POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
Por fin la hemos visto, la hemos podido admirar próxima, y brillante, en la exposición Atémpora 2 que todavía se puede visitar en la catedral seguntina, en principio hasta el próximo mes de diciembre. Era difícil encontrarla, y aún más estudiarla o admirar su conjunto, y sus partes y detalles, pero en esta exposición se manifiesta, dando el paso que tantas otras piezas patrimoniales deberían dar: la restauración meticulosa, y la presentación sobria e ilustrativa, permitiendo que el objeto se muestre en todas sus facetas, y pueda ser analizado, admirado, entendido. Y así llegar a ser defendido en el futuro.
Guiado por la sabia palabra y el enciclopédico saber de don Víctor López-Menchero he podido contemplar la pasada semana la Exposición “Atémpora 2” que se muestra en el interior de la catedral de Sigüenza. Por no alargar más el comentario, simplemente decir que es una exposición de gran calidad, muy bien montada y con piezas extraordinarias, que nadie debería perderse, al menos de los que vivimos en esta provincia.
De la gran cantidad de piezas, muchas de ellas restauradas, y todas bien explicadas e iluminadas, de que consta la muestra, este Arca de Santa Librada me parece la pieza fundamental, hermosa y significativa.
Además es uno de los elementos patrimoniales más antiguos que dan testimonio de la existencia de la santa y de su culto. Se hizo para ser depositaria de sus restos corporales. Pero no se sabe donde se construyó: unos dicen que podría ser italiana, pero es muy posible que se realizara en Sigüenza, o al menos en esta ciudad se ha mostrado siempre, sin que conste su llegada desde otro lugar.
La fecha de su construcción, tal como hoy existe, es de los comienzos del siglo XIV. Aunque debió de reformarse sobre una pieza bastante anterior, tal como muestra el estilo de las figuras que la adornan. La época se concreta en el episcopado de don Simón Girón de Cisneros, porque la tapa del arca va cuajada de su emblema heráldico.
Construida en madera, presenta un revestimiento de plata repujada, y siempre ha estado tan bien guardada que hasta ahora muy pocas personas habían logrado verla. Esta exposición, entre otras cosas, ha servido para desvelar este arca preciosa.
El mejor análisis que hasta ahora se ha hecho de este arca es el que en 2017 nos ofreció Marcos Nieto en su libro “Santa Librada, lo que se esconde detrás”, consiguiendo sus valiosos datos tras el análisis de la reproducción que en yeso se hizo en 1946 del arca original. En ella se muestran las cuatro paredes, dos de ellas largas, en su frente y espalda, y dos cortas en los extremos, más la tapa, que es a dos aguas, y por tanto muestra amplia iconografía, como el resto de los paneles.
El arca fue regalada por el obispo Girón a principios del siglo XIV, y tiene en sus extremos unos anillos que permitían su muestra en procesión sobre andas, cosa que se haría en diferentes ocasiones, especialmente el día 20 de julio de cada año, saliendo en procesión por las calles de la ciudad, que aclamaba y admiraba los restos de su patrona.
A inicios del siglo XVI, el obispo don Fadrique de Portugal decidió levantar un altar dedicado a Santa Librada, en el ala norte del crucero catedralicio.Y en su parte más elevada mandó poner un arca de piedra y ponerla dentro de una enrejada hornacina, para en ella colocar este arca de plata medieval. Allí permaneció varios siglos, aguantando incluso los avatares de la Guerra Civil, que en la catedral hicieron dura mella. Por fin, en 1946, tras la restauración catedralicia, se decidió hacer un vaciado de sus estructuras originales, plasmándolo sobre yeso en relieve, reproduciendo en este material la totalidad del arca. Esa reproducción en yeso es la que se ha podido ver, durante años, en el museo de la catedral, pero el original, en plata, es ahora que por primera vez, desde hace mucho mucho tiempo, hemos podido contemplar.
El análisis que Nieto Jiménez hace de la iconografía de esta pieza es realmente interesante, porque cuenta, describe, identifica y trata de emparejar unas figuras con otras. De tal modo que entre ellas señala a los apóstoles (las únicas figuras ciertas) Pedro y Pablo, rodeados de mujeres, jóvenes, santas, con o sin nombre, aunque él piensa que alguna de ellas sería Polixena, una figura de la Antigüedad en la que estaría el origen de Santa Librada. Además hay repetidas figuras episcopales, que lógicamente podrían identificarse con don Simón Girón, y sus escudos, más unas anillas en los extremos bajos del arca que aclaran su función, la de ser transportada sobre los hombros de los devotos, en procesiones de reliquias, antaño muy frecuentes.
Está todavía por hacer el estudio completo de la iconografía de este arca. Lo más curioso es la presencia del obispo donante, acompañado de su escudo de armas, que en una cara aparece junto a su figura, y en otra (la que acompaña a estas líneas) cubriendo totalmente la casulla que el eclesiástico muestra, al tiempo que con su mano derecha levanta el gran báculo episcopal.
Las figuras de los paneles anchos y de la tapa, muy esquemáticas, representan sin duda santas mártires, quizás las hermanas de Santa Librada, que fueron ocho, así como otros varones que ilustraron su vida en memorias y escritos. Suena ese conjunto a muestrario bizantino de personajes en rito procesional, en aparición celeste, o en exposición para ser adorados. Son, sin duda, seres benéficos, santos e imitables, que acompañan los restos de Santa Librada. Su estética es muy primitiva, lo que hace pensar en que los autores del arca no fuerno muy peritos, y se inspiraran en dibujos y muestras gráficas de varios siglos anteriores.
Si el exterior de la arqueta de Santa Librada luce hoy espléndido, no le ocurre lo mismo al interior, que hoy permanece absolutamente vacío. Tenía dentro esta arqueta un ajuar textil muy antiguo y valioso, de hechura hispánica, obra de los siglos VIII al XIII. Su pieza estrella era un tiraz realizado en los reales telares cordobeses y entregado según el historiador ibn-Hayyan por el califa Abderramán III en el año 948 en Atienza como reconocimiento a sus partidarios, cuando presidió las obras de reconversión de Medinaceli en el bastión de la Marca Media. Al abrirla en 1946 se encontraron restos óseos, que pertenecían a diferentes cuerpos, y estaban envueltos en un fabuloso conjunto de telas medievales. De ellas se tomaron dos fragmentos muy representativos, que hoy se muestran también en la Exposición Atémpora 2, y que acompañan a estas líneas. El resto se vendió, con objeto de allegar caudales para reconstruir la catedral que había sido vapuleada a modo durante la Guerra Civil. Las telas las compraron comerciantes y anticuarios españoles, que las llevaron a colecciones particulares, museos textiles y algunas de ellas acabaron en colecciones y museos norteamericanos. Por eso me atrevo a decir, como colofón de esta noticia tan positiva, como es la muestra del arca de Santa Librada ante los visitantes de la catedral seguntina, que su exterior que es todo luz contrasta con el negro puro y el silencio solemne de su interior.