POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Un nutrido (en el sentido de numeroso) grupo de amigos, y «sin embargo» (¡qué disparate de redacción!) bien avenidos, perfectamente coordinados por Gustavo G. Izquierdo (el «amigo jefe») nos reunimos un jueves de cada mes en el Hotel Cristina, de Noreña) para, en torno a unos manjares sencillos y tradicionales, tratar y comentar «cosas del buen comer».
Una breve charla-pregón-conferencia pone nota de cultura a la celebración.
En esta ocasión fue el químico Sr. Granda de Diego quien nos ilustró sobre el tema «Los vegetales de temporada en la historia de la alimentación».
Amena y documentada exposición, que fue estimulante aperitivo a la comida.
Evidentemente, en el menú ofrecido no podía faltar la clásica menestra de primavera… y en el postre una riquísima macedonia de fresas, cerezas, melón, sandía, plátano, etc., etc.
Y en el entreacto,(es decir, en el «segundo plato»), filetes de lenguado rellenos de marisco.
El LENGUADO, que en Avilés llaman «lenguado fino» y en Gijón «lengau de verdá» es un «pez plano» al que los científicos denominan Solea solea L y que no tiene nada que ver con los famosos «gallos» (Lepidorhombus whiff-jagonis Walb. ), a los que en Oviedo, cuando son de gran tamaño, dicen «coreanos».
Es curioso: por Lastres llamaban coreanu al pez diablo (Epigonus telescopus Risso.).
En fin, ya lo saben: el lenguado es el lenguado y el gallu es el sucedáneo; exquisito, pero sucedáneo.
Personalmente confieso que a mí, los gallos, me gustan muchísimo.
Bueno, pues vamos a solicitar en la pescadería unos lenguados o unos gallos de buen tamaño y que, ya limpios, los corten en filetes.
Compraremos también una noca (buey de mar) de unos 750 g.; 500 g. de almejas de cultivo (son más baratas) y 500 g. de langostinos medianos (son más baratos).
En una sartén con aceite, al fuego, se pocha media cebolla picada en fino y se le añade la carne de la noca (previamente cocida en agua con sal y media hoja de laurel), la carne de las almejas (previamente abiertas al vapor) y las colas, picadas en pequeño, de los langostinos (sin «caparazón» externo, claro); se suma un poco de fino andaluz y da unos hervores.
Con esta farsa se rellenan los filetes de lenguado (a modo de cachopinos o «niños envueltos»); se rebozan en harina y huevo; y fríen en aceite.
Se emplatan en raciones individuales de dos «rellenos» por comensal, adornando con unas almejas abiertas al vapor, y complementando con un baño de salsa al gusto (holandesa, verde, marinera, amariscada, etc.).