POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Dentro de unas tres horas «el pueblo fiel y maltratado», que decía un comentarista político, estará absorto cara a un televisor para «vivir las campanadas de la madrileña Puerta del Sol» y escuchar el sinnúmero de majaderías que dicen los y las comentaristas de Televisión.
Vivir esos «históricos momentos», sobre todo si la presentadora deja adivinar «intimidades», es algo que me «pone de los nervios».
En eso de «adivinar intimidades» recuerdo una anécdota que me contaron hace de esto muchos años, siendo yo estudiante en Oviedo.
Eran tiempos de la «dictablanda del general» e iba en el tren, en viaje de Oviedo a Madrid, una señora joven con su niño aún lactante. En un momento dado la señora abrió un poco su blusa y con suma discreción se puso a dar el pecho al niño.
Un caballero, sentado frente a ella, con bastante indiscreción quiso observar «la intimidad» de la joven madre. Esta, al darse cuenta de ser observada, le pregunto:
.- ¿Qué, de Miranda, verdad?
A lo que el caballero respondió sin inmutarse:
.- No señora, no. Soy de Beteta, provincia de Cuenca.
Esto de las preguntas y respuestas de doble sentido tiene su gracia.
Recuerdo también -ahora que hablaremos de uvas, de champagne y de cava- está otra historieta que, según dicen, acaeció en un club de alterne (puticlub, llaman ahora) muy famoso en Gijón y actualmente desaparecido.
Una de las señoritas «de servicios múltiples» insinuó a un cliente que la invitara a una botella de Champagne «de la Viuda»; es decir de la Veuve de Clicquot, que es su nombre comercial francés. Un gran champagne, por cierto.
Respuesta del cliente, que no pretendía gastarse un dineral:
– ¿De la viuda de quién, ho?
¿Qué ye, que morrió el Gaiteru?
Campanadas de Nochevieja, uvas y vinos espumosos.
La historia de esta costumbre nocheviejera tiene cuna en la corte y nobleza francesas de los siglos XVIII y comienzos del XIX.
En la cena de Fin de Año se servían frutas variadas, uvas dulces entre ellas, y se brindaba con champagne. Las señoras, un tanto cursis y «pijas», dieron en bañar las uvas en el champagne de sus copas para, así, crear un ambiente lleno de gracia y de glamour.
Esta costumbre de nobles franceses pasó, «como no podía ser de otra manera» (así hablan los políticos ignorantes que padecemos) a la nobleza española. Y de aquí, a las clases populares que, al no tener palacios, hacían la folixa en la «plaza del pueblo» y si el «pueblo» era Madrid, pues en la Puerta del Sol.
Hay documentos que demuestran cómo los madrileños ya comían sus uvas en la Puerta del Sol desde la segunda mitad del siglo XIX; costumbre que se afianzó aún más cuando en 1903 hubo tal cosecha de uvas por tierras alicantinas que los viticultores de la zona decidieron desplazarse a Madrid para, como quien dice, regalarlas a precios muy bajos.
Doce uvas, consumidas campanada tras campanada, para la medianoche del día 31 de diciembre. Dicen que pronostican suerte…pero no lo crean.
¡Ah!
Para que no confundan nombres y productos sepan que la Denominación CHAMPAGNE únicamente protege a los vinos espumosos franceses elaborados en esa comarca gala. En España hay vinos espumosos protegidos por la Denominación de Origen CAVA y otros, también espumosos, no acogidos a esa Denominación.
En nuestra Asturias, antaño, se hablaba de Sidra Champagne y de Sidra Champanizada; nombres actualmente en desuso. Ténganlo presente.
No se si desearles Feliz Año NUEVO o Feliz Año USADO. Sí les deseo que el que vivamos sea como el mejor que vivimos en nuestra vida.