FUE EN EL AÑO 1987 CUANDO EL CRONISTA OFICIAL DE LA VILA, VICENT FELIP SEMPERE, PROPUSO AL PÁRROCO Y AL ALCALDE LA POSIBILIDAD DE RECUPERAR UNA TRADICIÓN QUE SE REMONTA SIGLOS ATRÁS
Treinta años después de su recuperación, los vecinos de Nules volvieron a participar ayer en la celebración de su fiesta más singular, les Barraquetes, una jornada que se caracteriza por la colocación de construcciones realizadas con cañas bajo las que se colocan los niños menores de 9 años para recibir al Santísimo en procesión.
Ayer se repitió la tradición. Por la mañana, el Ayuntamiento repartió más de medio millar de cañas entre las person
as que se acercaron a la plaza Mayor y, por la tarde, el centro de la ciudad se llenó de las típicas barraquetes, congregando a cientos de personas. Fue en el año 1987, coincidiendo con la inauguración del Museu d’Història, ubicado en la capella de la Sang, cuando el cronista oficial de la Vila, Vicent Felip Sempere, propuso al entonces párroco, Mosén Burgos, y al alcalde, Vicente Martínez Lucas, la posibilidad de recuperar una tradición que se remonta siglos atrás.
Para ello, planteó realizar una exposición de estas singulares construcciones de cañas, que se distribuyeron a lo largo de la misma calle del Museu, entre las de San Bartolomé y Mayor.
IMPLICACIÓN VECINAL
El temor inicial, según reconoce Sempere, fue que los vecinos reaccionaran a la propuesta con indiferencia, pero nada más lejos de la realidad. El primer año «fue el Ayuntamiento el que se encargó de hacerlas, pero en el segundo la gente ya se implicó en decorarlas» y desde entonces hasta hoy.
Esta celebración tiene una singularidad reconocida, entre otros, por el prestigioso etnólogo Violant Simorra, que según recuerda el cronista oficial de la Vila, «en un pequeño estudio que realizó a principios del siglo XX sobre las tradiciones únicas ya hizo referencia en un escrito a les Barraquetes de Nules».
CAMBIO de UBICACIÓN
Tras la guerra civil, la procesión se realizaba en la iglesia del convento, pero en el momento de su recuperación, hace ahora tres décadas, se propusieron unos condicionantes para garantizar el éxito de esta cita religiosa hasta la actualidad. La primera, que el Ayuntamiento suministrara las cañas a los vecinos que lo precisasen. La segunda, que la parroquia autorizara que el acto se desarrollara en la plaza Mayor. Que ambas partes consintieran está tras la consolidación de un evento que se celebra anualmente el jueves entre el domingo del Corpus y el del Nostre Senyor, marcando la llegada de la temporada estival.