LAS PISTOLAS QUE CARGA EL DIABLO
Oct 06 2016

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Hace unos meses, leí un artículo escrito por el periodista José Martínez Tornel, escrito en la primera década del siglo XX. Dicho relato hacía mención a la tenencia de armas, generalmente pistolas, de forma clandestina, con la única finalidad de defenderse de un atraco o una agresión violenta.

Sin embargo, Martínez Tornel hace mención especial en el descuido de estas armas mortíferas al quedar escondidas en lugares de fácil acceso y, por consiguiente, al alcance de niños y jóvenes indolentes qué, al jugar con ellas, pueden causar desgracias irreparables.

En tiempos recientes hemos contemplado el trágico balance de fallecidos, en colegios y universidades de otras partes del mundo, al irrumpir jóvenes enarbolando armas de fuego y causando una masacre entre alumnos y profesores que fueron asesinados a quemarropa. Los autores, eran jóvenes adolescentes qué, por las causas que fuere, tomaron la macabra decisión de eliminar a compañeros de aula y profesores. En todos los casos había un denominador común: la fácil accesibilidad para conseguir armas de fuego.

Ciñéndome a desagradables acontecimientos ocurridos en Ulea, hace más de medio siglo, relataré la triste historia que ocurrió, cuando dos jóvenes, estando limpiando una pistola, en el interior de su casa según declararon posteriormente accionaron el gatillo, con tan mala fortuna que la pistola estaba cargada: dice el refrán que “las armas las carga el diablo” y se disparó contra el suelo y, al rebotar en las losetas , atravesó la puerta de madera que daba salida a la calle, con la mala fortuna de qué, en ese fatídico momento, pasaba por allí una madre con su hijo, de corta edad, cogido de la mano, siendo alcanzado por una bala furtiva que impactó en la cabeza del niño, causándole casi, al instante la muerte.

La trágica secuencia, en un pueblo que apenas alcanzaba los 1500 habitantes, causó consternación y tristeza a todos sus habitantes. La noticia por su trágico desenlace fue narrada al día siguiente por los periódicos murcianos ‘La Verdad’ y ‘Línea’ tildándola de fatal casualidad y mala suerte. Sin embargo, en sus columnas, al igual que la ciudadanía, se hacían esta pregunta: ¿Como unos jóvenes pueden tener al alcance pistolas sin que sean vigilados por sus padres? ¿Miran para otro lado las fuerzas del orden público, según quien sea el infractor y el abatido? Sí, en estos momentos recuerdo el escrito de nuestro preclaro Martínez Tornel, a principios del siglo XX.

El ordenamiento jurídico nos dice bien claro qué, en efecto, son los padres los responsables de los actos delictivos cometidos por sus hijos, cuando estos son menores de edad.

La ley penal es muy severa cuando el delito es el disparo de un arma de fuego qué, en muchas ocasiones jugando a ser valientes la enarbolan para ser caporales del grupo y, como consecuencia, al dispararse, ocasionan tales desgracias, aunque se de por descontada la involuntariedad del causante.

Dicho incidente se diluyó como un azucarillo en el agua y, los autores, apenas fueron amonestados.

Conclusión: si se tiene licencia de armas, evitar que los niños y adolescentes tengan acceso a ellas.

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