POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS).
Dicebamus histerna díe … Frase atribuida a Fray Luis de León quien , después de cumplir condena de Inquisición , inició su clase en la Universidad salmantina con esa expresión latina que, traducida , significa : «Decíamos ayer…» .¡ Y habían pasado cuatro años !
Pues así comienzo hoy mi artículo.
Decíamos ayer que los carnavales señalan el inicio de la Cuaresma. Tiempo penitencial en recuerdo de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret. Antiguamente, pero muy antiguamente, esos días cuaresmales obligaban a los creyentes cristianos a «obedecer» las leyes del ayuno y de la abstinencia (una sola comida al día y privación de carnes y derivados cárnicos), lo que suponía un enorme sacrificio para muchas gentes.
Y sucedió que…
En el siglo XI las gentes cristianas europeas, por iniciativa del Papa Urbano II , decidieron organizar una serie de expediciones militares para recuperar para la cristiandad los Santos Lugares o Tierra Santa ya en manos de creyentes musulmanes. Expediciones que se denominaron CRUZADAS .
Fueron 8 Cruzadas , todas con tremendos fracasos, terminando la última a finales del siglo XIII.
Pues bien, los Papas, en sucesivas disposiciones, concedieron una serie de privilegios (de tipo moral y material) a aquellas personas que contribuyesen con limosnas en dinero o bienes a los gastos militares y de intendencia que suponían tales Cruzadas. Esos privilegios se detallaban en unos documentos denominados BULA DE CRUZADA , Bula de difuntos, Bula de lacticinios…
Y así, por ejemplo, la Bula General de Cruzada , desde tiempos del papado de Inocencio III, permitía a los españoles no cumplir con la abstinencia de todos los viernes del año y limitarla solamente a los viernes de Cuaresma ; la Bula de difuntos concedía a los creyentes indulgencia plenaria en caso de fallecimiento, etc.
Tradicionalmente estas Bulas era repartidas entre los fieles en días previos a la Cuaresma después de haber sido «pregonadas» tres veces a modo de sermón en las Iglesias. El primer sermón se denominaba de SUSPENSIÓN y centraba su discurso en la necesidad de «comprar» la BULA GENERAL DE CRUZADA pues sin ella las demás no concedían privilegio alguno. El segundo sermón , o de COMPOSICIÓN, detallabada los privilegios de todas las Bulas ; y el tercero, o de REPREDICACIÓN, insistía en los tratado en las dos anteriores.
Esto era posible y fácil en los grandes núcleos de población, pero no en aldeas y caseríos diseminados por el lugar y relativamente alejados de villas y ciudades. Para solventar este problema surgió la figura del BULDERO , persona al servicio de una parroquia cuya misión era, entre otras funciones, repartir las Bulas a los fieles creyentes.
Y ,como siempre sucede en esta vida, la picaresca entró a formar parte de la actividad «santa» del buldero y lo transformó en un personaje que «a la sombra de la Bula» se ofrecía como dispensador de indulgencias, sanador de enfermedades, intercesor ante los santos para el logro de beneficios, ahuyentador de maleficios y de brujerías, vendedor de bulas falsas que él se inventaba, rezador de jaculatorias para asegurar cosechas…
En fin, un caradura . Así nos lo describe el anónimo autor del Lazarillo de Tormes … y se queda corto.
El Concilio Vaticano II suprimió , en 1966, la distribución y honorarios (por no decir «venta») de las Bulas. Yo conservo las tres últimas que «compré en Sahagún» siendo párroco don Valentín, y eran redactadas por el entonces Cardenal Don Enrique Pla y Deniel, del título de San Pedro in Montorio , Arzobispo de Toledo , Primado de las Españas y Comisario General de la Bula de Cruzada.
Pues ya lo saben . Ahora no se necesita Bula ni falta que hace , pues las restricciones económicas actuales obligan a ayunos, abstinencias , a dejar el coche en el garage o en la calle, a no comer oricios (están a 20 euros/kg) y a no sé cuántas cosas más.
No obstante , recuerdo a los nostálgicos de la antigua Cuaresma que el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia y el resto de los viernes cuaresmales , solmente de abstinencia.-
¡Ah! . Y que los enfermos, los trabajadores de gran esfuerzo físico y los mayores de 65 años estamos exentos de cumplir tales restricciones penitenciales. Bastante sacrificio padecemos con «tener lo que tenemos».
NOTA.- En la ilustración, tomada de Internet, un predicador de la Bula dispuesto a iniciar su sermón.