El interés de López Gómez por este tema dista de ser nuevo. Ya en sus años de Universidad atendió a las investigaciones de Jacint Corbella y décadas después, hacia 2004, se topó con el nombre de Felisa Martínez en un archivo. Entonces, le surgieron dudas y preguntas acerca de si fue la primera en licenciarse, a qué se dedicó tras los estudios o cuántas más la acompañaron en el tiempo, si es que hubo alguna.
Y, así, empezó a indagar en una materia sobre la que, en 2006, el entonces presidente del Colegio de Médicos, Juan José Aliende, le permitió profundizar de la mejor de las maneras: encargándole redactar un libro monográfico. Los inicios del ejercicio médico de la mujer en Burgos se publicó en 2007 y, como recuerda ahora su autor, «me satisfizo mucho, porque supuso poder manifestar la personalidad de unos compañeros en el sentido de ‘ejercientes’ de medicina, que tuvieron un coraje y una calidad profesional y humana extraordinarias». Así que cuando el Consejo General de Colegios médicos le dio oportunidad de zambullirse de nuevo en las biografías de estas españolas, lo disfrutó «muchísimo». El resultado, Mujeres pioneras en la Medicina, está disponible en internet para el público general y es todo un compendio de ‘rompedoras de techos de cristal’
Me impresiona su empuje. Ellas no declinaron ante las dificultades, que fueron muchas»
En el caso de Felisa Martínez (Miraveche, 1902) porque no solo se licenció con notas brillantes en Valladolid, sino que se doctoró en Madrid y se labró de la nada una carrera más que prometedora. «Se alojó en la célebre Residencia de Señoritas, de la que llegó a ser médica y también lo fue del Instituto Escuela, fue amiga de María de Maeztu y se especializó en Pediatría y Ginecología», dice López Gómez, matizando que, sin embargo, la Guerra Civil «fue un punto de inflexión».
El 18 de julio de 1936 pilló a Martínez en Burgos, pero, lejos de arredrarse, se fue al hospital militar de Oña, donde llegó a ejercer como jefa de sección. Algo admirable, ya que, «aunque regido por la Cruz Roja, la plantilla la integraban, sobre todo, médicos militares». Tras la guerra, su pasado en la Residencia de Señoritas (indicio de talante liberal) le pasó factura y aunque trató de recuperar el trabajo que había conseguido en Madrid por mérito propio, no lo logró. Así que en 1938 tuvo oportunidad de instalarse en Soria, donde se colegió (en Burgos no lo hizo nunca) y se dedicó a la pediatría, con resultados destacados en la reducción de la mortalidad -pavorosa, del 95%- en la Casa Cuna durante la posguerra, entre otras cosas.
«Espantoso». Dedicar la segunda ficha de pioneras en Burgos a una salmantina, Justa Clara Rodríguez (Salamanca, 1919), tiene una explicación irrefutable: con poco más de 31 años se hizo cargo, como titular, de una consulta en un pueblo de Burgos, Quintanavides. «Aquello era tremendo. La sociedad entonces era totalmente masculina y que a un señor lo explorara una mujer les parecía completamente espantoso», dice López Gómez para resumir las muchísimas dificultades que encontró la joven en Burgos.
Pero tampoco se amilanó y tras Quintanavides se fue a otra consulta a la Ribera, donde conoció a su luego marido. Tras un tiempo en la provincia, optaron por intentar abrirse camino en Madrid y, al final, emigraron a Colombia, «donde tuvo que revisar todos sus estudios, pero lo hizo y alcanzó gran éxito profesional».