POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Prepare esta entradina muy apetecible: tomatinos de la huerta, un huevín de aldea cocido, una filetín de trucha asalmonada, y unos deliciosos espárragos verdes cocidinos al dente.
¡Qué ricos y a qué buen precio están estos días los espárragos verdes! Esos tallos tiernos, jugosos y aromáticos, que los científicos denominan Asparagus acutifolius L y que son una variedad de la especie cultivada Asparagus officinalis L., venidos, hace siglos, desde los confines del Eufrates y el Tigris.
Decía Luis Lobera de Ávila (1480-1551), médico del rey Carlos I y V Emperador de Alemania, que los espárragos «son de poca sustancia, diuréticos, que abren opilaciones del hígado, bazo y riñones, y que cuando se comen no muy bien cocidos laxan mejor el vientre que si fuesen muy cocidos».
Andrés de Laguna (1499-1559), también médico de Carlos I y traductor de la Materia Médica, de Dioscórides, además de exaltar las propiedades diuréticas de los espárragos pone el acento en su uso para mitigar dolores de cabeza y estados de frenesí (excitación) porque «todo lo que favorece la orina divierte hacia abajo las materias subtiles de la cabeza y por eso calma la frenesía que no es otra cosa sino un apotegma sanguíneo y colérico de las túnicas del cerebro».
¡Coña! Pues esto, precisamente esto, es lo que yo necesito: un buen diurético y un buen relajante.
Pero aún hay más.
El propio Andrés de Laguna advierte que «los espárragos, poco cocidos y mojados en vino, alivian el dolor de riñoñes».
El «dolor de cadriles», que decimos en Colunga; y , claro, colungués yo, a comer espárragos al dente y complementarlos, si no con vino , con un «culín» de sidra.
Les gustará.