POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Corría el año de 1132 cuando el rey-emperador Alfonso VII, un tanto braguetero él, vino a Asturias, abandonando la campaña contra los almoravides andaluces, para «meter en vereda de obediencia» al inquieto y revoltoso Gonzalo Peláez (1080-1138), conocido como «el conde rebelde».
En Oviedo fue recibido y agasajado por lo más selecto de la nobleza, entre los que se encontraban don Pedro Díaz, el Asturiano, su esposa, María Ordóñez, y la hija de ambos doña Gontrodo Petri (Gontrodo la de Pedrín), moza joven y bellísima (pulchra nimis, decían los cronicones de la época).
Verla el rey y sentir el flechazo fue todo uno:
…Y rápido como un cohete
puso cerco a la señora,
que al cabo de media hora
era ya de Alfonso Siete…»
Fruto de estos amores, tan repentinos como intensos, nació en 1133 doña Urraca, que con solo 11 añinos casó con el rey de Navarra, García Ramírez, del que enviudó en 1150.
Ya viuda la nena, retornó a Asturias con honores de reina y, de paso, reprochando a su madre su conducta y aventura «erótico-regia», tan propia de un programa de «Sálvame».
Doña Gontrodo, cumplidos sus deseos terrenos y para purgar sus pecados, fundó en las afueras de Oviedo y en terrenos del rey, el Monasterio benedictino de Santa María de la Vega (año de 1153), del que fue abadesa. Este Monasterio fue expropiado (siempre razones político-administrativas) en 1856 para edificar en sus instalaciones la Fábrica de Armas de Oviedo. Las monjas se integraron en el Monasterio benedictino de San Vicente, de Oviedo, donde llevaron también todo su archivo documental.
Y aquí empieza nuestra historia.
La profesora doña Marina Motto, experta investigadora en temas gastronómico-culinarios, encontró en el Archivo de San Vicente un Libro de Bodega/Mayordomía, perteneciente al Monasterio de la Vega y con data de 1800-1808, donde, entre otros asuntos, se citan algunos postres que elaboraban en ese monacato: arroz con leche, casadielles, bizcochos, azucarillos, huevos moles, panes dulces, roscones, canutillos … y TERESILLAS.
¡Demonios!, me dije.
He de cambiar mis ideas.
Estas Teresitas asturianas son la adaptación ovetense de los canutillos-cañas tan típicos de las cocinas riojana, vasca y navarra.
Y seguro que doña Urraca le dio la receta a su madre doña Gontrodo y esta a sus monjas de la Vega.
Todo es cuestión de, en vez de modelar cañas con la masa, hacer empanadillas.
Sí señor, TERESITAS de las monjas de la Vega.
¡Ya está!
Solamente nos faltó que en su frenesí amatorio doña Gontrodo la de Pedrín no hubiera solicitado al rey un buen estatuto de autonomía para el Principado. Pero bueno, si no tenemos AVE sí tenemos TERESITAS.
Gracias, profesora Motto, por habernos facilitado tan interesante información.