En mayo de 1986 fui encargado por la Universidad Popular de Cáceres para hacerme cargo de una pequeña y abandonada biblioteca que se encontraba situada en la Plaza de la Fe, en el corazón de uno de los barrios más señeros de la capital cacereña, Las Trescientas. En este barrio pasé muchas horas durante un par de años, durante los cuales me dediqué a tratar de abrir aquella biblioteca como lugar al servicio de los vecinos, especialmente de la gente joven, la más necesitada de integrar en un proceso de cultura comunitaria que no resultaba nada fácil, teniendo en cuenta el descrédito que planeaba sobre este barrio en un periodo donde lacras como la droga y todo el mundo de transgresión que arrastraba consigo se habían convertido en seña de identidad de ciertas zonas de la ciudad.
LAS TRESCIENTAS