POR MIGUEL A. FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS)
“Pinto con honradez lo que veo y siento / y no critico lo que no practico, ni se, ni entiendo”
L.B.
Cuando desde la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales a la que me honro pertenecer, convocó el próximo Congreso Nacional a celebrar en Jaén y su presidente don Antonio Luis Galiano nos solicitó escritos para presentar en el mismo, me vino a la mente el recuerdo de un personaje con quien me consideraba en deuda por no haber dedicado a su figura más que una simple necrológica cuando falleció en 2011. Por sus méritos y por su amistad, para recuerdo de sus paisanos jiennenses y para que conste en el libro que nuestra dinámica Asociación editará como es costumbre tras cada Congreso Nacional, le dedico el siguiente texto.
Lo conocí a finales del año 1973 cuando se incorporó como monitor de pintura al Centro Sindical de Formación Profesional Acelerada en la villa asturiana de Noreña, procedente de su Jaén natal, donde había nacido en enero del año 1937. Su gracia y desparpajo, sus conversaciones, su siempre palpable buen humor, hicieron que pronto se granjease amigos tanto en el lugar de trabajo como en el propio pueblo que tan bien supo reflejar con sus pinceles. Le acompañé por muchos pueblos asturianos donde reflejó muchos rincones típicos de Avilés, Pola de Siero, la propia Noreña, Oviedo y porsupuesto el Cudillero de los años setenta, dejando constancia en los lienzos, mostrados en exposiciones así como en libros de fiestas o en revistas. Siempre estaba dispuesto a colaborar con su arte allí donde se demandase su presencia.
En su juventud participó en numerosos certámenes cuyos buenos resultados fueron afianzando su afición por el dibujo, estudiando en la Escuela de Artes y Oficios e iniciándose en la pintura al óleo aunque posteriormente se inclinaría por la acuarela, especialidad que dominó con gran destreza. Conocí los pueblos y paisajes jiennenses por él retratados como la agreste sierra de Cazorla o de Linares, paisajes muy diferentes a los que se encontró cuando pasó con su numerosa familia a residir en el norte, concretamente en el viejo condado arzobispal de Noreña donde tenía su nuevo destino laboral. De aquellos paisajes de cielos azules, con ocres bien soleados de su Andalucía natal, se encontró con los grises que ocultan los horizontes astures, los valles cargados de niebla, con las bravas marinas cantábricas, con los verdes del entorno rural y los clásicos hórreos, así con los paisajes lluviosos en las ciudades, todo ello magníficamente conseguido en poco tiempo por los pinceles de Ballesteros y mostrando su prolija obra en muchas exposiciones principalmente en Noreña, Avilés, Gijón y más tarde en Oviedo donde colgó sus acuarelas en las más importante salas de arte.
Tuve la fortuna de acompañarle en sus primeras salidas a conocer nuestros paisajes, nuestros lugares de interés, lo recuerdo perfectamente: las viviendas escalonadas de Cudillero, sus pescadores reparando las barcas o tejiendo las redes; las mujeres trasladando el pescado; las barcas descargando las capturas en el puerto de Avilés, los recónditos lugares llenos de tipismo del mercado del Fontán en Oviedo, así como las calles carbayonas, gentilicio de los habitantes de Oviedo.
La crítica de arte pronto reconoció sus méritos de adaptación al nuevo paisaje, y fueron, sin duda alguna, los motivos reflejando el paisaje lluvioso con la torre de la catedral ovetense como fondo, los paseantes con paraguas en la calle de Uría. Los paisajes nevados de la capital asturiana, fue lo que marcó las preferencias de los aficionados al arte, y hasta el propio ayuntamiento ovetense adquirió para su importante pinacoteca, varias obras con estos motivos con la lluvia de protagonista.
Se cumplen ahora cuatro años del fallecimiento de tan querido amigo y compañero de este cronista que guarda gratos recuerdos de su cariño por la familia, de sus anécdotas recorriendo con el rojiblanco Seat 600 pueblos en busca de motivos que plasmar, todo ello sin perder un ápice del siempre presente sentido del humor que le caracterizaba.
Tras jubilarse como profesor en el Instituto Politécnico “Dr. Fleming” en Oviedo y mostrar su última exposición en el año 2004 en la sala de Banco de Bilbao en la calle San Francisco, pronto le llegó una enfermedad de la cual nunca pudo desprenderse, falleciendo en el año 2011. Nos queda su abundante obra y su grato recuerdo.