POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

En el siglo XVI, tras la expulsión de los últimos moriscos del reducto de Ulea y, tras haber sido erigida la iglesia de san Bartolomé entre los años 1502 y 1707, se operó en la población un sinfín de costumbres que para que no fueran licenciosas, ni dadas a fraudes ni timos, tuvieron que recopilarse en unas normas de obligado cumplimiento, que fueron recogidas en las Ordenanzas Municipales del Ayuntamiento.

– En dichas ordenanzas se recogen costumbres uleanas que son razonables y, otras que infunden ciertas sospechas, por lo que precisan su tabulación y control con la finalidad de evitar los desmanes y picaresca.

– A través de estas ordenanzas según el historiador Santos Benítez, se fijaron los precios de las labores artesanales en la villa de Ulea. De tal manera que a partir de entonces, los célebres batanadores, solo podían cobrar cuatro maravedíes por cada paño batanado.

– Con dichas ordenanzas se trataba de controlar los precios de las materias primas que escaseaban en el pueblo

– Se les prohibió a los dos caleros habidos en el pueblo, la venta de cal a personas forasteras, sin que antes hubieran traído otra carga semejante de mercadería como provisión de la misma.

– Exigía a todos los artesanos que tuvieran a la vista todas las pesas y medidas oficiales.

– Se ordenaba que estuvieran expuestos- o que se explicaran- las formas y modos del trabajo artesanal. Estaba prohibido que los zapateros hicieran los calzados de dos piezas o dos mitades.

– Se sancionaría con multas elevadas a los infractores de dichas ordenanzas. De tal forma, como ejemplo, a los herradores de caballerías que cobraran más de ocho maravedíes por cada herradura puesta con sus clavos correspondientes se les multaría con 200 maravedíes.

Estas ordenanzas tuvieron sus adeptos y detractores, ya que se aseguraba la homologación de precios y que estos fueran justos y, por consiguiente, el comprador no saliera defraudado, pero a la vez, al no existir competencia de precios, no se estimulaba a los artesanos a ser más originales o, a lograr mayor calidad en sus productos.