogió «un lío de ropa» y engañando a un centinela se fue al río a lavar entre otras mujeres pobres. De allí salió corriendo sin que la vieran y después de caminar por los montes durante horas se encontró con milicianos que la trajeron a El Burgo.
Cuando después de contar su historia se disponía a marchar de nuevo a la cocina, Encarnación «levantó el puño, y con una sonrisa alegre y vivaracha, nos ha dicho: -¡Salud, camaradas! Y ahora, si me quieren matar, ¡que me maten!».
«La confundieron con espías»
En la última página de El Popular del 29 de octubre de 1936, volvía a salir una foto de dos mujeres rapadas y vejadas por los fascistas. El periodista F. Castrillo Ruíz se encontraba en el frente de Colomera a 25 kilómetros al norte de Granada y allí, entre otras noticias, le relataron que las avanzadillas milicianas encontraron medio escondidas a dos mujeres granadinas «cuyos familiares habían sido días antes ejecutados por el delito de haberse negado a secundar órdenes draconianas y horrorizarse de las tropelías cometidas. Dichas mujeres fueron bárbaramente tratadas y una vez peladas a rape y sin vestimenta alguna» huyeron con la esperanza de llegar a las líneas republicanas. Los milicianos de las avanzadas que la encontraron las confundieron con espías pues al divisarlas rápidamente «se escondieron avergonzadas al verse desnudas ante nuestros milicianos». Éstos la llevaron en coche a un caserío cercano donde le dieron de comer y le procuraron vestidos. Castrillo Ruíz se lamentaba de que no le preguntaran sus nombres antes de conducirlas a Colomera ya vestidas y dignificadas, pero al menos uno de los milicianos les hizo esta foto que entregaron al periodista para denuncia de la «barbarie clerical fascista» hacia las mujeres.
«Rescatando a las mujeres rapadas»
Y por último, en la sección «Vida Nueva en los frentes de lucha» correspondiente a los días 12 y 13 de noviembre, el «Reporter Rojo» narra su viaje al frente de Villanueva del Cauche (pedanía de Antequera en el puerto de las Pedrizas) donde confraternizó con la Columna de García Prieto, alcalde de Antequera y jefe miliciano conocido como «Tío Malo» por los falangistas. Esta unidad de milicias antifascistas era denominada «5º Batallón Antequera» y en esos días trataba de reconquistar esa ciudad malagueña para la República. En ambos artículos se cuenta la historia de Juan Rus Gónzález, evadido de Antequera cuando entraron las tropas fascistas del general Varela e integrado inmediatamente en las milicias. Allí supo que los regulares habían asesinado a su hermano y que habían implantado un régimen de terror de la que no escapaban ni ancianos ni mujeres. «Valientemente se decidió a hacer una incursión para rescatar a su familia. Con 12 milicianos salió para la pedanía de Cartaojal, a escasa distancia de Antequera, y tuvo la suerte de poder recoger a su mujer y a su hermana». La mujer de Juan «cubre con un negro pañuelo su cabeza, rapada por la villanía fascista». En la fotografía de Vida Nueva del 12 de noviembre aparece esta mujer «mutilada por los fascistas», como recoge el periódico en el pie de foto. El reportero no ceja en su grado de indignación y carga contra las tropas franquistas, «de esos seres tan “supercivilizados” que ofenden la dignidad femenina rapándoles la cabeza y dejándolas después la vida para su vergüenza. Yo he visto a esas mujeres insultadas en lo más hondo de su dignidad, enrojecer de rubor cuando le pedimos que se quiten el pañuelo con que cubren su cabeza villanamente rapada…». Juan también recogió a su hermana Josefa Rus que se quedó con las milicias de cocinera, aunque «también hacía de miliciana aguerrida cuando era preciso».
El Reporter Rojo también describe a un joven miliciano del mismo Batallón que, después de rondar muchas noches el cortijo donde los facciosos habían recluido a su novia y le habían rapado la cabeza, y de ver la forma de rescatarla, finalmente vio cumplido su objetivo. La chiquilla se armó de valor y una noche que sintió a su novio por los alrededores, aprovechó el momento propicio para huir y llegar hasta donde él se escondía. Ambos se unieron en matrimonio civil apadrinados por García Prieto y tuvieron el regalo de poder ir a Málaga unos días de breve luna de miel.
¡«Ni perdón ni olvido»!
Estas historias, que muy pocas veces se hicieron públicas en la prensa malagueña, pero que provocaban una enorme indignación entre la población desde el principio de la guerra, tuvieron un reflejo del extendido pensamiento popular en el diario El Popular del 15 de enero de 1937. En la portada aparecía un artículo firmado por la ya militante del Partido Comunista Margarita Nelken titulado «¡Ni perdón ni olvido!». El artículo era un alegato contra la frase farisea de que «el pueblo español es generoso, perdona y olvida», y contra eso Margarita se rebela y escribe: «Mas del infierno de las trincheras en que acechan las balas explosivas y la metralla extranjera…; de los montones de fusilados y de muchachas ultrajadas; de los espeluznantes cortejos de mujeres con la cabeza rapada y retorciéndose de asco, de humillación y de dolor por la barbarie del aceite de ricino tragado a la fuerza; de toda esta crueldad estúpida, extraña a toda reacción humana, elévase un clamor de energía desesperado: ¡ni perdón ni olvido!».
El Puerto de Santa María (Andalucía), 12 de octubre de 2017
(1) Reportaje sobre la represión en Sástago (Zaragoza) aparecido el 3 de febrero de 1937 en La Vanguardia de Barcelona: «Después de todo lo que te acabamos de explicar, ya puedes comprender la vida de los pocos que quedan de los nuestros, ya que tienen que presenciar escenas tan denigrantes como la de cortar el pelo y afeitar las cejas a las mujeres de nuestros camaradas por cosas tan fútiles, como por ejemplo, el ir sin medias. Excuso decir lo que hacen con las que son agraciadas, incluso con chiquillas…».
Fuente: http://kaosenlared.net/ – Manuel Almisas Albéndiz